¿Cuándo estalla la Argentina?

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Agustín Etchebarne
Director General en Libertad y Progreso

Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 

DESAFÍO EXPORTADOR – Los datos de la macroeconomía muestran que el nivel de actividad se recuperó casi 10% hasta los niveles previos a la pandemia. El salto en las exportaciones impulsadas por los buenos precios de las commoditties permitirá terminar este año con un saldo comercial positivo de unos USD 15.000 millones. Además, recordemos que el gobierno recibió un regalo del FMI en la forma de Derechos Especiales de Giro equivalente a USD 4344 millones. Pese a ese panorama auspicioso, volvió la incertidumbre cambiaria y el clima de decadencia terminal continúa. El desánimo de los argentinos es palpable, tanto como la tranquilidad que encuentran los que se van a Uruguay, Europa o EE.UU. – Agustín, acá (en Uruguay) estamos en paz. En Argentina sufríamos un permanente ataque del gobierno, impuestos altísimos, regulaciones pesadas e insólitas y para colmo con políticos y periodistas que te insultan por televisión y te culpan de la inflación y de todos los males del país. Acá, el presidente te recibe bajándote los impuestos y los funcionarios te preguntan si necesitas algo o pueden ayudarte en algún tema. Así me lo resumió un exitoso empresario que era el número uno en su rubro en Argentina y hoy es el número uno en el mismo rubro en Uruguay. – Por favor, por dos años no me hables más de Argentina. Me dice otro exitoso empresario, cansado de ayudar a intentar mejorar el país. Es un ex dueño de un unicornio, que hoy está haciendo importantes inversiones en Brasil y en otros países. Un tercero me reitera una pregunta: “¿cuándo estalla la Argentina?”.

Para comprender esta contradicción entre los datos de actividad y las expectativas empresarias podemos empezar por leer el informe de “Paying taxes”, de Price Waterhouse, que muestra que las empresas argentinas pagan más impuestos que en cualquier otro país (salvo la isla de Comoros en África). Además, los empresarios pagan impuestos patrimoniales sobre los activos en Argentina y el doble sobre los activos externos. De ese modo, hay casos donde el gobierno argentino puede quedarse con hasta tres veces las ganancias de una persona física, comiéndole parte del capital. También cobra altísimos impuestos al consumo, al trabajo, al ahorro, a las transacciones bancarias, y otros 170 impuestos y tasas adicionales. Pero nada alcanza para cubrir las necesidades de los “necesitados” y los excesos de la clase gobernante. El resultado es que los argentinos están exhaustos y el Tesoro está quebrado, tenemos una deuda que supera el 102% del PBI y un riesgo país que superó esta semana los 1900 pb la semana pasada. Esto implica que es imposible de refinanciar, a menos que lográramos un programa de enormecredibilidad que no está en el horizonte. Guzmán no resolvió ningún problema, solo pateó los vencimientos para que los pague el próximo gobierno. Además, el Banco Central está en una situación límite, con una deuda remunerada que supera el 140% de la Base Monetaria y por la que paga una tasa efectiva del 45% anual. Es una bola de nieve que va a terminar en un nuevo salto inflacionario. Las reservas líquidas no alcanzan ni para cubrir los vencimientos del próximo trimestre.

La ANSES también está quebrada porque no tiene fondos suficientes para cumplir con los compromisos jubilatorios; y a pesar de ello, sigue otorgando privilegios como el bono de $32.000 a los miembros de la comunidad LGBTYQ+. Y los políticos, apenas terminadas las elecciones, rompen las promesas de campaña, inventan un impuesto del 3% a los “envases”, hablan de subir las retenciones al campo; y aún en la oposición, JxC anuncia un ajuste automático de impuestos por inflación y proponen gravar la “plusvalía” inmobiliaria. Están muy lejos de la máxima alberdiana de “cobrar muchos pocos en lugar de pocos muchos”. Esa vieja sabiduría que se encuentra en Lao Tsé, Confucio, o los filósofos árabes y que Arthur Laffer recuperó hace algunas décadas. Se sabe que a partir de cierto nivel de imposición, aumentar las alícuotas o los impuestos, tenderá a achicar la torta. Hoy la única forma de subir la recaudación a largo plazo es BAJAR IMPUESTOS. Por supuesto, en el corto plazo, eso requiere también reducir el gasto público, recortar los privilegios de los políticos y todos los subsidios a empresas y al público, salvo a los más pobres. Luego de 80 años de apretar cada vez más al sector productivo para aumentar el gasto público provocó un salto en el nivel de pobreza que está por encima del 40%. Además, la caída del salario real de los trabajadores comparado con la canasta básica está 40% por debajo del 2013, por eso el nivel de estrés social sigue altísimo. La crisis social es tan profunda que la preocupación de las madres argentinas en sectores de ingresos medios o altos es que sus hijos se vayan del país. Peor aún en los sectores bajos o muy bajos que temen que sus hijos terminen atrapados en las redes del narcotráfico o muertos en un enfrentamiento callejero. Mirando hacia adelante, vemos que en los próximos meses es probable que el gobierno alcance un acuerdo de facilidades extendidas con el FMI, nuevamente para patear vencimientos y conseguir algo de dinero fresco de modo que el gobierno pueda llegar a terminar su mandato. Es probable que lo consiga, porque a los funcionarios del Fondo no les conviene que se caiga su principal deudor. El acuerdo será un conjunto de intenciones que posiblemente sean incumplidas, al igual que los 24 convenios anteriores. Lo que está claro es que ningún acuerdo con el FMI va a resolver los problemas de la Argentina. Recordemos que el FMI es un invento keynesiano, y el problema de la Argentina es, en todo caso, un exceso de keynesianismo! Tampoco veo la manera en que logren evitar un salto inflacionario. La inflación del año próximos es muy probable que sea superior a la del año actual. Lo positivo que dejó este año es el resurgimiento del liberalismo en las urnas. El 25% de los porteños y el 7,5% de los bonaerenses votaron por diputados liberales. Son cinco diputados que se transformarán en diez si repiten el resultado en 2023 y que ejercerán una influencia muy positiva en el Congreso y en la opinión pública. Los desatinos de la casta política ahora enfrentarán a un grupo que desafía el status quo. Basta ver lo que ocurrió en EE.UU. con Trump, en Brasil con Bolsonaro, o en Chile con Kast, para comprender que es un desafío real. La Argentina requiere un programa de Reformas Estructurales que tenga por objetivo establecer un sistema económico y rentístico equivalente al de los 10 o 20 países más libres de la tierra. Eso requiere una reforma monetaria para eliminar la inflación, una mega desregulación para liberar a las PYMES, una reforma laboral consecuente con el sistema de trabajo del siglo XXI, una gran reducción y simplificación del sistema impositivo, y una apertura de la economía. Y para que todo ello sea sustentable es requisito indispensable la reforma del Estado que permita achicar el gasto público sustancialmente para volver al nivel de 25% de gasto en relación al PBI que teníamos en la década del 90.

La crisis social es tan profunda que la preocupación de las madres “ argentinas en sectores de ingresos medios o altos es que sus hijos se vayan del país”

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