Agustín Etchebarne
Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
El bitcoin fue sin dudas una tecnología disruptiva. La genial idea de crear una moneda fiduciaria virtual con un crecimiento limitado de la oferta. Pero para llegar a ser una moneda real necesitaba tener varias características, como ser reserva de valor, servir como unidad de cuenta y medio de cambio aceptado. La primera podía ser asegurada mientras la demanda sea creciente o estable y la oferta fuera limitada. La segunda es más compleja, dada la alta volatilidad de la nueva moneda. Pero la clave estaba en la tercera. La capacidad de usar de medio de cambio, eso requiere que el uso de la moneda virtual se fuera expandiendo, idealmente hasta hacerla universal. Así nacieron los sacerdotes del bitcoin, los predicadores en las redes sociales de esta nueva moneda.
El atractivo es inmenso, porque a medida que se expande el uso del bitcoin, aumenta su demanda, con una oferta que promete ser limitada (aunque muy pocos sean capaces de demostrar que esto sea cierto), el resultado pronosticado es el aumento del precio de esta moneda, incluso hasta niveles exhorbitantes. Así la persona que vendió unas pizzas por 10.000 bitcoins, si no hubiera vendido sus bitcoins, hoy tendría USD 48.000.000. Genial!… pero no tanto.
El problema es que efectivamente la expansión del conocimiento y del uso del Bitcoin hizo crecer su demanda y su precio. Pero todo está basado en un mito. El mito es la limitación de la oferta de Bitcoins. Este mito ya está destruido, porque en realidad lo que uno tiene es una cryptomoneda, y lo que no tiene límites es la creación de las cryptomonedas. De modo que ahora las cryptomonedas compiten, esto hará que sean muy volátiles, porque la demanda puede fluctuar entre unas y otras, de acuerdo a modas que pueden ser muy pasajeras.
La especulación será intensa, hasta un momento en que colapsarán. El colapso se dará justo cuando el mercado de cryptomonedas llegue a su plenitud. En ese momento, los Estados tendrás sus propias cryptomonedas y pondrán trabas para la competencia de las cryptomonedas privadas. La demanda en algún punto colapsará y volverá a un lugar marginal, dejando millones de personas frustradas. Lo que va a quedar como riqueza para la humanidad es la genial tecnología del Blockchain.