Un alarmismo que sirve el poder

Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.

Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.

Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.

Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.

EL COMERCIO – Recientemente el columnista del Washington Post George Will escribió: “La escasez sirve de excusa reciclable para agrandar el Estado”. Declaraciones de que hay demasiadas personas en el planeta y se nos están acabando los recursos naturales, la comida, la tierra fértil, etc. sirven para otorgar cada vez más poder a quienes nos gobiernan.

En la medida en que se polariza la sociedad y empieza el ciclo político, podemos esperar con más frecuencia que se cuestione la moralidad del uso y consumo de un sinnúmero de bienes y, llevándolo a un extremo, hasta la misma existencia de las personas. Es así como hace poco el New York Times publicó un artículo de opinión que preguntaba: “¿Sería la extinción humana una tragedia?”. “Bien podría ser”, respondió el autor, “que la extinción de la humanidad mejoraría el mundo”. La congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez representa a un creciente movimiento antinatalista cuando pregunta: “¿Todavía está bien tener hijos?”.Situación política monetaria mundial

Tal pesimismo está basado en una perspectiva fatalista del mundo: las cosas están empeorando y se requieren medidas urgentes y drásticas para revertir la tendencia. El problema con ese punto de vista es que tiene un viejo historial de estar equivocado. Por eso, Will nos recuerda que “hay que predecir los cataclismos no antes de cinco años desde el presente y no a más tardar de 10 años del presente, que es lo suficiente pronto como para aterrorizar a la gente, pero lo suficiente lejano como para ser olvidado si la predicción cae en el error”.

En 1968, el profesor Paul Ehrlich advirtió de que cientos de millones de personas morirían de hambruna en los 70. Ocurrió todo lo contrario. Tanto la productividad agrícola como la población mundial se incrementaron notablemente, pero eso no desalentó al profesor que recientemente comparó el aumento de la población a la propagación del cáncer.

Sin ninguna duda existen retos ambientales a los que tenemos que poner atención, pero toda la evidencia muestra que la escasez de bienes primarios no es parte de ellos. En su nuevo índice de abundancia, los analistas Marian Tupy y Gale Pooley encontraron una realidad empírica que es, a la vez, contraintuitiva: el planeta es 519% más abundante de lo que era en 1980.

Para llegar a esa conclusión, los investigadores observaron los precios reales de 50 commodities, como el petróleo o el azúcar, entre 1980 y el 2018. Casi todos los precios cayeron en el tiempo. Pero si se toma en cuenta el precio de las materias primas en términos de horas de trabajo –cuánto trabajo se requiere para comprar el bien– todos se abarataron notablemente. En su conjunto, los principales commodities son más baratos en un 72,3%. Esto ocurrió mientras la población aumentó en un 71,2%.

En otras palabras, el planeta se está volviendo más abundante en la medida en que incrementa su población. Es lo que predijo hace décadas el profesor Julian Simon. Según él, mejoras en el bienestar de la humanidad se deben a la capacidad del hombre de innovar constantemente cuando tiene la libertad de hacerlo. Basándose en la evidencia empírica, los autores del índice encuentran que cada persona adicional incrementa la abundancia del planeta de manera desproporcional. Por eso declaran que la Tierra está experimentando un tiempo de “superabundancia”.

Los autores observan tendencias semejantes respecto a un sinnúmero de otros bienes. Además, cuando toman en cuenta los precios en horas de trabajo de mano de obra no calificada, los beneficios para esos trabajadores son enormes.

Si el alarmismo convence a la gente de que el mundo está empeorando en vez de mejorando, ayudará a revertir las políticas que han hecho posible tal progreso –los precios de mercado, el libre comercio y la libertad para innovar– y a empoderar a todo tipo de políticos que hoy desconfían de la sociedad abierta.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 25 de junio de 2019.