Emilio Ocampo
Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
Profesor de Finanzas e Historia Económica, Director del Centro de Estudios de Historia Económica y miembro del Comité Académico del Máster de Finanzas de la Universidad del CEMA (UCEMA). Profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York (2013-14). Licenciado en Economía UBA (1985) Master of Business Administration (MBA) de la la Universidad de Chicago (1990). Autor de numerosos libros y artículos académicos sobre historia, economía y finanzas.
EL CRONISTA – En el marco del cambio de gobierno y la finalización de un ciclo político y económico de 12 años, la economía argentina creció un 2,1% en 2015, según el Indec, mientras que la inflación, conforme el CIA World Factbook, fue del 27,6% anual, una de las más elevadas del mundo. El 2016 es un año de transición entre dos modelos muy diferentes, reflejado sobre todo en lo económico, como se han dado frecuentes cambios de esta clase en el pasado. Los ciclos económicos en la Argentina finalizan y luego sobrevienen importantes reorientaciones. “Cada 10, 12 años se completa el ciclo económico-político”, asevera Gerardo della Paolera, profesor de economía en la UdeSA y director Ejecutivo de la Fundación Bunge y Born. Una economía casi siempre dependiente del exterior ha dado lugar a obligados giros estratégicos y a crisis, con el ejemplo más reciente en la debacle de 2001, que provocó 57,8% de pobres en enero de 2002 y la cifra récord de desocupación de 21,5% en julio, según el Indec.
Progreso y decadencia
A lo largo de estos dos siglos se sucedieron distintos modelos económicos que modelaron la realidad. “En líneas generales, el siglo XIX se sostuvo en torno a un modelo librecambista”, explica Cecilia Borscak, profesora de Historia de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. En su primera fase, pese a la resistencia del interior, el librecambio se desarrolló desde el saladero, principalmente bonaerense, y más tarde gracias a la inserción exitosa del país como proveedor de materia prima para los mercados externos, donde primó la asociación prioritaria con Gran Bretaña. El denominado “modelo agroexportador” convirtió a la Argentina en el “granero del mundo”. “La prosperidad de nuestro país dependió de la demanda mundial de granos”, señala Matías Tombolini, docente de economía en la UBA y autor de Ladrones (Paidós). Entre 1870 y 1930, el PBI de la Argentina creció 16,4 veces. “De 1853 a 1930 fue un modelo esencialmente liberal, abierto al mundo y respetuoso del derecho de propiedad”, puntualiza Emilio Ocampo, profesor en UCEMA y miembro del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso. La crisis de 1930 detuvo esa formidable primera experiencia de crecimiento orientado hacia fuera, evidenciando los defectos de una economía dependiente y periférica. Fue un proceso dramático que se vivió con similar intensidad en toda América latina. “La Gran Depresión hizo insostenible el modelo liberal y dio lugar al proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI)”, sostiene Borscak.
Entre 1930 y 1955, el PBI se duplicó, lo que representa una tasa anual acumulativa de crecimiento de 2,9%. “Es una cifra marcadamente inferior al período precedente”, advierte Alfredo Gutiérrez Girault, profesor de la licenciatura en Economía de UADE. No obstante, en 1946, el país era la octava economía del mundo occidental y líder de América latina. Pero muchos autores sostienen que a partir de allí comenzó el declive. En efecto, Ocampo afirma que de los últimos 150 años, la primera mitad (aunque con determinadas pausas) se caracterizó por el progreso, mientras que la segunda, por la decadencia. Con un antecedente debido a la crisis que trajo aparejada la I Guerra Mundial, el intervencionismo estatal, causa de los males para algunos, comenzó a figurar en la política económica con peso desde la década de 1930. Entre 1930 y 1945 se construyó la base del modelo intervencionista que la primera experiencia peronista consolidó (1946-1955). “Este modelo estatista-intervencionista-populista es el que, en líneas generales, rigió la economía argentina desde 1946 hasta 2015”, sintetiza el miembro de Libertad y Progreso, y suma un dato contundente: “En términos de PBI per cápita, en 1946 la Argentina era el décimo país más rico del mundo, hoy cayó a la posición 60 ó 70”.
