Belgrano, muy lejos de la Presidenta

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

7LA NACIÓN.- Conjeturas un tanto estrafalarias esbozadas por la Presidenta en el Día de la Bandera, en Rosario, nos mueven a intentar alguna aclaración respecto del creador de la insignia patria. En su autobiografía, Belgrano consigna que, si bien se graduó de abogado en España, su interés residió principalmente en la economía. Por su parte, en el relato autobiográfico de Alberdi, éste destaca el liberalismo de su padre, quien entabló una estrecha amistad con Belgrano (el autor intelectual de nuestra Constitución sostuvo que, en gran medida, la Independencia lamentablemente trocó de colono: de la metrópoli a los gobiernos patrios, “siempre máquinas fiscales”).

Luis Roque Gondra apunta: “La obra económica de Belgrano es tan transparente y candorosa que puede señalarse en ella, sin esfuerzo, el grupo de escritores que influyeron profundamente en su espíritu”, y subraya la influencia preponderante de Adam Smith. Así, en el número inaugural del Correo de Comercio, periódico inspirado por Belgrano, aparece un resumen de la sección primera del libro cuarto de la obra cumbre del célebre economista escocés.

En Escritos económicos, donde se recopilan trabajos de Belgrano, se lee: “El hombre sólo trabaja en aquellos ramos en que concibe puede sacar utilidad, y si ésta se la limita la tasa en términos que le deje muy poco y ningún logro, no haya remedio que vuelva a dedicarse a ninguno de aquellos ramos [?] no hay fiel ejecutor ni tasa mejor que la concurrencia: ésta es la que nivela y arregla los precios entre el comprador y el vendedor; ninguna cosa tiene su valor real ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar y éste se liga precisamente a la necesidad que tenemos de ella”.

Esta reflexión de Belgrano no sólo alude al eje central del mercado en cuanto a la importancia de la libertad de precios al efecto de asignar bien los siempre escasos recursos, sino que se adelantó a la teoría subjetiva del valor hasta entonces impregnada por la errada tesis del valor-trabajo. Recién en 1870, primero William S. Jevons y León Walras, y luego con mucha mayor profundidad Carl Menger, desarrollaron la teoría de la utilidad marginal en el contexto de la subjetividad de las valorizaciones. A diferencia de lo expuesto por Karl Marx, dieron por tierra con la plusvalía en la que descansa la teoría de la explotación, tal como lo desarrolló en detalle Eugen Böhm-Bawerk.

Hay muchas lecturas de Marx, pero es de interés resaltar una especulación sobre su honestidad intelectual: una vez rebatida la antedicha tesis central, no publicó nada más sobre el tema a pesar de contar con 49 años y de haber sido un escritor prolífico. Sólo dos apuntes fueron posteriores, el referido al programa Gotha, dirigido al oportunismo de Ferdinand Lasalle, en el que modifica la forma de remuneración, y el folleto de poco más de treinta páginas sobre las comunas de París. En efecto, luego de publicado el primer tomo de El Capital , en 1867, se abstuvo de publicar sobre el eje central de su teoría, a pesar de que tenía redactados los otros dos tomos de esa obra, tal como informa Engels en la introducción al segundo tomo, publicado veinte años después de la muerte de su autor (ocurrida en 1883) y 30 años después de aparecido el primer tomo.

Sin duda que a fines del siglo XVIII y principios del XIX no puede esperarse de Belgrano una actualización y coherencia compatibles con fértiles contribuciones posteriores, tal como calibrarán futuras generaciones nuestros conocimientos actuales, ya que éstos están formados por corroboraciones siempre provisorias sujetas a refutaciones en un contexto evolutivo.

Resulta paradójico, pero hoy el cuadro de situación no ha cambiado respecto de las preocupaciones medulares de Belgrano y de Alberdi en cuanto a la libertad de comercio y al respeto a los derechos individuales. Sin embargo, hay quienes son españolistas en el peor sentido -imperial, inquisitorial y franquista-, aunque se llenan de escarapelas como si no hubiera una contradicción flagrante entre ambas actitudes.

Las consideraciones de Belgrano respecto de la necesidad del funcionamiento libre de los precios se basan en que son las únicas señales para operar, aunque queden desfiguradas en la medida de la intervención de los aparatos estatales. No son indicadores caprichosos, se deben a las prioridades para el uso de los factores de producción que derivan de la institución de la propiedad privada, que a su vez aparece debido a que los bienes son escasos.

En un mercado abierto y competitivo (o de libre concurrencia, como decía Belgrano) el cuadro de resultados revela la eficiencia de cada cual para atender las demandas de su prójimo. En este proceso, las ganancias constituyen un premio por los aciertos, y los quebrantos castigan a quienes no dan en la tecla con los requerimientos de los demás. Distinto es lo que ocurre con los empresarios prebendarios que obtienen sus beneficios fruto del latrocinio debido a su cercanía con el poder, que les otorga privilegios inaceptables en una sociedad abierta (en la época de Belgrano, los comerciantes ligados a la corona española; en la actual, los amigos del Gobierno y aplaudidores oficiales).

Hoy reaparecen funcionarios megalómanos que pretenden administrar precios, sin comprender la naturaleza del conocimiento fraccionado y disperso, por lo que inexorablemente concentran ignorancia. Es del caso ilustrar el tema con la tragicómica suerte de la divisa estadounidense: se implantan cepos, controles, formularios, compromisos forzados, sabuesos propiamente dichos y de los otros para perseguir a ciudadanos pacíficos que sólo pretenden disponer de lo suyo, todo para generar faltantes, blue , paralelo, negro y seminegro, en lugar de comprender que el precio libre que establece el mercado (es decir, la gente a través de arreglos contractuales voluntarios) no hay faltante alguno, del mismo modo que ocurre con las zanahorias y los calzoncillos.

Como también indica Gondra, las ideas de Belgrano dejaron su impronta en no pocos próceres. Por ejemplo, en Mariano Moreno, un adalid del librecambio a nivel internacional, quien en La representación de los hacendados escribió que “el contrabando subrogó el lugar del antiguo comercio” a raíz de los controles burocráticos a las importaciones y exportaciones. Conviene repasar la historia para no repetir errores.

* PUBLICADO EN DIARIO LA NACIÓN, VIERNES 12 DE JULIO DE 2013.