Exportaciones agroindustriales: un nudo gordiano que exige cambiar de paradigma

A24– Por Eugenio Marí El nudo gordiano argentino parece cada vez más difícil de desatar. La elevada presión impositiva con déficit fiscal, la baja inversión, el desempleo encubierto, el estancamiento y la inflación plantean un escenario en el que es imprescindible que el país aproveche las oportunidades que se le presentan para crear empleo, exportar y aumentar la producción.

Las cadenas agroindustriales tienen el potencial de ser uno de los principales motores de la economía nacional. Según datos de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), la agroindustria representa 22% del empleo privado, casi 10% del PBI, 60% de las exportaciones y explica 2 de cada 10 pesos recaudados por el Estado nacional. Además, el sector se caracteriza por su elevada competitividad internacional y la incorporación de tecnología, que le dan proyección para seguir creciendo.

Por otro lado, hoy enfrentamos el contexto de precios internacionales más favorable en casi una década. En abril la FAO informó que su Índice de Precios de los Alimentos subió 1,7% respecto a marzo y 30,8% en comparación a abril del año pasado, ubicándose en el nivel más alto desde 2013. Esta tendencia se apoya en el crecimiento de la demanda mundial, que se acerca a los niveles pre-pandemia, y en la creciente incorporación de población del Asia-Pacífico a la clase media.

La necesidad y la oportunidad dictan que las exportaciones agroindustriales deberían liderar la recuperación económica. Sin embargo, nuestro país ha diseñado e implementado, de manera metódica y rigurosa, una serie de políticas públicas que atan y restringen el desarrollo del sector.

En primer lugar, la vigencia de derechos de exportación es un golpe directo a la competitividad exportadora. Si bien en el último tiempo ha habido ciertas correcciones, por ejemplo eliminando los derechos de exportación a algunas economías regionales y MiPyMEs, la realidad es que Argentina sigue siendo un caso único en el mundo, con niveles de derechos que llegan hasta el 33% para algunos productos.

Por otro lado, se han puesto en vigor una batería de permisos de importación y exportación que, con la excusa de “cuidar la mesa de los argentinos”, atentan directamente con el normal desenvolvimiento económico de la agroindustria. A estos se suman registros y obligaciones de información ante el Estado, como el recientemente lanzado “Registro para la exportación de carne”, que dejan la exportación librada a la discrecionalidad de los funcionarios políticos.

En tercer lugar, no podemos dejar de mencionar la volatilidad e incertidumbre en las reglas de juego. Vayamos a un caso concreto: el de los biocombustibles. Con un régimen de promoción en vigor desde hace 15 años, el sector llegó a exportar más de 1.200 millones de dólares anuales. En 2021, la falta de acuerdo político hizo que se llegara a la fecha de su vencimiento sin definiciones claras y que el Ejecutivo lo prorrogara por 60 días con un Decreto. La falta de reglas claras y previsibles es un incentivo directo a la desinversión y el achicamiento de la actividad, algo que se replica en muchas otras cadenas agroindustriales.

Y, finalmente, no podemos dejar de mencionar las falencias en nuestra política de integración económica internacional. La Argentina tiene acuerdos comerciales que le permiten ingresar en condiciones preferenciales a menos del 8% del mercado mundial. Además, las medidas proteccionistas que se implementan promueven una respuesta igual de dura por parte de nuestros socios comerciales. Al final del día, con el objetivo de “defender” la actividad se la termina golpeando a través del cierre o mayores costos para nuestros exportadores.

Según la historia griega, el nudo gordiano encontró su final cuando fue cortado por Alejandro Magno con su espada. De la misma forma que Alejandro, la Argentina tiene que “cortar” con las políticas que viene implementando y cambiar radicalmente su paradigma de incentivos económicos. Si avanzamos por esta vía, seguramente nos encontremos con que la agroindustria será, aún más de lo que lo es hoy, el motor del desarrollo argentino