Tipo de Cambio: Se Resucita a los Viejos Fantasmas

 

Algunos economistas afirman que el dólar está «bajo» debido a que la alta inflación, combinada con una mucho menor alza del tipo de cambio, ha hecho que el peso se «aprecie» y, por ende, debería permitirse una mayor suba del precio local de la divisa extranjera.

Pero no parece correcto hablar de apreciación del peso. Esto significaría que su valor está aumentando y, como contracara, también se debería haber incrementado el poder adquisitivo. Sin embargo, un peso compra cada vez menos, ya que le está sucediendo como a cualquier bien cuyo productor (Banco Central) ofrece más de lo que la gente demanda, su valor baja.

El punto es que estamos hablando de la moneda, es decir, del metro con el que se miden los precios de todos los bienes y servicios en nuestra economía, por lo que, al achicarse, todo mide más en términos de él. Por lo tanto, la inflación no es la suba generalizada de precios, que es lo que se observa, sino la depreciación del valor de la moneda. Por lo tanto, el peso no se está apreciando, que es lo que siente mi «bolsillo» y, supongo, que el del resto de los argentinos.

Entonces, ¿qué ha estado pasando? En realidad, la confusión surge por la baja del tipo de cambio real, que es el equivalente al poder adquisitivo de las monedas extranjeras en la economía doméstica. Cuando la crisis de 2001-2002 generó una fuga de capitales fenomenal, la demanda de dólares se potenció y, para adquirirlos, la gente dejó de consumir, invertir y sacó sus depósitos de los bancos. Todo esto hizo que el poder de compra de las monedas extranjeras respecto de todos los activos, productos y servicios domésticos se incrementara fuertemente. Esto es solamente sustentable con una salida de capitales extrema, pero, como eso genera recesión, los Gobiernos tratan de recuperar la confianza y revertir ese flujo de ahorros hacia el exterior. Por lo tanto, el poder adquisitivo de las monedas extranjeras debe bajar, lo que puede suceder por una disminución del tipo de cambio nominal. Si bien algo de esto hubo al principio de la salida de la crisis local, luego el Banco Central decidió sostener el valor del dólar. Lo hizo comprando divisas, a través de la emisión de pesos que, a su vez, se depreciaban y generaban inflación, también en dólares, disminuyendo el tipo de cambio real.

Justificación

Desde entonces, esta actitud de la autoridad monetaria ha justificado varios puntos porcentuales de inflación anuales. A futuro, esta merma del tipo de cambio real tendría muy poco margen, ya que, también estuvo colaborando a su baja el desahorro del sector público, llevando a una pérdida de solvencia fiscal no sustentable en el tiempo.

Por otro lado, desde 2002, en el mundo, el dólar ha perdido más del 70% de su valor; por ello hemos visto que los bienes comercializables internacionalmente subieron fuertemente. Éste fue parte del «viento de cola» que tuvo el actual Gobierno, ya que pudo depreciar el peso con el simple arbitrio de no dejar caer el dólar en el mercado local, mientras bajaba en el internacional. Es decir, estuvimos siguiendo la depreciación de la divisa estadounidense y, además, como forzamos una suba del tipo de cambio, la potenciamos.

Pérdida de valor

Como resultado, la moneda local ha perdido desde 2011 más del 90% de su valor. No parece que podamos hablar de apreciación, ¿no? Esto tuvo lugar sin generar una crisis local debido a la ilusión cambiaria que tenemos los argentinos: «Si el tipo de cambio no sube mucho, es porque el peso no pierde valor», olvidándonos de que el dólar puede estar destruyéndose, como efectivamente sucedió en los últimos años.

Conclusión, la enfermedad está en el peso. La base monetaria estuvo aumentando hasta un 40% interanual para transferirle recursos al Gobierno, obligando al Banco Central a cobrar un enorme impuesto inflacionario. Como los pesos que recibió el Gobierno los gastó, pero no encontraron suficiente demanda del otro lado, se volcaron al mercado cambiario.

En una palabra, o el BCRA aceptaba mostrar en el alza del tipo de cambio la pérdida de valor del peso y más inflación o entregaba las divisas necesarias para rescatar el exceso de oferta de moneda, por lo que terminaba financiando el gasto electoral con reservas, que es lo que hizo hasta las elecciones. Para frenar el drenaje de divisas, hubiera bastado con disminuir fuertemente el exagerado ritmo de emisión, permitir una lenta suba del tipo de cambio y evitar implementar las absurdas e inconstitucionales restricciones que vimos en las últimas semanas.

Es verdad, el Estado hubiera tenido que ser más austero, lo que no estaba en sus planes. También es cierto que la fuga de capitales colaboró a presionar sobre el tipo de cambio, pero la evaluación de ese último fenómeno quedará para otro artículo. Sin embargo, puedo adelantarles que, si se hubiera seguido la recomendación anterior, hoy no estaríamos obsesionados por el tema cambiario ni por el retiro de depósitos en dólares, que estaban subiendo hasta que el Gobierno resucitó los «fantasmas del pasado».

*Aldo Abram es miembro del Consejo Academico de LyP, el articulo fue publicado por Ambito Financiero.