La inflación se prepara para despegar una vez finalizada la cuarentena

La cuarentena aceleró la demanda de pesos. Sin embargo cuando se retorne a la normalidad, esta demanda de dinero volverá a caer y comenzarán a verse los efectos inflacionarios de la fuerte expansión monetaria que se está realizando, nuevamente.
 

Argentina es uno de los países que más sufre el flagelo de la inflación y, como consecuencia de ello, las personas lo sufren en sus bolsillos. El peso cada día vale menos. Sin embargo, el aumento sistemático del nivel de precios es el síntoma y no la causa de las fallas que existen en nuestra economía. Y es que, en un país donde la demanda del peso se encuentra debilitada, no es de extrañar que el incremento de la base monetaria tenga un impacto estrecho con la inflación. El problema se agrava cuando observamos que el BCRA no suele ser autárquico en Argentina y termina financiando al gobierno.

En el gráfico se puede observar cómo desde mediados del siglo pasado, la inflación se convirtió en un componente frecuente de la economía argentina. El aumento porcentual de los precios fue de tres dígitos desde mediados de los 70’ hasta principios de los 90’, acompañado por supuesto de una gigantesca expansión monetaria. De esta manera, se alcanzaron niveles de hiperinflación, como en 1989-1990, en donde los precios sufrieron un incremento del 3.079% y 2.314%, respectivamente. A su vez, la base monetaria se expandió en el primer año 5.169% y 881% en el segundo. Luego, con la llegada de la convertibilidad, el problema inflacionario parecía haberse acabado. Tras la sanción de la Ley 23.928, el Banco Central estaba limitado a emitir pesos respaldados por la cantidad de dólares que tenía en las reservas. De esta manera, se logró en pocos años reducir la inflación llegando a promediar un 2% anual en la segunda mitad de la década de los 90, mientras que la base monetaria se expandió al mismo ritmo.

Argentina tiene una moneda que se destruye porque los funcionarios de gobierno encargados de la política económica, utilizan al Banco Central para financiar gastos de gobierno superfluos y medidas populistas.