Qué incentivos tiene un político para hacer los ajustes que requiere la economía

Analista Económico en Libertad y Progreso.

ÁMBITO FIANANCIERO“En el largo plazo estamos todos muertos”. Esta célebre frase del economista John Maynard Keynes parece resumir a la perfección el rumbo económico del gobierno. Mientras atravesamos esta convulsionada coyuntura, el largo plazo no parece estar en la agenda de nadie dado que lo único que importa es llegar a las elecciones.

De esta manera, el gobierno va a jugar todas sus cartas a que, en el corto plazo, la economía no termine de descarrilarse, total, después de las elecciones estamos “todos muertos”. El problema es que la vida sigue y los argentinos tenemos que seguir viviendo en una economía que con una inflación mensual anualizada del 60%, un PBI estancado desde 2011 (y en caída), con medio país bajo la línea de la pobreza y con muy pocas expectativas de que se revierta la situación.

Este año no parece ser la excepción a la regla de la “maldición de los años pares” en donde la economía crece en los años impares (electorales) y cae en los años pares (no electorales), regla que Argentina sigue a rajatabla desde el 2011 aunque en 2019 se incumplió ya que ni en el año electoral se pudo obtener una variación positiva del PBI debido a la crisis de confianza del 2018.

La receta que siguen los gobiernos es lograr que el salario real de los votantes crezca en el año en el que se acuden a las urnas, a través de la postergación de ajustes del tipo de cambio y de otros precios como son las tarifas de los servicios públicos. A esto se suma un incremento en el gasto público destinado a sectores dinámicos como la construcción. De esta manera, logran llegar a las elecciones con cierto alivio en los bolsillos. Ya lo dijo el asesor de campaña de Clinton en las elecciones contra Bush padre: Es la economía, estúpido.

En este sentido, este año vamos a ver al gobierno tratando de postergar todos los ajustes de precios relativos para que los trabajadores perciban un incremento real de sus salarios. Para ello, se debe cumplir la regla de oro de la economía kirchnerista: tarifas congeladas y tipo de cambio creciendo por debajo de la inflación. En el largo plazo (que en Argentina es el 2022) se verá cómo se solucionan esos problemas, pero, como dijo Keynes, para ese entonces estamos todos muertos.

¿Qué incentivos tiene un político para hacer los ajustes que requiere la economía a costa de su banca en el Congreso por cuatro años? Esta pregunta nos puede llevar a entender un poco más la actitud de todos los gobiernos que esconden bajo la alfombra los problemas para limpiarlos más adelante. Además, los beneficios de hacer las cosas bien puede que no los termine capitalizando políticamente el gobierno actual, sino que el próximo gobierno coseche los frutos de una política económica mesurada. Entonces ¿Vale la pena pagar el costo político para que mi rival electoral se beneficie? La respuesta es obvia.

El resultado de estos incentivos es la “política del parche” permanente que nos deja encerrados tratando de lidiar con el cortísimo plazo y perdemos de vista lo que sucederá en el largo plazo. Un ejemplo de “parche” son los controles de precios. Dentro de la profesión se sabe de sobremanera que es una política que no sirve para bajar la inflación. Sin embargo, Argentina vuelve una y otra vez a aplicar este tipo de controles, aminorando la suba de precios por unos pocos meses, pero terminando con escasez de productos e inflación reprimida. Si realmente se quiere bajar la inflación es necesario poner el foco en la cuestión monetaria y, fundamentalmente, en la fiscal.

En definitiva, este año no solo no se solucionarán algunos problemas económicos de Argentina, sino que ni se buscarán solucionar por la sobre importancia que tienen las elecciones legislativas para el gobierno. Así, los problemas de hoy se terminarán agravando, reflejándose en cortes en los servicios públicos, saltos fuertes en el tipo de cambio y mayor inflación futura. El costo de procrastinar las reformas estructurales es muy grande, hace falta que un gobierno decida afrontarlo sin importar la capitalización política de los resultados positivos ya que lo único que debería importar es que el país salga de una vez por todas del estancamiento económico.