Industrializar, la deuda pendiente
La industrialización tuvo un despegue inicial a partir de la Gran Crisis, aunque no logró fijarse como modelo ni se impuso una política industrial duradera. En los primeros años de desarrollo la base radicó en la industria liviana, la que el peronismo defendió, junto al crecimiento del consumo para el mercado interno. “Se consolidaba en la Argentina el Estado interventor”, resume Borscak. Sin embargo, el afán de industrializar chocó con evidentes límites y la gran frustración de no haber desarrollado industria pesada. “Las oscilaciones políticas en la Argentina no son nuevas y, entre mediados de los 60 a mediados de los 70, la apertura comercial destruyó buena parte de lo consolidado en la industria manufacturera”, asevera Tombolini. Por último, la última experiencia militar resultó nefasta para el moderado desarrollo industrial alcanzado hasta el momento. “La nueva democracia heredó una economía golpeada, deuda externa por u$s 45.000 millones, desmantelamiento industrial, inflación de tres dígitos y altos índices de pobreza”, agrega el autor de Ladrones.
Tampoco las condiciones inherentes al país para industrializar fueron favorables. Desde el comienzo faltaron insumos vitales, fuentes de energía y un mercado considerable donde volcar la producción. “Es muy difícil pensar que la Argentina hubiera podido tener revolución industrial tan temprano”, sentencia Della Paolera. Si bien Manuel Belgrano marcó la necesidad de desarrollar el comercio, la agricultura y la industria, en lo que respecta a la última, tal anhelo fue por lejos el menos cumplido. Desde los primeros momentos, la dependencia del capital extranjero fue notoria y, como en todo país dependiente, generó trastornos fiscales. “Y siguen hasta hoy”, finaliza el docente en UCEMA.
Estrategias cortoplacistas y crisis
En 1953, Perón se percató de que la economía no podía crecer sin el aporte del capital extranjero, por ende legisló y actuó para atraerlo. Fue el momento en donde el crecimiento medio de la economía descendió al 2% anual. Desde la segunda mitad del siglo XX, el país ingresó en un proceso de ciclos cortos. “Las políticas económicas se alternaron erráticamente, lo que hace difícil identificar un modelo dominante”, explica Gutiérrez Girault. Se perdió el rumbo respecto de una política de Estado firme. En cambio se dieron propuestas económicas antagónicas, incluso dentro de un mismo partido. “El resultado ha sido un Estado caótico y reglas de juego oscuras donde hay que tratar el corto plazo a riesgo de sufrir quebrantos”, reflexiona el directivo de Bunge y Born. La política económica muchas veces ha sido dictada por el pragmatismo antes que por la teoría, así como por el oportunismo del momento. Ocurrió en el caso del menemismo. “Menem, un peronista, fue el primero que se atrevió a desmantelar el Estado interventor”, observa Borscak. Las crisis, en muchos casos producto de estrategias cortoplacistas y malas decisiones económicas, abundan en la historia patria.
Las hubo en el siglo XIX (1866, 1873 y 1890), pero la originada en la I Guerra Mundial, de 1913 a 1917, contrajo el PBI un 20%. “Dicha debacle marcó el fin de la supremacía política y comercial de Inglaterra, principal inversor y socio comercial”, evidencia Ocampo. Pero la de 1930 fue el golpe de gracia. “La Gran Depresión fue sin duda la más seria de todas las crisis, obligó a cambiar los lineamientos del modelo”, advierte la docente de la Universidad Austral. Otros episodios difíciles se produjeron en 1952, 1959, 1981/82, 1988/1990 y 2001/2002; cuando en cada uno el PBI cayó un 5% anual. En 2001, para Tombolini, el clima social y político llevó a la mayor crisis de la democracia moderna. Además, la de 2001 tuvo el mayor impacto en las estadísticas. “La economía en un año se contrajo 15%, sin precedente desde 1914”, concluye el miembro de Libertad y Progreso.
Principales socios
“El panorama de los socios comerciales más relevantes cambió a lo largo de 200 años”, asevera Della Paolera. Desde el comienzo, el principal socio comercial fue Gran Bretaña, seguido por otros países europeos. En 1914 la Argentina era el primer receptor de capital inglés del planeta. Más tarde, los Estados Unidos comenzaría a disputarle el terreno y desplazaría la participación británica. “En la actualidad, Inglaterra representa sólo 1% y los Estados Unidos un 10%”, expone Gutiérrez Girault. Pero a partir de la década de 1960 fue este último el país con el que mayor dependencia externa se generó, lo que resultó perjudicial en la década de 1980 y en la crisis de 2001. Las postrimerías del siglo pasado trajeron nuevas transformaciones, producto de un mundo global en cambio. Por ejemplo, una mayor gravitación de los latinoamericanos, donde destaca Brasil (24,5%) como actual principal socio comercial y, fuera de la región, el avance chino, un verdadero boom desde el 2000. “Consecuencias fueron el auge del complejo del ‘agribusiness’ y un proceso de sojización frente a cereales más tradicionales”, remata el directivo en Bunge y Born.