La enfermedad política de Trump

Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.

Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.

Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.

Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.

EL COMERCIO – “Vamos a estar ganando tanto que se van a cansar de tanto ganar” fue un refrán de Donald Trump en su campaña, que tuvo como lema “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”. El poder político del partido Republicano que controla el presidente es histórico: controla la Casa Blanca, el Senado, la Cámara de Representantes y la mayoría de las legislaturas y gubernaturas a nivel estatal.

Aun así, no ha sabido gobernar. El fracaso la semana pasada en derogar el odiado plan de salud de Obama —promesa central de la campaña de Trump— es representativo de la ineptitud política del presidente estadounidense. Trump no tiene ideología que guíe su visión de país, y el plan republicano de salud que apoyó (hasta el momento en que era obvio que iba a fracasar y le retiró su apoyo) era peor —desde un punto de vista ideológico conservador o liberal— que el de Obama. Por eso, algunos senadores republicanos se rehusaron a votar por él. También es verdad que una vez que se crean beneficios estatales, son sumamente difíciles de reformar. Pero Trump no tiene demasiado interés en el contenido ni en los detalles de las políticas, ni tampoco en ejercer el poder tomando en cuenta las complejidades políticas.

A pesar de tener una mayoría en el Congreso, al momento Trump no ha tenido ningún logro legislativo importante. Al contrario, comparado con los primeros meses de sus antecesores, el presidente ha emitido más órdenes ejecutivas que cualquier presidente estadounidense desde Franklin Roosevelt —una muestra de debilidad legislativa y concentración de poder en el Ejecutivo—.

Esto no quiere decir que el Congreso esté funcionando de maravilla como contrapeso del Ejecutivo. Trump está corrompiendo a un Partido Republicano que antes decía representar ciertos valores, pero que ahora aboga por una agenda que es ideológicamente incoherente y que incluye valores opuestos a los que tradicionalmente sostenía el partido —el proteccionismo o un presupuesto keynesiano, por ejemplo—. Y si bien no todos los representantes republicanos apoyan la agenda de Trump, buena parte de ellos y su liderazgo sí lo respaldan en su afán de mantenerse en el poder. En realidad, el Congreso también es disfuncional.

Tenemos entonces a un Partido Republicano bajo Trump que representa una “mayoría vacía”, según el columnista conservador Ross Douthat del New York Times. No sabe ejercer el poder, pero irónicamente podemos esperar que siga ganando elecciones siempre y cuando, según Douthat, los demócratas sean todavía peores en hacer política. Uno de los efectos más perniciosos de Trump es sobre los estadounidenses demócratas bien educados y de centro-izquierda, que se sienten justificados y más que confiados respecto a sus puntos de vista, cosa que los aísla aún más de la población estadounidense. No reconocen que detrás de los pronunciamientos cargados de Trump hay resentimientos bien fundados en contra de la elite política. El voto a los republicanos, observa Douthat, es un voto de protesta.

La Casa Blanca está en caos. El presidente quita apoyo a sus propios secretarios y consejeros, y miembros de su equipo se pelean abiertamente entre sí. Es posible que Trump despida a su procurador general por no detener una investigación al presidente, lo cual generaría una crisis política. Trump representa y ha acelerado el declive del movimiento conservador —que años atrás era fuente de serias e innovadoras políticas públicas e ideas políticas, pero que ahora ya no lo es—. Es muy temprano para saber hasta dónde llegará la infección de la enfermedad política que representa Trump o qué la pudiera revertir. No es muy temprano para ver que su política ha hecho más pequeño a Estados Unidos.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 1 de agosto de 2017.