El peligro de la senda chavista en la expropiación de Vicentin

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

LA NACIÓN – La empresa estatal constituye una contradicción en los términos, ya que el eje central de la actividad empresaria radica en asumir riesgos con recursos propios. Arrancar el fruto del trabajo ajeno remite a un organismo político. No es puede jugar al empresario. Los incentivos desempeñan un rol crucial, no es lo mismo como se toma café y se encienden las luces cuando los recursos son propios que cuando son de terceros que han sido convocados a la fuerza. En economía y en ciencia política se denomina “la tragedia de los comunes”, es decir, lo que es de todos no es de nadie.

No se necesita ser muy avezado en historia para percatarse de los problemas que generan las llamadas empresas estatales. En el momento mismo de su constitución implica una alteración en las prioridades de la gente, puesto que hacen algo distinto de lo que hubieran hecho los consumidores libre y voluntariamente. Y si se dice que el aparato estatal hace lo mismo que prefiere la gente no tiene sentido su intervención con los ahorros correspondientes de gastos burocráticos.

No se necesita ser muy avezado en historia para percatarse de los problemas que generan las llamadas empresas estatales. En el momento mismo de su constitución implica una alteración en las prioridades de la gente

Cuanto más estratégico es el servicio en cuestión, más razón para que funcione bien. Recuerdo cuando se sostenía que la telefonía se mantenía en manos estatales por su importancia vital para la seguridad pero tardaban una media de diez años en colocar el aparato en domicilios y los que tenían teléfono era frecuente que no tuviera tono con lo que había que desplazarse para visitar personalmente al destinatario en un contexto de pérdidas colosales.

Ahora resulta que el actual gobierno decide echar mano a una empresa vinculada con la industria alimenticia , otra aventura nefasta para establecer una falaz “soberanía alimenticia” sin percatarse que ya bastante se tiene con los adefesios de empresas estatales para aplicarlo a la alimentación, sea de modo directo o indirecto vía las exportaciones cuando las experiencias en todos lados han contribuido a graves desajustes y al hambre.

El gobierno anuncia la expropiación de una empresa centenaria con gran presencia en la exportación agroindustrial, harinas, aceites, la ganadería, la industria frigorífica y la vitivinicultura. Se presentó en concurso de acreedores con un abultado patrimonio neto negativo, asunto que se tramita en el ámbito judicial lo cual no compete al Ejecutivo.

En el mundo de hoy, la pandemia hace que las medidas adoptadas se dividan en dos grupos, por una parte aquellos recaudos necesarios para evitar la lesión de derechos a través de contagios y, por otra, las que se escudan en el coronavirus para engrosar el Leviatán y propinar nuevos golpes a los derechos de las personas.

¿Será posible que en lugar de encaminarnos hacia los principios alberdianos que en su momento hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta, nos encaminemos a la profundización del estatismo que nos viene hundiendo en el fango desde hace ocho décadas?

Como es de público conocimiento, el gasto estatal se encuentra a niveles astronómicos en nuestro país lo cual hace que la carga tributaria resulte descomunal, la deuda -hoy nuevamente en proceso de “renegociación”- ha escalado a niveles insostenibles a lo que se agrega una expansión monetaria colosal en un contexto de amenazas a la libertad de prensa, proyectadas reformas inauditas al Poder Judicial, querellas frenadas por sonados casos de corrupción y la pretensión de endosar el manejo presupuestario a la Jefatura de gabinete, lo cual es función primordial del Poder Legislativo. Como si esto fuera poco, este enjambre se lleva a cabo machacando con las fallidas recetas de controles de precios y embates contra comerciantes.

La medida mencionada presenta el peligro de la senda chavista donde el “exprópiese” resuena como un alarido mortal que amenaza con hundirnos en la tragedia venezolana. ¿Será posible que en lugar de encaminarnos hacia los principios alberdianos que en su momento hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta, nos encaminemos a la profundización del estatismo que nos viene hundiendo en el fango desde hace ocho décadas? Es de desear que se adviertan a tiempo los peligros y se rectifique el rumbo.