Ian Vásquez
Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
EL COMERCIOS – CATO – ¡Cómo ha cambiado América Latina en un año! No hace falta ir muy atrás en el tiempo para recordar una región en la que el desastre de Venezuela representaba la crisis de la izquierda latinoamericana y su constante rechazo en las urnas.
Hoy Venezuela está peor. Aun así, en México gobierna un populista admirador del chavismo, los peronistas que destruyeron Argentina están por volver al poder y una parte de la guerrilla colombiana ha retomado las armas tras el “histórico” acuerdo de paz.
Esos sucesos, claramente, representan los fracasos de los gobiernos de centro y centroderecha de estos países. Y aunque tales resultados no eran predeterminados, tampoco deberían sorprender del todo.
El celebrado acuerdo de paz entre el Gobierno Colombiano y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas) en el 2016 fue rechazado en un referéndum por un pueblo que lo consideró injusto. La ONG Human Rights Watch coincidió, refiriéndose al acuerdo como una “fachada de justicia en nombre de la paz”, pues, entre otras cosas, y a diferencia de acuerdos similares en otros países, garantizaba la impunidad. Contra su propia palabra, el entonces presidente Juan Manuel Santos convirtió el acuerdo en ley tras pasarlo por el Congreso que él controlaba.
El acuerdo carecía de legitimidad popular. Sumado a esto, la declaración de tres cabecillas de las FARC la semana pasada sobre retomar la lucha armada, parece dar la razón a los “cínicos” que nunca creyeron que los rebeldes habían negociado de buena fe. En las elecciones legislativas del año pasado, las FARC no hubieran obtenido representación en el Congreso de no haber sido por el acuerdo que les garantizaba escaños aun sin los suficientes votos. Hoy, Colombia no tiene paz, pero sí tiene a una exguerrilla sumamente impopular legitimada por el Congreso.
Argentina es otra historia. A cien días de haber llegado al poder en el 2015, Mauricio Macri cambió el país para bien. Redujo impuestos a las exportaciones, eliminó controles de capital y llegó a un acuerdo para resolver el default del 2001. Pudo hacerlo porque heredó una Argentina en el piso. Hoy, el país está en recesión, tiene más pobreza, más deuda y una inflación más alta que la que dejó el peronismo. En sus últimos cien días, Macri está revirtiendo sus logros iniciales. Ante el desplome del peso, empezó a imponer controles de capital e incumplió el pago de una parte de la deuda. Los mercados están apostando por un default generalizado.
El regreso del peronismo se debe –como tantos ahora han notado y algunos antes advirtieron– al gradualismo por el que optó Macri. En vez de continuar con reformas necesarias, decidió hacer muy poco luego de sus cambios iniciales.
Los mexicanos eligieron a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por semejantes razones. México tendría que ser el país estrella de América Latina por su cercanía al gran mercado estadounidense y el tratado de libre comercio con EE.UU. y Canadá. En cambio, ha sido un país con un crecimiento mediocre y grandes problemas como la corrupción y la violencia descontrolada. Ha habido verdaderos avances, en gran parte debido a la apertura del mercado, pero la economía tradicional no ha visto reformas beneficiosas y así ha quedado estancada buena parte del país.
Hoy, el proyecto populista de AMLO avanza a un paso mucho más acelerado de lo que se aprecia en el exterior de México, debilitando tanto la independencia de las instituciones del Estado como las de la sociedad civil. No tardará mucho más para que la mayoría de los mexicanos empiece a sentir el inevitable impacto económico negativo.
Un factor común en los tres países es la mediocridad de los gobiernos no-izquierdistas. Otro es la llegada que tiene el relato de la izquierda al pueblo o a la élite. Los dos factores parecen estar relacionados.
Este artículo fue publicado recientemente en El Comercio (Perú) el 3 de septiembre de 2019.