Cómo impactó la cuarentena en los distintos sectores de la economía

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Iván Cachanosky
Economista, colaborador de Libertad y Progreso

Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.

LA NACIÓNCarlos Manzoni – Cuando baja la marea se descubre quién nadaba desnudo. Esta frase acuñada por el inversor y empresario estadounidense Warren Buffett puede aplicarse a la Argentina: si bien las aguas de la pandemia de coronavirus que comenzó a mostrar sus efectos hace un año aún no se retiraron, ya puede observarse que el país atravesó la crisis del Covid-19 con “poca ropa” y, por eso, sufrió un duro golpe en términos económicos, sociales y sanitarios.

En efecto, a diferencia de lo que sucedió en la gran mayoría de los países, el coronavirus sorprende a la Argentina con una macroeconomía repleta de desequilibrios, con déficit fiscal crónico, con una acuciante escasez de dólares y con una pésima imagen ante inversores extranjeros, entre otras cuestiones.

Iván Cachanosky, economista de la Fundación Libertad y Progreso, señala que en el año que transcurre desde marzo de 2020 hasta marzo de este año, la economía argentina cayó 10%, más que cualquier país de la región (excepto Perú, que cayó 11%). “A todos los afectó la pandemia, pero la diferencia en el caso de la Argentina reside en que arrastra desequilibrios estructurales desde hace 60 años, de los cuales 50 los vivió con déficit fiscal. Entonces, ante cualquier adversidad extra, sufre más que el resto”, explica el especialista.

La consultora Abeceb expresó en números la desnudez económica que puso en evidencia el coronavirus. En un informe titulado “Deterioro generalizado que condicionará fuertemente 2021”, detalla que en este año de pandemia el PBI cayó 10%, la inflación cerró en 36,1% (casi 18 puntos menos que en 2019, pero sostenida por controles de todo tipo y por el propio efecto pandemia), el déficit primario fue de 6,5%, el riesgo país escaló a 1400 puntos y la brecha cambiaria ascendió a 85%. Todo esto en medio de una pérdida de reservas de US$5000 millones. Además, según los últimos datos del Indec, la desocupación llegó al 11,7% (al tercer trimestre de 2020) y la pobreza, al 40,9% (primer semestre 2020).

En este contexto, el impacto en los sectores de la economía fue heterogéneo, ya que si bien todos resultaron perjudicados, algunos sufrieron más que otros. Victoria Giarrizzo, economista, directora del CERX e investigadora del IIEP de la UBA, señala que los tres sectores mas golpeados por la crisis sanitaria fueron el gastronómico, el hotelero y la construcción. “En abril y mayo casi no hubo actividad y esa situación se prolongó hasta septiembre. Recién comenzó a recuperarse a partir de octubre, pero muy lentamente, por lo que redondeó una caída de 48%. Los hoteles tuvieron una baja similar y la construcción, si bien recuperó un poco al cortarse la restricción, cayó 25% en el año”, comenta.

Por otro lado, ¿cuáles fueron los rubros menos castigados? Según los analistas consultados, hay que ubicar en esa lista al comercio electrónico, la intermediación financiera (uno de los pocos sectores que crecieron en 2020), alimentos y bebidas, y energía.

A la hora de hacer un balance de este año de pandemia, el economista Camilo Tiscornia, director de la consultora C&T Asesores Económicos, opina que, en general, el resultado es negativo, sobre todo en lo macroeconómico. “Por donde uno lo mire, los resultados han sido malos. Han sido malos en todos los países, pero acá fueron peores. La caída del PBI, de 10%, fue de las peores del mundo. Obviamente, tiene mucho que ver la forma en que el Gobierno enfrentó el problema, con una cuarentena tan larga, una política que en perspectiva se ve como errada”, destaca.

Soledad Pérez Duhalde, directora de Operaciones de Abeceb, también hace un balance del último año. “Los resultados económicos los medimos en PBI e inflación, y los sociales en desempleo y pobreza. Cualquier número que se mire va a estar en rojo. Al comparar con la región se ve que no nos destacamos por lo sanitario, ya que estamos en el top ten de los peores, y en lo económico sucede lo mismo. Es decir, no alcanzamos ni una meta ni la otra. ¿Se podría haber hecho algo mejor? Algunos vecinos sí lo lograron”, opina la economista.

