Los mitos del comercio con Brasil

Reales-Brasil

ÁMBITO.- Lamentablemente para los brasileños, desde su asunción en 2011, Dilma Rousseff abandonó el camino de consolidación de la solvencia fiscal y de reformas estructurales que siguieron sus predecesores Henrique Cardoso y Lula da Silva. Se tendió a acercar más a las políticas de sus vecinos argentinos y a los bolivarianos, lo que licuó rápidamente la credibilidad de Brasil. Hoy enfrenta graves problemas que se notan en la debilidad de su economía y en una fuerte devaluación del real que ha despertado prevenciones en Argentina. Los temores son que se abaraten los productos brasileños, inundando de importaciones a nuestro país, y se encarezcan nuestras exportaciones, afectando nuestras ventas a dicha nación.

Sin embargo, cuando uno analiza la evolución histórica de nuestras compras de productos brasileños, la realidad muestra que el impacto de las variaciones del tipo de cambio bilateral ha sido muy marginal y de hecho presenta una correlación ínfima. Cuando vemos cómo se relaciona con nuestro nivel de actividad, la cosa cambia drásticamente, ya que explica perfectamente la evolución de nuestras importaciones desde Brasil.

Esto no debería extrañarnos. En definitiva, ¿cuándo aumentamos en forma relevante el gasto de nuestra familia? ¿Cuándo nos aumentan el sueldo o cuándo el supermercado lanza ofertas? Lo mismo pasa con los países. Incrementan sus importaciones en la medida que les va bien económicamente. En segunda instancia, como nosotros con nuestros gastos,  gastará un poco más en donde sea más barato. Por lo tanto, podemos anticipar que, a pesar de que el real se devalúe, igual Argentina seguirá importando poco de Brasil, debido a que nuestra economía continuará en recesión, a lo que hay que sumarle las restricciones que impone el Banco Central y el gobierno debido a la escasez de divisas que genera el cepo.

Lo mismo sucede a la inversa. Los brasileños han comprado más a la Argentina cuando han crecido más y, lo han hecho mucho menos, cuando no les fue bien con su nivel de actividad, como durante los últimos años. Esto independientemente que el tipo de cambio bilateral, que por mucho tiempo favoreció a nuestro país. Por lo tanto, nuestro problema no es la devaluación del real; ya que de todas formas, nuestros productores tendrán una pobre demanda del vecino país. Las expectativas de crecimiento brasileñas serán muy bajas en la medida que, en su nueva gestión, la presidente Rousseff no vuelva decididamente al camino de solvencia fiscal y de reformas estructurales de sus predecesores. Hasta ahora, sólo anunció un tímido mejor manejo de las cuentas públicas, que no resulta lo suficientemente convincente como para alentar el optimismo, y por ende, la inversión y el consumo.

Un último comentario sobre el comercio exterior argentino. El presidente Mujica se refirió a que la Argentina no acompaña el proceso de integración en el Mercosur y recibió una andanada de críticas por  parte de nuestro gobierno. Supongo que deben desconocer que un Mercado Común supone que el comercio de bienes debería circular casi sin restricciones entre los países socios, como si fueran provincias de una misma nación. Si bien eso es lo que sucede si uno quiere venderle a los uruguayos, desde hace años que no es una realidad que ellos puedan exportar libremente a la Argentina. Al principio, con la gestión kirchnerista, aparecieron las restricciones “telefónicas”, y luego, se formalizaron con las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación, que implican tener que pedirles permiso a los funcionarios del gobierno para poder traer algo de afuera.

A esto, hoy debe sumársele la posibilidad de que, aún con las DJAI aprobadas y la mercadería en la Aduana argentina, no le vendan al importador las divisas para pagarla. Por lo tanto, no cabe duda que el gobierno argentino está haciendo trizas el MERCOSUR, que se ha vuelto cada vez más una unión política y no económica. Este hecho se potenció con el ingreso de Venezuela, donde el librecomercio es una quimera.

Publicada en Ámbito Financiero