Por qué Cristina puede querer que gane Macri

Director de Políticas Públicas en

cristina cumple

El título de esta nota sonaría absurdo hace un par de meses, pero ahora ha comenzado a tener sentido. Por otro lado las recientes actitudes de la Presidente frente a Scioli parecen convalidar la intención de desgastar a su propio candidato.

La elección de Daniel Scioli, descartando a Randazzo y a otros aspirantes, obedeció efectivamente al objetivo de ganar las elecciones presidenciales. Era el que más medía de acuerdo a todas las encuestas. En rigor era el único que podía alcanzar la victoria. Había que tragarse el sapo de elegir un candidato alejado íntimamente del pensamiento kirchnerista, pero se suponía que podía condicionárselo por varios lados. Scioli siempre fue un obsecuente y no opuso resistencia a que le impongan a Carlos Zannini como vicepresidente y a camporistas incondicionales en las candidaturas legislativas. El objetivo de lograr impunidad por todos los delitos de corrupción de los que está acusada seguramente llevaba a la Presidenta a tratar de lograr la continuidad del oficialismo en el poder. Además de esa continuidad se había trabajado arduamente en sembrar la Justicia de fiscales y jueces adeptos. Scioli observaba esto sin  levantar un dedo. Al contrario, hizo sus esfuerzos en algún tribunal para facilitarle algún trámite judicial a la Presidenta y su familia. El logro de impunidad jugaba fuertemente en la necesidad de retener el poder.

Sin embargo algunos vientos y no pocas hipótesis del desempeño futuro de Scioli  cambiaron las presunciones presidenciales.  El propio entorno del candidato se encargó de afirmar que quien tiene la lapicera es el que manda.  Alguno comentó que de ganar Scioli en treinta días se sacaría La Cámpora de encima. Por otro lado no hay que tener mucha imaginación para intuir el resentimiento acumulado en las venas de quién fue pública y reiteradamente humillado por el matrimonio Kirchner.

Hay otra circunstancia que ha tomado cuerpo a medida que la realidad económica hace indisimulable la gravedad de la herencia que se dejará el 10 de diciembre. Aunque el discurso oficial siga fantaseando bellezas, el gobierno ha tomado conciencia de la inevitabilidad de un fenomenal ajuste. Si no se lo hace voluntariamente, igual sucederá.  En ese caso, la continuidad del Frente para la Victoria no permitiría echar la culpa a nadie y quitaría a Cristina la posibilidad de decir cosas como: “vieron, conmigo estaban bien y ahora con políticas de ajuste neoliberales y antipopulares el pueblo sufre y solo ganan los fondos buitre y el capital concentrado”. Estar en la oposición le permitiría levantar banderas reivindicativas y lograr más fácilmente apoyo popular para un posterior retorno al poder. Creemos que de esta forma también estaría en mejor situación frente a la Justicia. El dudoso supuesto que la continuidad a través de Scioli facilitaría su impunidad, parece rebatible si una gestión presidencial inevitablemente impopular debilita rápidamente a ambos. Los jueces y legisladores sabrán desprenderse de lealtades y compromisos frente a una opinión pública que repudiará las inevitables y dolorosas medidas de ajuste y que demandará justicia.

A estas reflexiones que siguen un camino racional, podría agregarse el plano emocional. Es evidente la ausencia de afecto de Cristina Kirchner hacia Daniel Scioli. Los separa una grieta ideológica que comanda las relaciones personales de la señora además del desprecio que le despierta el hombre que logró llegar a la candidatura mediante una vergonzosa obsecuencia. No sería extraño que además de fundamentos racionales haya en Cristina motivos emocionales para desear el fracaso electoral de Scioli y el triunfo de Mauricio Macri.