Otra vez el techo de la deuda en Estados Unidos

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

EL CRONISTA.- La telenovela es recurrente. Cada vez que el gobierno federal estadounidense se aproxima al tope de la deuda pública autorizada por el Congreso, se arma una batahola de proporciones mayúsculas donde los dos partidos tradicionales se pasan facturas de distinto tenor. El techo de la deuda se estableció para que el Ejecutivo no se extralimitara en el uso de este canal para obtener ingresos con lo que se restringe el Leviatán y, por consiguiente, se protegen mejor los derechos de las personas. Ahora hay quienes sostienen que como se amplía el techo de la deuda cada vez que se aproxima a lo estipulado, sería mejor eliminar el tope en cuestión al efecto de facilitar el endeudamiento al infinito sin trabas parlamentarias ni los reiterados escándalos públicos y amenazas recíprocas que todos conocemos.

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Es de interés recordar que cuando Thomas Jefferson recibió en su embajada en París copia de la flamante Constitución de su país señaló (en carta al Juez John Tyler) que si pudiera introducir una corrección a ese documento sería la prohibición de contraer deuda por parte del gobierno. Ese procedimiento de endeudarse es incompatible con la democracia puesto que compromete patrimonios de futuras generaciones que no participaron en el proceso electoral para elegir al gobernante que contrajo la deuda.

En esta oportunidad no repetiré lo que he escrito a raíz de las falacias varias que pretenden contradecir el mencionado aserto.

Si la deuda pudiera ampliarse al infinito sin que nunca deba pagarse el principal, significaría más bien un obsequio que un pasivo real, regalo por el que solo deberían pagarse los intereses y renovarse los vencimientos con volúmenes netos mayores de la deuda.

El tema tras este análisis es el grotesco engrosamiento del aparato estatal que se financia en gran media con la monetización de la deuda y con impuestos crecientes en un cuadro de situación en el que está presente un déficit fiscal todavía enorme (por otra parte la deuda norteamericana significa el 105% del producto nacional bruto).

¿Qué es lo que pretenden los partidarios del endeudamiento gubernamental ilimitado? ¿Que el Leviatán lo abarque todo a ritmos inauditos? ¿Acaso no ven el correlato con la disminución galopante de los derechos de la gente? ¿No ven la contradicción con las recetas de los Padres Fundadores y el consiguiente hundimiento del país que fue el baluarte de la libertad? ¿Los administradores de carteras quieren seguir haciendo arbitrajes hasta que se hunda el barco?

Puede ilustrarse esta tendencia macabra con lo que ocurre en una familia: no es para nada la solución a los problemas financieros el solicitar repetidamente aumentos en los límites de las tarjetas de crédito y el tomar deuda por todos los canales posibles. Es sabido cómo termina una familia que adopte ese criterio y en el caso del gobierno estadounidense, además, debe uno imaginarse qué ocurriría si los acreedores quisieran cobrar y los barquinazos que tendrían lugar si subiera la tasa de interés.

Desafortunadamente muchos son los que se quejan porque los osos panda no se podrán alimentar si se ordenaran las finanzas y otros cortes en reparticiones públicas, sin atender la fenomenal transferencia coactiva de recursos del fruto del trabajo de quienes no tienen poder de lobby.

*PUBLICADO EN DIARIO EL CRONISTA, VIERNES 18 DE OCTUBRE DE 2013