Reportaje a Aldo Abram para el diario El Cronista

Aldo Abram
Director Ejecutivo en Libertad y Progreso

 

Teniendo en cuenta la devaluación en Venezuela, crees que se puede dar un efecto espejo en Argentina?

El régimen cambiario de Venezuela, es similar al local en cuanto hay control o “cepo”, pero difiere en que el valor permanece fijo y realiza esporádicas y fuertes correcciones. En la Argentina, va subiendo lentamente y se retrasa respecto a la verdadera devaluación del peso; por lo que, también, requerirá correcciones.

Una realidad es que, cada  vez más gente, se va a dar cuenta de que, más allá de la diferencia comentada, ambos sistemas cambiarios son similares. Por lo tanto, eso generará dudas crecientes respecto a la sustentabilidad del esquema argentino.

Un dato que creo que es bueno tener presente es que, en los últimos 70 años, la Argentina tuvo más de 20 planes con control cambiario y todos terminaron mal. Si bien en los más antiguos la brecha llegó a superar los 300%, como en Venezuela, en la medida que fue pasando el tiempo, los puntos de quiebre de estos regímenes se dieron con diferencias menores, de alrededor de 100%. Esto se justifica en que la gente va ganando experiencia y tiene mucha más capacidad e instrumentos para reaccionar defensivamente contra el mal manejo del gobierno, gestando huidas del dinero local que derivan en necesarias crisis cambiarias.

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Considerás que el con el manejo del tema dólar el Gobierno ya está llevando adelante una devaluación de hecho?

No es cierto lo que dice el gobierno de que el “corralito verde” es una política que evitó la devaluación. El objetivo del cepo es no reflejar en el valor del dólar oficial, la verdadera depreciación del peso, de la misma forma que el INDEC no lo hace en su IPC. El gobierno exprime al Banco Central para financiar un gasto excesivo y obliga a este último a cobrarnos un creciente impuesto inflacionario para transferirle esos recursos. Es decir, si bien el cepo lo oculta, hoy el valor del peso es de menos de un séptimo de dólar; por lo tanto, la devaluación ya se produjo.

Si alguna vez decidimos volver a tener un mercado cambiario único y libre, vamos a tener que reconocer la realidad del valor del peso y hacerlo será más costoso social y económicamente, cuanto mayor sea el tiempo que pase y la brecha se siga ampliando. Por eso, hay que salir del control cambiario lo más rápido posible y, si se intenta hacerlo perdurar, terminaremos en una crisis, como tantas que vivimos en iguales circunstancias en el pasado.

Para poder normalizar el mercado cambiario, es vital resolver el problema de origen, es decir la tendencia del gobierno a incrementar ilimitadamente su gasto. Una vez controladas las erogaciones públicas, será factible empezar a corregir la pérdida de solvencia del Banco Central y, a partir de allí, enfrentar una necesaria corrección del valor del dólar oficial.

Quién gana y quién pierde con una devaluación así en la Argentina?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el cepo tiene un impacto sumamente negativo sobre el sector inmobiliario, la construcción y el turismo que viene del exterior, cuyas consecuencias ya son visibles. Sin embargo, también, afectará a todos los sectores productores de bienes que no cuenten con alguna protección o privilegio. Hay que tener en cuenta que la verdadera depreciación del peso no se refleja en el dólar oficial y que de éste dependen los precios de dichos productos; mientras que la inflación impacta plenamente en sus costos, lo que implica una creciente pérdida de competitividad.

Otra forma de verlo es como una retención creciente a los productos exportables. En la medida que el tipo de cambio “cepo” refleja una menor proporción del verdadero valor del peso y, por lo tanto, el Banco Central le da menos moneda local por dólar de lo que debería entregarle. Sea como sea que uno quiera ver el actual esquema cambiario, la realidad es que los sectores menos eficientes de la economía perderán competitividad y, por ende, tendrán dificultades para poder producir. Eso ya se observa con las economías regionales y las industrias menos eficientes; pero, también, terminará afectando negativamente a las áreas agrícolas marginales e, incluso, los rendimientos e inversión de los que tienen ventajas comparativas, como la zona núcleo sojera.

Por lo tanto, el cepo lleva ineludiblemente hacia tendencias recesivas en el mediano plazo; lo que lo hace insostenible. La peor alternativa sería devaluar e intentar dejar el esquema actual; ya que difícilmente se pueda evitar una crisis. Es más, aunque lo lograran, sería por un corto tiempo; ya que se volverían a gestar nuevas distorsiones que habrá que corregir con otras devaluaciones.

Lo ideal es encarar la solución adecuada y salir a un mercado cambiario libre y único, reconociendo completamente la depreciación del peso que ya se produjo. Esto normalizará a todos los sectores de la economía que actualmente ahoga el cepo. Es cierto, el gran perdedor será el gobierno; ya que deberá controlar su adicción a un aumento insostenible del gasto público.

*Este reportaje fue utilizado en el suplemento WE del Cronista. Para leer la nota completa hacer click aquí.
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