Argentina puede estabilizar el mercado

Por Daniel Lacalle*

Diagonales.com | Cada cuatro años, y de cara a las elecciones, casi todos los partidos proponen en Argentina las mismas promesas electorales: frenar el dólar, controlar los precios y congelar la subida de tasas y tarifas. Sin embargo, el ciudadano argentino sigue escuchando estas promesas como si fueran una cuestión de ideología o de partidos y no de política monetaria. Y es un problema fundamental de política monetaria. La inflación en Argentina, que ya supera el 50% en 2019 y lleva años entre las más altas del mundo, no es “multicasual”. El problema es uno: El peso. Una moneda que los propios ciudadanos rechazan porque la política monetaria de unos y otros partidos siempre es devaluadora e inflacionaria.

No es una casualidad que los mejores gestores de divisas del mundo sean argentinos. Un ciudadano en ese gran país vive cada día luchando contra la destrucción deliberada del poder adquisitivo de la moneda por parte de unos gobiernos que siguen financiando un gasto público desproporcionado con impresión de moneda. El ciudadano argentino es, en su mayoría, un héroe o heroína que es capaz de mantenerse a flote mientras se destruye el poder adquisitivo de salarios y ahorros.

Argentina tiene inflación de país del tercer mundo mientras sus países vecinos, con menos potencial y capital humano, tienen niveles de inflación diez y veinte veces inferior. No es casualidad. No es multicasual. Es el peso y la nefasta política monetaria.

Muchos economistas en Argentina usan cualquier excusa para culpar de los males del país a cualquier causa excepto al elefante en la habitación. Y se acude a tres falacias:

  • “Estados Unidos y otros países también aumentan su base monetaria y llevan a cabo políticas expansivas y no tienen enormes niveles de inflación como Argentina”. Para que se hagan ustedes una idea, Argentina ha aumentado su base monetaria más de 13 veces más que Estados Unidos desde 2001, con demanda internacional y nacional de pesos decreciente mientras la demanda de dólares se mantiene estable o creciente. Es decir, el Banco Central de Argentina no hace “como la Reserva Federal”, sino como el banco central de Venezuela: inundar de pesos el mercado cuando la demanda de estos es decreciente. No es una casualidad que Argentina deba endeudarse en dólares. Ni los ahorradores nacionales quieren el riesgo moneda, y cuando lo aceptan, demandan tasas de 30-40% para compensar la evidencia de destrucción monetaria. El gráfico adjunto muestra el aumento de la masa monetaria en Argentina comparado con EEUU.

  •  “Argentina ya dolarizó y fue un fracaso”. No, Argentina no dolarizó, hizo un subterfugio cambiario que pegaba el peso al dólar partiendo de un cambio inicial                       completamente inflado y, por lo tanto, simplemente disfrazaba la inflación actual esperando que el dólar se depreciara a largo plazo. Como una olla a presión, acaba por estallar. No, no es “fortaleza del dólar”, es debilidad del peso. El peso en 2019 vuelve a ser, con la Lira Turca, una de las monedas más débiles contra el dólar, mientras la política monetaria de EEUU se ha suavizado, parado la subida de tasas y aumentada liquidez. ¿Por qué Venezuela, Argentina o Turquía ven sus monedas desplomarse en un entorno de bancos centrales acomodaticios mientras otras monedas se fortalecen? Porque siguen financiando los desequilibrios que sus gobiernos se niegan a reconocer con impresión de una moneda que pocos aceptan. No es casualidad que lo primero que hace un asalariado medio en esos países es intentar deshacerse de la moneda local a toda velocidad para defender sus pequeños ahorros y su renta real.

  • Si se dolariza, Argentina pierde la soberanía monetaria y la oportunidad de aumentar la base monetaria cuando haya demanda. Es como decir que hay que fabricar un producto que nadie desea y mantenerlo en inventario por si aparece un comprador. Los ciudadanos europeos de los países periféricos sabemos que la demanda de pesetas, dracmas o escudos portugueses era bajísima y que las desastrosas devaluaciones (mal llamadas competitivas) llevaron a esos países a perpetuar sus problemas estructurales y mantenerse en niveles de desarrollo menores. Argentina no necesita el peso para conseguir su desarrollo. Pero, si mantiene el peso, desde luego lo que no se puede permitir es una política monetaria desastrosamente inflacionista que constantemente lleva al país a crisis, inflación y primas de riesgo de país del tercer mundo. Ecuador ha evitado caer en hiperinflación venezolana precisamente por haber reconocido que el sucre, su moneda, no servía como reserva de valor, medida de cambio ni método de transacción. El peso está en camino de caer en esa situación si se sigue negando que la destrucción de poder adquisitivo tiene una sola causa: una política monetaria que consistentemente sobrevalora la demanda de pesos e infraestima el riesgo inflacionario.

Argentina no se puede permitir una impresión de moneda que destruye, vía pérdida de poder adquisitivo constante, el potencial de la economía. Ni ayuda a las exportaciones, ni atrae inversión ni mejora la competitividad. El Banco Central de Argentina debe reconocer que su masa monetaria es, como mínimo, muy inferior a la demanda real de pesos en la economía. Y estamos hablando de dos y tres veces inferior. Por eso los ajustes “graduales” no funcionan ni han funcionado nunca. Ni reducen la pobreza, ni evitan la crisis ni la inflación y la escalada de la prima de riesgo.

Los partidos en campaña electoral no necesitan presentar soluciones mágicas a la debilidad del peso, lo que tiene que hacer es reconocer la realidad monetaria del país, y reconocer que se ha creado un sistema monetario destructor que impide al país alcanzar su innegable potencial.

*Doctor en economía, profesor de Economía Global y autor de bestsellers entre los que se cuentan La Gran Trampa, La Madre de Todas las Batallas y Viaje a la Libertad Económica, traducidos al inglés, chino y portugués. Twitter: @dlacalle

 

Publicado originalmente en diagonales.com