Iván Carrino
Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Por Iván Carrino
EL CRONISTA.- La semana pasada, la Fundación Libertad y Progreso subió a YouTube su animación “Impuestos: Lo que el gobierno no te cuenta“, que despertó gran interés en la comunidad virtual y ya cuenta con más de 120.000 visitas. En él se explica que el gobierno se lleva -en promedio- el 53% del salario de un trabajador.
Ahora bien, para complementar la descripción, vale la pena acompañarla de algunas razones por las que sería mejor que la carga impositiva fuera reducida:
En primer lugar, porque redundaría automáticamente en una mejor calidad de vida para la población. ¿Por qué? Porque la mayoría de los bienes y servicios que consumimos están gravados y en cabeza del consumidor final. Es decir, todos los productos que consumimos tienen un componente de impuestos que pagamos los consumidores. Al reducirlos, de manera automática los precios caerían y todos podríamos comprar más bienes y servicios con el mismo ingreso.
Por otro lado, porque redundaría en un mayor incentivo para la producción. Los empresarios, al saber que se pueden llevar una porción mayor de lo producido a sus casas, tendrán más incentivos para invertir y crear empresas, lo que, nuevamente, repercute en la calidad de vida de la sociedad que tendrá más cantidad de bienes y servicios para satisfacer sus necesidades y, además, más posibilidades de encontrar trabajo.
Un tercer punto es que para producir los pocos bienes públicos que creemos debe producir el Estado (defensa, seguridad, salud, educación), se necesita de la existencia previa de bienes privados a los que gravar para financiar esa producción. Y cualquiera sabe que el 50% de poco es mucho menos que el 5% de mucho. Ergo, con impuestos bajos y elevada producción, la riqueza crecerá a niveles exorbitantes y sobrarán recursos para financiar el estado.
Otro aspecto importante es la cantidad de impuestos. Es muy importante que los impuestos sean bajos pero también es importante que sean pocos y que las reglas para pagarlos sean sencillas. De lo contrario, la maraña de regulaciones impositivas (hoy hasta el dueño de un quiosco necesita un contador) deja a muchos en situación de incumplimiento. Y, triste pero real, este incumplimiento puede ser el argumento perfecto para que cualquier gobierno con ansias autoritarias persiga a sus opositores, atacando la libertad de expresión.
Finalmente, los impuestos deben bajarse porque, como todo lo que es impuesto, constituyen un ataque contra la libertad de las personas. Entonces, si hemos decidido como sociedad atacar un valor tan fundamental, lo mejor sería que lo hagamos en el grado más bajo posible.
En conclusión, los impuestos en el país son demasiado elevados y cualquier gobierno preocupado por la calidad de vida de su población, debería pensar en ellos en una sola dirección: la de bajarlos.
*PUBLICADO EN EL CRONISTA
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