Las computadoras no computan

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

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Lo primero es decir que los seres humanos no somos solo kilos de protoplasma. Si eso fuera así, si no habría psique, estados de conciencia o mente, nuestros actos estarían inexorablemente determinados por los nexos causales inherentes a nuestra estructura material. A su vez, si eso fuera de esa manera, no habría tal cosa como proposiciones verdaderas o falsas puesto que para poder juzgar si algo es verdadero o falso es menester que podamos salir de los determinantes del cuerpo para hacer un juicio independiente.

La presión arterial no es verdadera o falsa, simplemente es, para formular un juicio sobre la validez de esa medición es necesaria la presencia de un sujeto pensante. En este contexto es que Ludwig von Mises mantiene que “Para un materialista consistente no es posible distinguir entre acción deliberada y la vida meramente vegetativa de las plantas […] Para una doctrina que afirma que los pensamientos tienen la mismo relación al cerebro que la bilis al hígado, no es posible distinguir entre ideas verdaderas y falsas igual que entre bilis verdadero y falso”.

Asimismo, aquellos juicios implican la posibilidad de ideas autogeneradas, de razonamiento, de revisar nuestras propias conclusiones y de autoconocimiento. Si esto no fuera así estaríamos haciendo las del loro, más complejo quizás y con cadenas probabilísticas más intrincadas, pero loro al fin. Ni siquiera tiene sentido un debate con un determinista o materialista puesto que, por definición, estaría determinado a decir y hacer lo que dice y hace, de modo que no habría argumentación propiamente dicha. En ese supuesto no habría tal cosa como libre albedrío ni libertad ni responsabilidad individual ni tendría sentido la moral. Entre muchos otros autores, el filósofo de la ciencia Karl Popper y el premio Nobel en Neurofisiología John Eccles exponen con claridad estas consideraciones en numerosas obras publicadas.

Estrechamente vinculado al tema, ahora vamos a la tesis esbozada en el título de la presente nota, también expuesta por numerosos autores pero de modo especial por el médico- epistemólogo Raymond Tallis en su libro Why the Mind is not a Computer. 2 Estamos acostumbrados a utilizar metáforas o sentidos figurados y, con el tiempo y el uso reiterado se termina atribuyendo sentidos literales a lo que originalmente no lo eran. Escribe Tallis que “los eventos eléctricos [o mecánicos] que ocurren en una computadora son solo eso y no cálculos. Seguramente tiene sentido aludir a la computadora como realizando cálculos solamente en el sentido limitado en el que tiene sentido afirmar que el reloj nos dice la hora […] el significado de los eventos en el reloj como una manifestación del tiempo no es intrínseco a el”.

Conviene distinguir los usos vulgares de las palabras de sus significados rigurosos. Por ejemplo, para continuar con las reflexiones con que abrimos esta nota, se usan las expresiones branstorming, brainwashing y “deficiente mental” o “enfermedad mental” cuando estrictamente en los dos primeros casos no nos estamos refiriendo al cerebro sino a la mente, por ende, se trata de mindstorming y mindwashing puesto que el cerebro es el instrumento que utiliza la mente sin el cual no es posible la comunicación con el mundo. En el segundo y tercer caso, la mente está intacta ya que es inmaterial, podrá estar o no operativa según tenga acceso al lenguaje pero no está lesionada ni puede estar enferma. Como nos recuerda Thomas Szasz, según enseña la patología una enfermedad es una lesión orgánica que afecta órganos y células como en los casos de la difteria, el cáncer o la viruela. Problemas químicos o lesiones en el cerebro pueden constituir o ser el resultado de enfermedades, pero la mente como las ideas o los comportamientos no pueden estar enfermos.

En el caso de las computadoras entonces, debe subrayarse que operan en base a programas y autocorrectores también programados pero la máquina no calcula en el sentido de que no entiende el significado de las operaciones ni el significado de las magnitudes utilizadas ni el significado cualitativo de lo realizado. Esto no es necesariamente para cambiar el uso de las palabras corrientes sino para otorgarle el peso debido a la condición humana al efecto de distinguirla de los mecanismos y las máquinas y el resto de las especies conocidas. Solo el hombre tiene inteligencia, es decir, inter- legum, capacidad para leer adentro, para captar esencias y relacionarlas entre si. Por eso es también un abuso del lenguaje el referirse a cosas inteligentes del mismo modo que lo es cuando se habla del lenguaje de animales e incluso de seres inanimados, donde en algunos casos hay comunicación pero no lenguaje que requiere el manejo de conceptos, de abstracciones y de razonamiento.

Talling enfatiza que “debería ser innecesario el tener que puntualizar que el autómata inconsciente no tiene propósitos y si ejecuta planes son los nuestros”. El mismo autor se detiene a recordar que no debe confundirse información con significado o conocimiento. Entender no es acumular datos. Más aún, señala que “En ausencia de conciencia, las ocurrencias físicas no cuentan como ´información´ o como procesando ´información´ […sería como] decir que un libro informa a otro […], en verdad se trata de información potencial aquello que ocurre fuera de un organismo consciente. Se mantiene como potencial hasta que la encuentra un individuo que la requiere y es apto para recibir información”. Lo mismo va para la interpretación que implica entendimiento “el reemplazar símbolos en francés por símbolos en inglés no es lo mismo que entender el significado de las frases en francés o en inglés […] El pasaje de un símbolo no interpretado a otro símbolo no interpretado no cuenta como interpretación”.

Lo mismo dice el autor respecto a la lógica y la memoria propiamente dicha. Explica que la máquina puede asistir al ser humano en su lógica pero no entiende las inferencias, 3 y también explica que la memoria es inseparable de los estados de conciencia, en rigor “no hay diferencia metafísica entre un disco láser y un pañuelo con nudos como recordatorio […y] en el depósito no hay información puesto que la información que no está informando a nadie, estrictamente no es información”. Talling concluye que sostener lo contrario es puro antropomorfismo. En resumen, por lo apuntado, en un sentido preciso, las computadoras no computan ni las calculadoras calculan.

Por último y en otro plano distinto, conviene precisar que se suele sostener que los equipos modernos de computación hacen posible que se programen simulaciones de gran complejidad, por ende, se continúa diciendo, es factible que estatizando toda la producción de un país los ordenadores mantengan exactamente las mismas relaciones de cantidades y precios que determinaba con anterioridad el mercado sin generar problema alguno. Este razonamiento adolece de dos falacias centrales.

En primer lugar, la proyección al futuro de relaciones de producción idénticas a las anteriores desconoce todas las modificaciones que hubieran tenido lugar diariamente en el proceso de mercado, las cuales quedan bloqueadas por la antedicha estatización. En segundo término y por los mismos motivos, se agrava la situación si se estatiza todo puesto que desaparecen por completo los precios que instantáneamente se convierten en simples números carentes de significado y, por tanto, desaparece la posibilidad de la evaluación de proyectos, contabilidad y de cálculo económico. Ambos efectos ocurren aún si no se estatizara todo: tienen lugar en la medida en que el aparato estatal se entromete con los precios de mercado y, consecuentemente, afecta la propiedad privada.