Para tener una referencia, se puede repasar la performance del resto de la región en el período que va desde marzo hasta diciembre de 2020: según datos de Libertad y Progreso, el PBI de Brasil cayó 4,92%; el de Chile, 7,51%; el de México, 9,47%; el de Paraguay, 1,85%. Solo Perú superó la caída de la Argentina, al tener un derrumbe de 13,7%.

Para Giarrizzo, la Argentina fue de los países donde más impacto económico tuvo la pandemia y eso ocurrió, primero, porque casi en ningún país hubo restricciones tan largas hasta normalizar la actividad; y, por el otro, porque ya se venía en recesión. “Entonces, la crisis encontró al mercado con bajos niveles de ventas, con bajos pedidos de producción, las familias con ingresos apretados, las empresas con dificultades financieras y problemas para cubrir costos. A eso sumemos que en medio de la pandemia estábamos renegociando la deuda y haciendo malabares para contener la inflación. Pocos países tenían los problemas macroeconómicos nuestros al inicio de la pandemia y pocos, además, le sumaron una cuarentena tan larga”, enfatiza.

De todo el cóctel de debilidades macroeconómicas que padece el país, quizá el más grave de todos (o al menos el que más directamente se siente en el bolsillo del ciudadano) sea la inflación. Este problema, que ya estaba antes del Covid-19, no pudo solucionarse: terminó siendo de 36,1% (en el mundo evolucionó por debajo del 2% en promedio), pero con el dato oculto de que hubo muchos precios controlados. “El Gobierno puede decir que fue menor que la de 53% que dejó [Mauricio] Macri, pero con una recesión tremenda y con los precios pisados”, subraya Tiscornia. En lo que va del año fue de 4% en enero y 3,6% en febrero. El Gobierno calculó 29% en el presupuesto para todo 2021, pero los privados la ubican por encima del 40%.

La otra cuestión grave que se observa luego de 12 meses de pandemia (estrictamente, al cumplirse un año del primer anuncio de cuarentena) es que, según los últimos datos disponibles, se perdieron tres millones de puestos de trabajo a causa de la pandemia. Si esas personas se hubieran contabilizado como desempleadas, el desocupación habría llegado a 27%. Esto llevó a la pobreza a una cifra por encima del 40%, la peor en los últimos 15 años.

En todo esto, coinciden los analistas consultados, hay muchas cosas que tienen que ver con el manejo de la cuestión económica, independientemente de la pandemia: aumentó el déficit fiscal, como en muchos países, pero la caída del PBI y la destrucción de puestos de trabajo fueron más preocupantes acá. Además, se perdieron reservas y hubo problemas en el mercado cambiario (se ampliaron las brechas del tipo de cambio respecto de la prepandemia). Esta situación se aplacó hacia fin de año, pero con controles que tendrán efectos en el largo plazo.

Federico Vacalebre, economista de Ucema, subraya que el país sufrió las consecuencias de venir con una recesión fuerte desde 2018 y de encarar la pandemia con medidas extremas, que cortaron la actividad y empezaron a impactar a partir de marzo. “Algo que muestra muy claro lo que hicieron esas medidas fue lo que ocurrió en abril, cuando se vio la peor caída del nivel de actividad en la historia en el país (26,4%; en la salida de la convertibilidad, en mayo de 2002, la caída fue de 16%)”, resume.

Y hubo, además, una caída muy importante de la inversión, debido a la percepción de inestabilidad y a la falta de reglas claras. “La pandemia lo mostró al Gobierno tomando decisiones que le hicieron perder credibilidad y dieron por tierra muy fuertemente con la expectativa de que Alberto Fernández iba a poder moderar a Cristina y no se iba a volver a medidas extremas del anterior kirchnerismo. Es decir, que a la parte económica, le sumaría un deterioro político gatillado por el Covid-19”, dice Tiscornia.

