Gradualismo fiscal híbrido

Analista Económico en Libertad y Progreso.

HOY ROJAS – Por Diego Piccardo* (NA) — Habiendo terminado la renegociación de la deuda externa bajo ley extranjera y local, el ministro Martín Guzmán dio vuelta la página.

En el siguiente capítulo viene la negociación con el FMI.

No va a ser fácil. Si bien es probable que el organismo no solicite reformas estructurales, va a poner condiciones y metas cuantitativas.

El mercado pone especial atención a la meta de déficit fiscal que va a salir de esa negociación para los años siguientes.

Guzmán ya adelantó que para el 2021 el déficit fiscal va a ser del 4,5%. No hay que descartar que haya sido el primer movimiento de la negociación con el FMI.

El número que le cierra al Excel a Guzmán puede que sea inferior y el anuncio anticipado del déficit fiscal del 2021 le da margen de negociación.

Lo que sí es seguro es que Argentina va a necesitar financiamiento para lo que queda del 2020 y para el año siguiente más allá del número final del déficit.

¿Cómo piensa reducir y financiar el déficit fiscal el año que viene? La primera cuestión para tener en cuenta es que 2021 es un año electoral. El ajuste fiscal y elecciones no es algo que se lleven bien con el gobierno de turno. La experiencia de Cambiemos en 2019 fue prueba de ello.

Sin embargo, el ajuste tarde o temprano se termina haciendo.

La cuestión es quien lo hace: El sector público o el privado.

Para pasar de un déficit fiscal del 8% a 4,5% del PBI hay que bajar el gasto público y/o subir los ingresos. Este año esas dos variables se movieron en direcciones opuestas a las mencionadas.

Mientras el gasto subió para atender cuestiones sanitarias y de contención social, los ingresos se desplomaron por la caída de la economía. Por estas razones, pasamos de un déficit primario de 0,4% al 8% del PBI en el 2020.

Un ejemplo es la evolución de la participación del IVA que paso de oscilar en torno al 30% a rondar el 25% de la recaudación total.

A contramano, el Impuesto PAIS, que grava en un 30% la compra de dólares oficiales, paso de ser el 0,6% de la recaudación a ser el 3,58%.

Esta puede ser una de las causas por las que Guzmán quiere mantener el impuesto, sumado al costo político de prohibir directamente el dólar ahorro, y a la creencia del ministro de que, dada la renegociación de la deuda, la demanda de divisas va a caer.

En el otro extremo está el BCRA con las reservas que se derriten mes a mes. No es de extrañar que a comienzos de cada mes los Home banking se saturen y terminen colapsando.

Para escaparse del peso no hay grieta, todos sabemos que el que apuesta al peso va a terminar perdiendo. En julio, 3,9 millones de personas compraron en promedio US$193.

Para agosto, se estima que ese número haya superado tranquilamente el umbral de los 4 millones.

Para el año que viene, con el rebote de la actividad, los ingresos tributarios ligados a la actividad subirán y el gasto público teóricamente debería disminuir por el simple hecho de no tener una pandemia que atender.

Esto último suponiendo que el IFE y los créditos / subsidios ATP son medidas temporales que desaparecerían el año que viene.

Sin embargo, se requiere de algún esfuerzo adicional para cumplir la meta fiscal del 2021. La pregunta es la mencionada anteriormente: ¿Quién hace ese esfuerzo? Todo parece indicar que lo van a hacer los contribuyentes.

La mirada del gobierno es que se requiere de un Estado grande que motorice la economía con recursos que provienen ni más ni menos que del sector productivo. Receta que intentamos muchas veces y en ninguna terminó bien.

Además, el déficit tiene que ser financiado de alguna manera. Cerrada la posibilidad de tomar deuda en el mercado internacional y teniendo un mercado de deuda local raquítico, la única fuente de financiamiento es la emisión monetaria.

Así, la inflación se acelerará e incentivará, como ya nos tiene acostumbrados, a que cambiemos esos excedentes de pesos por dólares.

Convivir constantemente con déficit fiscal hace que vivamos siempre en crisis.

Gastar menos de lo que ingresa es sentido común para cualquier presupuesto familiar. El problema es que los gobiernos manejan dinero ajeno y no lo cuidan como si fuese de ellos y se termina malgastando.

Hacen falta reformas estructurales para que de una vez por todas cambiemos la forma en que se maneja el Estado y que tenga las cuentas fiscales ordenadas porque de alguna que otra forma la sociedad termina pagando los derroches del gobierno.

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