Los problemas de apostar por el consumo

Director en Iván Carrino y Asoc. | Website

Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

Los Mercados – A corto plazo, todo bien. A largo plazo, todo mal.

Con prisa y sin pausas, el nuevo gobierno de Alberto Fernández lanzó una enorme cantidad de medidas económicas a solo 15 días hábiles del inicio de su gestión. En la búsqueda de diferenciarse 180 grados de la Administración Macri, el plan económico parece ser una apuesta total a la recuperación del consumo.

Esto es a todas luces lógico, o al menos absolutamente compatible con el diagnóstico que Fernández hacía antes de llegar a la presidencia. En el debate presidencial que tuvo lugar en octubre del año pasado, Albero declaró:

Argentina es un país que consume el 70% de lo que produce. Entonces, cuando uno afecta [negativamente] el consumo afecta directamente a la producción, y cuando se afecta a la producción se aumenta el desempleo. Y cuando aumenta el desempleo, se genera pobreza.

Dicho la anterior, no extraña que ahora el foco de la política económica pase por reactivar el consumo, como si ahí radicara la clave de la prosperidad.políticas económicas erradas

Según un estudio privado comentado por Página 12, de hecho, esto es lo que se busca hacer:

El Centro de Economía Política Argentina (…) confía en que la inyección de dinero en los sectores más vulnerables y las medidas que permiten recuperar poder adquisitivo a la clase media impactarán en el consumo para, al mismo tiempo, acompañar las medidas en favor de las Pymes y generar los puestos de empleo perdidos.

… el centro de estudios calcula que un volumen total de 102 mil millones de pesos se volcarán al consumo a partir de los bonos a los jubilados y los beneficiarios de las asignaciones familiares, el programa de tarjeta de alimentos y el anunciado bono para los trabajadores asalariados del sector privado y público

Además de las medidas que se describen aquí, existen también otras, motivo por el cual podemos separarlas en dos grupos distintos.

El primer grupo comprende la inyección de dinero a través de bonos a jubilados y asalariados arriba mencionada. A este grupo de medidas podríamos sumarle la nueva política monetaria, que ya redujo la tasa de interés de referencia en 800 puntos básicos (de 63% a 55%), y emitió $AR 100.000 millones para asistir las necesidades del tesoro.

Más “plata en el bolsillo” y tasas más baratas para endeudarse equivaldrían a mayor capacidad de consumir.

El segundo grupo es un extensivo programa de control de precios. Tal como ya se ha anunciado:

  • Por 180 días se congelarán las tarifas de luz y gas.
  • Por 120 se congela la tarifa de colectivos y trenes del Área Metropolitana de Buenos Aires
  • Se congelan por tiempo indefinido los peajes en rutas y autopistas nacionales y bonaerenses
  • Se suspende un aumento del 5% en el precio de las naftas.

Nuevamente, si los precios se congelan por decreto presidencial, eso implica o bien que se puede consumir mayor cantidad de dicho bien, o bien que habrá más ingreso disponible para demandar otros productos.

La orientación hacia el consumo queda clara. Lo que no queda tan claro es qué efectos tendrán estas medidas sobre el crecimiento de la economía.

Alberto y la fábrica de Chocolates

Si bien suele pensarse que el consumo es una soga que “tira de la producción” lo cierto es que éste es solamente uno de los fines a los que puede destinarse aquello que ya se ha producido.

Por ejemplo, si pensamos en una caja que contiene 20 bombones de chocolates ya producidos, hay dos cosas que podemos hacer con esos bombones. La primera alternativa es comer solo 10 de ellos, destinando los otros 10 a la venta, y con el dinero generado por dicha venta invertir para producir una nueva caja de chocolates en el futuro.

La segunda alternativa es comerse todos los bombones. Esto puede sonar genial producto de que maximizaríamos nuestro bienestar presente. Sin embargo, eso vendría con el costo de un menor bienestar futuro. Puesto en sencillo, una vez terminada la caja, no hay más cajas ni bombones para consumir.

A corto plazo todo bien. A largo plazo, todo mal.

Los economistas modelamos esta situación con lo que se conoce como “Frontera de Posibilidades de Producción”. Dado que la economía es la ciencia que estudia la escasez, sabemos que no hay de todo, para todos, todo el tiempo. Por tanto, con los recursos disponibles (tierra, trabajo, y capital), hay que elegir qué hacer. Y una de esas dicotomías es justamente entre consumo e inversión.

Frontera de Posibilidades de Producción. En A hay poco consumo y mucha inversión. En B todo es consumo, pero hay 0 inversión.

Como se observa en el gráfico de arriba, en el punto A la economía dedica una parte de sus recursos al consumo y otra a inversión (o a producir bienes de capital). Lo interesante es que estos bienes de capital permiten mejorar la productividad, lo que en el largo plazo genera mayor producción futura. Es decir, que la Frontera de Posibilidades de Producción se mueva hacia la derecha y el país sea más próspero.

Sin embargo, si nos paráramos en un punto B donde solo se consumiera lo que existe, entonces en el largo plazo la FPP se movería para la izquierda, puesto que no solo estaríamos consumiendo los productos terminados, sino también las máquinas y herramientas para producir.

Finalmente, entonces, ocurriría como con la caja de chocolates. No habría más producción y habría menor consumo. La economía se habrá empobrecido.

Este es uno de los problemas de la estrategia oficial. Dado que el aumento de los salarios y bonos es pagado con impuestos que recaen sobre la acumulación de capital, podrá financiarse un mayor consumo presente pero a costa de un menor consumo futuro.

Por otro lado, dado que bajan las tasas de interés, podrá haber más consumo pero solo a costa de un menor nivel de ahorro, que es el único que posibilita la verdadera y genuina inversión productiva.

Los controles de precios y el recuerdo del DAKAZO

El segundo grupo de medidas es el del control de precios. Ahí la línea de razonamiento es que cuanto más baratos estén los bienes, más cantidades de esos bienes, o de otros, se demandarán.

El problema aquí es que así como habrá un aumento en las cantidades demandadas por los precios más bajos, también caerán los incentivos a ofrecer. Es economía básica.

Un ejemplo extremo de lo que decimos ocurrió en Venezuela el 8 de noviembre de 2013. Preocupado por la situación económica y por lo elevado de los precios de los electrodomésticos, Nicolás Maduro ordenó ese día que la empresa de distribución de electrodomésticos más grande del país (DAKA) redujera en un 50% los precios de venta al público. Acto seguido, llamó al pueblo a “¡que no quede nada en los anaqueles!”.

De corto plazo, el estímulo al consumo fue fenomenal. Hasta hubo que mandar a los militares a controlar la entrada de los locales de Daka, que desbordaban de potenciales clientes. Sin embargo, el desincentivo a la inversión y la producción fue igual de espectacular.

De hecho, desde ese momento en adelante, Venezuela comenzó lo que el Washington Post denominó “el peor desastre económico de la era moderna”. Al año siguiente Venezuela comenzó un declive económico que la llevará, en 2020, a haber perdido más del 70% de su producción agregada.

FuentE: ICYA en base a IMF-WEO

Aclarando y concluyendo, no quiero decir que vayamos a experimentar semejante crisis, pero sí que los principios que subyacen a uno y otro caso son los mismos: querer estimular el consumo controlando los precios es premiar a éste pero en detrimento de la producción.

Y, a la larga, si no hay producción, tampoco habrá nada para consumir.

Las políticas de Alberto Fernández pueden tener un efecto positivo de corto plazo. Pero las consecuencias negativas a futuro no pueden ser ignoradas.