Otro efecto negativo de la pandemia es que el Gobierno aprovechó la situación de emergencia para demorar reformas estructurales y para avanzar en cuestiones que generaron polémica: mayor control estatal, ataque a la Justicia y a los medios, e intento de intervención en empresas, por nombrar algunos.

Es que, por sus problemas estructurales de larga data, al irrumpir el coronavirus, la Argentina tenía en su “paleta” de opciones muchas menos alternativas que el resto. Cachanosky lo ilustra muy claramente: “En esta pandemia hubo tres tipos de países: los desarrollados, que pueden hacer frente a la crisis con superpaquetes; los emergentes, que emiten un poco, pero también pueden recurrir a los mercados internacionales y tomar deuda barata; y, por último, está la Argentina, que es un emergente que no puede recurrir a los mercados a pedir prestado, por lo que solo le queda emitir. El país pudo pasar 2020 con emisión, pero este año ya no, porque se va a empezar a sufrir la inflación que generó la emisión del año pasado”, destaca el economista.

Vacalebre afirma que 2020 fue el telón final para una década sin crecimiento. “El déficit se financió hasta ahora con emisión, lo que deja a la economía con un importante sobrante monetario que tiene que ser esterilizado. La caja de resonancia de esos desequilibrios es el mercado cambiario, con una brecha que no baja del 60% [y que llegó a superar el 130%]. Es un problema de corto plazo, que ya se convirtió en uno estructural, que debiera ser corregido en 2021”, analiza el especialista.

Los sectores más golpeados

Al poner la lupa sobre los sectores, la foto fue bastante similar a la de otros países: los vinculados con el turismo (viajes, restaurantes, hoteles) fueron muy castigados. También lo fueron los shopping centers y la construcción, dos rubros que recién se recuperaron algo a fin de año. Por el lado de los menos golpeados están la intermediación financiera (bancos), alimentos y bebidas, y energía.

Una mención aparte merece el comercio electrónico, que, si bien atraviesa a varios rubros, tuvo un crecimiento en su facturación de 124% durante la pandemia, según datos de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE). “Fue parte de un cambio de hábitos que llegó para quedarse”, dice Vacalebre.

Si se lo mira desde la óptica de las empresas, las grandes perjudicadas por la pandemia fueron las pymes. Según la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), el año pasado cerraron 90.700 locales, 41.200 pymes y quedaron afectados 185.300 trabajadores. Los rubros con más cierres fueron indumentaria, calzados y decoración y textiles para el hogar. “El cierre masivo de locales fue una de las consecuencias graves que dejó la cuarentena en las pymes. Los primeros números reflejan ese impacto: el 15,6% de los locales comerciales del país cerraron, sin registro de que se hayan mudado a zonas más económicas”, se concluye en el trabajo.

Para Vacalebre hay claramente una heterogeneidad entre los distintos sectores de la economía que debe remarcarse, ya que en algunos casos la caída interanual en el primer trimestre fue de hasta 15%, mientras que en otros se registraron guarismos que nunca antes se habían visto. “Por ejemplo, sectores como intermediación financiera, servicios públicos y comercios en junio no tuvieron ningún tipo de variación y mostraron cifras positivas al mes siguiente. Ahora, en la vereda del frente, los más castigados fueron hotelería, gastronomía y construcción, con contracciones superiores al 40% y sin signos de recuperación casi hasta finales de 2020”, refiere.

Lo peor de este panorama es que, tal como señala la experta, las caídas prominentes de los sectores más castigados dejaron consecuencias bastante duraderas en la estructura económica, ya que, si bien las reaperturas permitieron cierto repunte, el mero hecho de liberar restricciones y retomar la actividad se evita el perjuicio, el cierre de empresas o la pérdida de puestos de trabajo.

Al cumplirse un año de aquella conferencia de Alberto Fernández en la que anunció el comienzo de la cuarentena obligatoria, la economía argentina aparece desnuda. Tiene que ver en ello la pandemia, claro está, pero también las debilidades propias y las decisiones que se tomaron cuando ya la tormenta se había desatado.

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