En busca del segundo milagro alemán

Conductor de @dasligahaus. Corresponsal de Fox Sports en Alemania.

Mientras el mundo se debate entre el horror de las muertes originadas por el coronavirus y la tierra arrasada que deja a su paso en diversos sectores económicos, Alemania tiene, en este punto, una “ventaja no deseada”: ya se ha recuperado de dos guerras mundiales, libradas en su territorio.

Si bien quedan pocas personas aún vivas que hayan pasado por la Segunda Guerra, hay muchas más que han vivido los 10 años de recuperación que le siguieron, forjando lo que el periódico británico The Times bautizó como “el milagro alemán”.

El panorama era muchísimo peor que el que puede enfrentar el mundo ahora, si tenemos en cuenta que se habían destruido casi todas las fábricas, que gran parte de la población masculina de entre 18 y 35 años había desaparecido, que se había perdido el 20% de los hogares, y que una gran parte del país había caído bajo las garras del comunismo ruso.

Un grupo de economistas liberales, influenciado por las ideas de Hayek, decidió dar un giro radical hacia una economía abierta, quitando regulaciones, controles de precios y creando el marco alemán en 1948, como vimos en mi columna anterior. Así nació el “Wirtschaftswunder” (el milagro económico), que transformó a Alemania en potencia a mediados de los cincuenta, superando incluso a una Gran Bretaña, que le había ganado la Guerra y controlaba, junto con el resto de los Aliados, su territorio.

Ludwig Erhard fue el economista que lideró este movimiento, y perteneció al mismo partido de la actual canciller alemana, Angela Merkel. Precisamente, la actual líder del país, que nació en Hamburgo, pero se crió en la antigua Alemania comunista, declaró públicamente que es una “amante de la libertad”.

De hecho, su estrategia para lidiar con el que ella misma declaró (en su única cadena nacional en 15 años de gobierno) como el “mayor desafío del pueblo alemán desde la Segunda Guerra Mundial”, tiene algunas de las raíces de la política que encaró, en aquel momento, Ludwig Erhard.

Habiendo tenido la “ventaja” de observar, unas semanas antes, lo que ocurría en Italia, en Alemania se decretó también una cuarentena, como en casi todo el mundo. Pero ésta, nunca fue muy restrictiva de las libertades individuales. Merkel apuntó a dar un mensaje claro a la población, buscando más la concientización y el cuidado personal, que patrullar las calles evitando que la gente saliera. Desde el primer día de cuarentena pudimos salir a caminar o a correr por el bosque, sin dar explicaciones, respetando el distanciamiento social.

Desde el punto de vista económico, en la columna anterior les hablaba de la ley que prohíbe al Estado tener déficit. Es el llamado “Schuldenbremse” (freno de la deuda), que permitió reducir el endeudamiento desde un 90% a un 60% del producto bruto. Esta norma, escrita en la constitución, establece excepciones para casos como el actual, y es así que no tendrá vigencia este año.

Desde el día que se anunció la cuarentena se estableció un esquema de asistencia al sector privado, para ayudarlo a resistir este encierro forzado. Todas las empresas y autónomos del país recibieron un subsidio, en base a la cantidad de empleados de cada sector. En una empresa en problemas, por ejemplo, los trabajadores hacen horarios reducidos, recibiendo un 80% de su salario. Un total de 20 puntos porcentuales de éste, es pagado por el Estado.

Todos los autónomos con problemas fueron exceptuados de pagar anticipos de ganancias, y se establecieron ayudas especiales para los sectores más perjudicados, como la gastronomía y la hotelería (los hoteles están abiertos sólo para viajes individuales de trabajo). Una empresa como Lufthansa, por ejemplo, recibirá un aporte de 9 mil millones de euros, que se traducirá en una participación estatal en el porcentaje accionario de la compañía.

Así, un presupuesto que iba a llevar a un superávit de más de 1 punto del producto y a reducir el endeudamiento a menos del 60% en 2020, fue prácticamente duplicado, para ayudar al sector privado. Este fue el “pequeño plan Marshall” de Merkel.

Precisamente, fue el sector privado el gran aliado del Estado en la lucha contra el virus. Más de 100 laboratorios privados buscan desesperadamente la vacuna, mientras que todas las empresas automotrices ayudaron en la fabricación de respiradores y material sanitario.

Un país que invierte el 20% del producto bruto en salud (30% más que España) y 90 mil millones de euros anuales en investigación y desarrollo (el doble que Francia), tiene la mayor cantidad de camas de terapia intensiva por habitante del continente. Este año, inclusive,  aumentó el número de estas de 25 a 40 mil. Al mismo tiempo, y previendo que sería la única forma de relajar la cuarentena, se importaron grandes cantidades de reactivos para hacer tests, desde países como Corea del Sur. El plan de liberación de la economía, que ya está en plena marcha, se basa en la información que generan estas pruebas. Incluso, de los más de 600 mil testeos semanales que se pueden hacer, se informa que más de 100 mil quedan sin utilizar.

Otro ejemplo del aporte del sector privado es el desarrollo que empresas como Telekom y SAP realizan para crear una aplicación que informe de casos de contagio en los alrededores de cada uno que la tenga en su celular, y quiénes ya tienen los anticuerpos por haber estado expuestos al virus. Gracias a estas iniciativas, hoy Alemania tiene todas sus tiendas, locales de hasta 800 metros cuadrados y la vida se asemeja a la de principios de marzo, con distanciamiento social y barbijos.

Así, Angela Merkel, una doctora en física que se sienta y explica su plan con una claridad que deja sin argumentos a los opositores, ha logrado tener un 75% de aprobación de la población, en cuanto al manejo de esta crisis.

Como decía, no es la primera vez que esta sociedad pasa por algo así. La destrucción que dejaron las guerras, seguidas de la inflación, desempleo y escasez que provocó el populismo nazi, fueron lecciones que los alemanes aprendieron sudando sangre.

Esas lecciones le dieron a Merkel y a los ministro-Presidentes de los 16 estados federados (el equivalente a las provincias en la Argentina) la hoja de ruta. Un Estado que ahorró durante mucho tiempo, salió rápidamente a ayudar al sector privado, gastando parte de esos ahorros, mientras lucha contra la pandemia. Pero, al mismo tiempo, está listo para retroceder y volver a abrazar las ideas y libertades individuales que ya hicieron grande a Alemania una vez, y que pueden volver a despegarla del resto una vez más, cuando el mundo vuelva a ser “normal”. Por ejemplo, el ministro-Presidente de Baviera ya anunció que se rebajarán todas las alícuotas de ganancias (que rondan el 20%) ni bien termine la pandemia.

¿Funcionará? ¿Será suficiente? Ni Nostradamus lo sabría. Pero así funcionó una vez el milagro alemán y cuando algo funciona, en este país, nadie lo discute.