Malas noticias: Hay que esperar 10 años a que bajen los impuestos.

Según noticias periodísticas el Ministro Nicolas Dujovne habría dicho que se tardará diez años en bajar la presión tributaria a los niveles de 2003, que la intención del Gobierno es bajar la presión tributaria 0,5% del PIB por año y lograr el equilibrio fiscal dentro de tres o cuatro años.

A su vez indicó que los empresarios no deben tener demasiadas expectativas por la reforma que será gradual y que el eje de la reforma será aumentar la base imponible, bajar la evasión e incentivar el crecimiento.

Estas afirmaciones deben ser interpretadas como la peor noticia de la administración de Cambiemos. Implica un error grosero de lectura de la realidad argentina.

Argentina está estancada y bloqueada por la ecuación fiscal que propone el Estado Argentino en todos sus niveles. Una elevada presión tributaria a cambio de una pésima prestación de servicios.

Las afirmaciones del Ministro invitan a reflexionar y preguntarnos:

  1. ¿Qué le hace pensar al Ministro que la Argentina tiene diez años de tiempo para bajar los impuestos? Es como si el capitán del Titanic hubiera dicho, “tranquilos señores, encontré unos baldes para sacar el agua”. Argentina no tiene tiempo. La presión impositiva no solo desincentiva al inversor que aún no llegó sino que desanima la reposición del gastado parque de capital que ya está trabajando. No solo hace inviable la reposición sino el funcionamiento mismo de las fábricas y negocios. Hay 96 impuestos en todo el país y no hay actividad alguna que pueda pagar, liquidar, y registrar todos los impuestos tal como están diseñados. En el caso de las Pymes la situación es peor. Las empresas grandes pueden amortizar los costos de administración fiscal y eventualmente el pago de todos los tributos. Para las Pymes es imposible. Absolutamente imposible.
  1. En el aspecto fiscal el gradualismo es un error. Es como darle a un paciente un analgésico por año en la esperanza que el dolor se calme entero desde el primer día. No hay posibilidad alguna. La inversión que no llega por el sistema impositivo, no va a venir porque se prometa un desmantelamiento hipotético en diez años en dosis marginales. Una Pyme tiene once o doce vencimientos impositivos mensuales en veinte días hábiles. Si cada dos días uno es dedicado a pagar impuestos no hay competitividad posible.
  1. Se desprende de las palabras del Ministro Dujovne que la recaudación crecerá a partir de la reducción de la evasión y que la rebaja se sentirá marginalmente y de poco para las empresas formales. Nada más alejado de la realidad. Si el 30/35% de la actividad no tributa debidamente los impuestos no es por exceso de picardía sino por una imposibilidad fáctica de cumplir con la presión tributaria asfixiante. Pretender que a esta administración le van a pagar los impuestos que no han tributado a otras anteriores es poco menos que apelar a la mística. Implica no comprender las causas de la evasión. Sin comprensión de las causas es imposible encontrar una solución.

Actualmente están lloviendo telegramas e intimaciones de todas las agencias recaudatorias (no sólo AFIP sino también ARBA, AGIP y las de otras provincias) con motivos de exprimir la naranja fiscal hasta los niveles más asfixiantes posibles.

Las intimaciones fiscales constituyen el “nuevo corralito” por cuanto bloquean el accionar de las empresas que ante la dificultad de pagar $ 100 al día de vencimiento mucho menos podrán pagar las multas, punitorios y honorarios el día siguiente.

No se trata de ponderar actividades ilegales sino de poner luz sobre las causas del agobio fiscal de los contribuyentes que hacen fila en las agencias de la AFIP mientras sus negocios sucumben ante la inviabilidad.

La estructura impositiva actual es inviable. La inviabilidad no se resuelve gradualmente sino de shock. Un shock valiente, bien comunicado, decidido y sin medias tintas ni temores irrecuperables.

Hay formas, ideas y propuestas alternativas partiendo de la base que el punto de partida es la sustentabilidad de la economía argentina en su conjunto y no sólo del gasto público.

El gobierno debe

  1. Fijar, en acuerdo con la Corte Suprema de Justicia un “techo impositivo” para dar previsibilidad a la inversión existente y a la que aún no llegó. El techo impositivo habilitará al contribuyente a dejar de tributar cuando la sumatoria de todos los impuestos supere el nivel establecido. En tal caso, la distribución de los recursos será un tema a resolver entre las administraciones. Es la única defensa del contribuyente ante la voracidad fiscal competitiva de Nación, Provincias y Municipios.
  2. Establecer un cronograma de reducción lineal y automático de reducción en las alícuotas de los impuestos a las ganancias y al valor agregado.
  3. Eliminación de impuestos nacionales distorsivos.
  4. Llamar a cada impuesto por su nombre. Las jubilaciones y los salarios no son ganancias. Debe eliminarse la nominalidad.
  5. Establecer una rebaja significativa en los impuestos laborales para los empleados nuevos a partir de cierta fecha. Para dichos empleados formales nuevos debe ampliarse la edad jubilatoria y/o invitarlos a cotizar a regímenes privados de pensión.
  6. Negociar con cada provincia una reducción de los ingresos brutos a cambio de un porcentaje del IVA. A su vez el sector privado debe denunciar las violaciones a los principios derechos y garantías de la Constitución Nacional que significa la forma, el modo y las condiciones que establece cada provincia en el cobro de los ingresos brutos.
  7. También puede pensarse un cambio radical de shock estableciendo mecanismos de incentivos para que el nuevo paquete fiscal sea tributado por el 100% de los contribuyentes, en el entendimiento que impuestos bajos pagados por todos es una matriz mejor que impuestos elevados pagados por pocos.

 

Trabajar en estas ideas es mejor, más estimulante y esperanzador que pretender los mejores resultados con una estructura impositiva senil y decadente. Argentina sigue debatiendo sobre vacas sagradas como si tuviéramos tiempo.

Se avecina otra década perdida.

La anterior fue a causa de la corrupción. No perdamos esta década porque no nos atrevemos a modificar las causas últimas de dicho saqueo.