La exuberancia ministerial

LA NACIÓN – EDITORIAL – Ha trascendido que el presidente Mauricio Macri estudia una simplificación de la organización ministerial, lo que abre una expectativa positiva frente a la demorada reducción del gasto público y a la evidencia de una ineficiente estructura del gobierno nacional. Frente a estos trascendidos se han movilizado los gremios estatales y fuerzas de la oposición, denunciando un próximo “ajuste”. Tal vez no perciban que si no se lleva adelante una racionalización y una reducción ordenada del gasto, el ajuste ocurrirá de cualquier manera y sin planificación alguna, con consecuencias mucho más gravosas, en particular entre los que no están preparados para eludirlas.

Ante esta perspectiva de una poda de la frondosa estructura ministerial, también algunas entidades sectoriales han hecho pública su preocupación por la pérdida de representatividad dentro del Gobierno. Este tipo de protesta denota una cierta confusión respecto de cuál es el rol de los ministros. Estos no representan sino que gobiernan. Quien es elegido para un cargo público ejecutivo debe actuar en beneficio de todos, evitando hacerlo en favor de algún sector en particular.

Cuanto más amplia sea la cobertura de un cargo ministerial hay mayores posibilidades de que su política sea independiente y no sectorialista. Asimismo, el componente técnico de las intervenciones gubernamentales en áreas como industria, comercio, minería o energía debe sustentarse en entes, institutos o agencias y no necesariamente en un ministerio.

Todas estas consideraciones vienen al caso en la perspectiva de una reducción del número de ministerios. La reforma debería orientarse a mantener aquellos que administran políticas de amplio alcance transversal y a los que manejan funciones de gobierno sustanciales e indelegables. Debe claramente haber un ministerio para las cuestiones internacionales. También se requiere un ministerio para llevar la relación del gobierno nacional con las provincias y con los partidos políticos. Hay también áreas de relevancia con menor interrelación de gestión con otros ministerios o bien con fuerte transversalidad. Ellas son: la educación y la cultura, la salud, la defensa, la seguridad interior y la política ambiental. Por su lado, un Ministerio de Economía debe ser entendido con sentido amplio, no sólo abarcando la cuestión fiscal y monetaria, sino también las regulaciones económicas y laborales, la inversión y los servicios públicos. La dilución de un Ministerio de Economía en varios otros para evitar que adquiera demasiado poder es una decisión equivocada que obliga a una mediación desgastante del Presidente entre varios de sus ministros.

Entre las iniciativas y estudios sobre esta cuestión hay una valiosa y detallada propuesta de reforma elaborada por la Fundación Libertad y Progreso, que propone una estructura de siete ministerios, además de la Jefatura de Gabinete. Estos son: Interior y Justicia, Relaciones Exteriores y Culto, Economía y Trabajo, Cultura y Educación, Salud y Acción Social, Defensa, y Ambiente y Desarrollo Sustentable. Esta propuesta postula la reducción de la cantidad de niveles de la pirámide administrativa y la eliminación de superposiciones, llevando el número de unidades administrativas desde las actuales 1138 a 219.

Cualquier proceso de racionalización administrativa debería operar en el marco de la ley de regulación del empleo público, que habilita los procesos de racionalización en la administración nacional y establece una gradualidad, compensaciones y mecanismos de reinserción laboral. Incluso sería conveniente una ampliación de las medidas que faciliten el tránsito de la reforma sin producir un impacto social significativo.

La gravedad de la situación fiscal y el preocupante ritmo de endeudamiento público deben ser asumidos por la oposición y por todos los sectores de interés económico o gremial cuando deban considerar las medidas para reducir el desbordado gasto público. La reforma del exuberante aparato burocrático es una de ellas. En esto no deberían pesar las cuestiones ideológicas. Es instinto de supervivencia, aritmética y sentido común.