Mejor pasemos de precios cuidados a cuidar el valor del peso

Aldo Abram
Director Ejecutivo en Libertad y Progreso

DESAFÍO EXPORTADOR – Según los funcionarios del gobierno y del Banco Central de la República Argentina (BCRA), la elevada inflación del país (casi 52% anualizada a julio), se debe a que los precios internacionales subieron mucho. Sin embargo, cuando miramos Sudamérica, sacando la hiperinflacionaria Venezuela y Argentina, casi todas las demás naciones tienen suba de precios anuales de sólo un dígito. ¿Será que nuestros vecinos están fuera del planeta tierra o que no hay forma de justificar aumentos interanuales de los precios al consumidor de más del 50% por lo que pasa en el exterior? Otro argumento usual es que los empresarios argentinos son codiciosas y suben indiscriminadamente los precios en lugar de producir más. ¿Eso quiere decir que en los países vecinos los que tienen empresas no son ambiciosos y, por ende, no suben sus precios? Obvio que no. Cualquiera que sea un profesional independiente que presta un servicio o que tenga por lo menos un quiosquito o pone una mantita para vender cosas en la calle, sabe que no puede cobrar lo que quiera porque los compradores se van a otro lado y termina sin clientes.

Conclusión, los países de la región no son los que están fuera del planeta tierra, sino Argentina y los funcionarios de su gobierno y Banco Central

(BCRA). Si el Presidente Fernández llamara a sus colegas de la región que tienen baja inflación y les preguntara como lograron ese “milagro”, estos le contestarán que la prioridad de sus bancos centrales es respetar a sus ciudadanos dándoles una moneda confiable y estable. El problema argentino es que, durante los últimos 80 años, la prioridad del BCRA casi siempre ha sido financiar los excesos de gasto de los gobiernos de turno. Lo hace produciendo un papelito pintado, que vale poco en sí mismo, y que se lo entrega al Tesoro Nacional para que pueda gastar de más; parecería magia, pero no lo es. Como los argentinos estamos cansados de que nos quiten valor del peso, no demandamos los que emite el BCRA y, como pasaría con caramelos o cualquier otra cosa que se produzca más de lo que la gente quiere, el “papelito pintado” baja de precio. Eso significa que la moneda en que ahorramos y cobramos nuestro sueldo pierde poder adquisitivo y se lo apropia el BCRA para transferírselo al gobierno para que gaste más; por eso algunos lo llaman “impuesto inflacionario”.

Así es como el gasto público puede aumentar; pero el nuestro, baja, porque nos han quitado poder adquisitivo, empobreciéndonos. Dado que le quitaron valor a nuestra moneda, cuando queremos ir al supermercado y comprar un producto, el vendedor nos pedirá

más pesos, porque han perdido poder adquisitivo; mientras que el valor de lo que queremos llevar no ha bajado. Cuando llamemos al gasista para que arregle el calefón, como su trabajo sigue valiendo lo mismo, nos cobrará más de esos pesos que valen menos que antes. Eso es lo que llamamos inflación y es simplemente el reflejo, en el tiempo, de lo que le quitan de poder adquisitivo a nuestra moneda para financiar los excesos de erogaciones del Estado. Ahora, es fácil entender por qué les cuesta tanto a los gobiernos de turno bajar la inflación; porque eso implicaría tener que dejar de gastar de más, cosa que no quieren hacer; por lo que la prioridad del BCRA seguirá siendo quitarnos poder adquisitivo a nuestros pesos para financiarlos.

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