¿Le importa o no el salto del dólar al Central?

En mi opinión, el sistema de metas de inflación es el mejor para un país que hasta hace poco no tuvo índices creíbles y, además, mantiene relativamente altas las variaciones de precios. Ayuda a que todos podamos tener una brújula común para negociar contratos; pero para eso es necesario que todos confiemos en que se van a cumplir. Por eso, coincido con la afirmación que hace no mucho tiempo hizo el Presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, de que cambiar las metas de inflación era equivalente a que no existiesen. Lamentablemente, debo agregar que, si no se las cumple, también dejan de existir, y la realidad es que hoy hemos perdido las esperanzas de que este año sea igual o menor a 17% y, por ende, la confianza en su voluntad de lograr los objetivos fijados para los próximos años.

El gran problema es que el Banco Central tiene una estrategia que es inconsistente; ya que intenta pegarle a varios blancos teniendo sólo una bala, por lo que termina sin darle a ninguno. Sólo puede tener una sola meta, porque su único instrumento es la política monetaria; lo que surge de ser el único productor de la moneda local. Como sucedería en cualquier mercado, si intenta ofrecer más de lo que del otro lado se demanda, el precio del bien (la moneda) bajará. Lo interesante es que, en este caso, es la unidad de medida con la que valuamos todos los bienes y servicios; por lo que veremos una suba generalizada de sus precios en pesos. O sea, inflación no es dicha alza, como dicen muchos economistas, sino la depreciación de la unidad de medida.

El Banco Central pretende acumular reservas, sostener el tipo de cambio, que las tasas no sean altas y cumplir las metas de precios, todo con una sola bala. Pero las tasas son altas y el crédito al sector privado es bajo; porque entre los tres niveles de gobierno tienen un déficit de más de 9% del PBI que absorbe gran parte del financiamiento interno. En realidad la tasa que fija el BCRA es más baja que la que equilibraría el mercado dado el enorme rojo del Estado, por lo tanto incentiva una demanda mayor a la oferta de crédito, que el BCRA debe cubrir emitiendo.

Por eso, me hace mucha gracia cuando escucho decir que la política monetaria del BCRA es contractiva, cuando el crecimiento de la base monetaria superó el 30% durante todo este año e, incluso, en febrero rondó el 46%. Dada la meta de inflación de 17%, la política monetaria ha sido fuertemente expansiva, a menos que creamos que del otro lado la demanda real de pesos está creciendo a más del 15%. Es obvio que no puede ser así en un país en el que su moneda ha sido bastardeada por décadas de irresponsable manejo del BCRA. Por lo tanto, ¿a quién puede extrañarle que la inflación haya estado todo el tiempo por encima de lo que se esperaba y de lo que era compatible con la meta fijada?

Por otro lado, comprar reservas o sostener el tipo de cambio también implica emitir pesos, depreciar nuestra moneda y aumentar la inflación. Para que esto no pase, el Banco Central termina tomando fondos en el mercado de crédito local; por lo que financia la acumulación de reservas con deuda carísima. Si le adicionamos lo que tuvo que colocar para absorber lo que le transfiere de recursos al Estado, hoy el stock de pasivos remunerados supera el valor de las reservas. A menos que pensemos que la devaluación futura superará ampliamente el 25% anual, estamos comprometiendo seriamente la solvencia del BCRA. Claramente esa suba del tipo de cambio no es compatible con una inflación en baja. Tampoco lo es pretender pagar semejante pasivo con el aumento de la demanda de base monetaria; ya que también la supera.

La oferta monetaria sigue creciendo por encima del 30% y, ahora se agregó un problema más. El valor de algo no sólo depende de su producción, sino de su demanda y la del peso se vio impactada negativamente por la crisis que puso en riesgo la presidencia de Temer en Brasil y, posteriormente, por la decisión de no subir la calificación de nuestra economía a “emergente”. La baja de la preferencia por el peso ha hecho que éste pierda valor; lo que primero se refleja en el tipo de cambio y, luego, en los precios de los bienes y servicios.

Como este país no es Suiza y la gente no confía en su moneda, ante la suba del dólar, la demanda y el precio del peso se caen y vuelve a subir el tipo de cambio, generando más preocupación y, por ende, un círculo vicioso. La pregunta es para qué compró tantas divisas el BCRA si cuando hay que usarlas para defender el valor de nuestra moneda, se prioriza tenerlas guardaditas como si fueran la joya de la abuela. Quizás no les interese hacer nada porque muchos reclaman que el dólar suba; pero dado que en gran medida se debe a que el peso se deprecia, eso significará más inflación.

Lo malo es que el período preelectoral sumará percepción de riesgo, lo que significará menos demanda y aún más depreciación de nuestra moneda e inflación. Es vital que el BCRA demuestre que está dispuesto a defender el valor de nuestra moneda o corremos el riesgo de que la huida del peso se agrave y termine perdiendo toda su credibilidad; lo cual sería muy costoso para los argentinos.