El misterio del momento eureka

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

INFOBAE – Probablemente el mayor espíritu creador en lo que va de la historia de la humanidad haya sido Leonardo da Vinci. El florentino fue la máxima representación del Renacimiento junto a Rafael y Miguel Angel. Leonardo era pintor, arquitecto, botánico, escultor, filósofo, músico, poeta, geólogo, matemático, inventor del helicóptero, la bomba hidráulica, las turbinas, máquinas textiles, el submarino, métodos de irrigación y la canalización de ríos, estudios sobre aspectos centrales de la anatomía y propuso asuntos tan dispares como el tenedor y la servilleta. Su padre se casó cuatro veces y tuvo once hijos.

Antes he escrito sobre la creatividad y ese momento mágico que se conoce como “el momento eureka” pero es tan atractivo el asunto y tan actual para la formación de cada cual que machaco con el asunto en el que incluyo otros elementos de juicio. Entre otros, Stefan Sweig, Leonard Read y Norman Vincent Peale se refieren detenidamente al proceso creativo desde diversas perspectivas. Primero es la imaginación, luego la perseverancia en el trabajo de concentración en lo que se desea hurgar y finalmente el “momento eureka” donde se da en la tecla, donde se establece la conexión entre lo almacenado en el subconsciente y los estímulos del consciente, todo en el contexto del establecimiento de nuevos proyectos y sueños. Todo con entusiasmo, esto es, en theos, con sentido de trascendencia, en Dios, el apuntar a lo primero, a la Primera Causa sin cuya existencia nada puede ser ya que la regresión ad infinitum de concatenación de causas constituye un contrasentido superlativo.

Como escribe Paul Johnson en Creators “todas las personas creativas construyen en base a los trabajos de sus predecesores. Nadie crea en el vacío”. En realidad es limitada la creatividad propiamente dicha, es decir, el crear ex nihilo, el producir de la nada que, estrictamente considerado, está reservado a la literatura de ficción, a la música y otras expresiones del arte. El resto alude a descubrimientos, lo cual incluye a los científicos que ponen de manifiesto nexos causales y procesos que hasta el momento eran desconocidos, lo cual no es para nada poca cosa ya que se trata de revoluciones formidables que modifican paradigmas y permiten avanzar en el infinito campo del conocimiento.

En no pocas oportunidades quien crea tiene la sensación que la inspiración es sobrenatural, que proviene de otras dimensiones, de musas misteriosas tal como apunta Frederick Copleston. Por su parte, George Steiner también atribuye a “la presencia de Dios” la creatividad del escritor, lo cual no es algo místico ni esotérico es simplemente la fuerza del autoperfeccionamiento en dirección a la Perfección como una muestra más del espíritu liberal a contracorriente de la arrogancia de quienes se miran el ombligo y consideran que se han fabricado a ellos mismos.

La imaginación se cultiva principalmente a través de la lectura, un ejercicio que permite administrar el ritmo, discutir con el autor y hace posible construir escenarios en la mente, a diferencia de la televisión y similares que dan la imagen y el ritmo servidos sin abrir la posibilidad de manejar los tiempos ni el pensamiento pausado y la adecuada digestión.

En la mayor parte de los casos el proceso creativo demanda grandes esfuerzos, mientras que en otros brota de modo extraordinariamente rápido. Mozart componía casi al instante del mismo modo que escribía Balzac que inventó un sistema de taquigrafía porque sus pensamientos iban más rápido que su escritura, en cambio Goethe tardó sesenta y cuatro años para componer las dos partes de su Fausto. Durero requería de croquis varios y mucho cálculo sobre el lienzo antes de pintar, mientras que Van Gogh pintaba hasta tres cuadros por día.

El prestarle atención a la vocación, esa voz interior que marca el rumbo, resulta esencial para el gozo de lo que se hace porque como consignó Octavio Paz “al descubrir nuestra vocación nos descubrimos a nosotros mismos”. En esta línea argumental es por ello tan provechoso el sistema universitario anglosajón en cuanto al College como intermedio entre el bachillerato y la universidad al efecto de detectar las vocaciones para no caer en frustraciones en cuanto a equivocación de carreras.

Zweig en su libro Los creadores escribe en la primera línea que “De todos los misterios del mundo, ninguno es más profundo que el de la creación […] Y nuestro respeto llega al máximo, casi diría se trona religioso, cuando aquello que aparece de repente nos es cosa perecedera […] de pronto un hombre da cumplimiento a algo que nos está negado a todos los demás. No vive solo el tiempo de su existencia propia, porque lo que creó y realizó sobrepasa la existencia de todos nosotros […] Ha vencido la mortalidad del hombre” y se pregunta que sucede en el interior de los creadores.

Como queda dicho sin duda por lo regular se trata de estar atentos a ciertos intereses lo cual en no pocas oportunidades ofrece la sorpresa mayúscula que el descubrimiento estaba en otro lugar del que se estaba explorando. Como enseña Karl Popper el conocimiento tiene la característica de las corroboraciones provisorias abiertas a refutaciones que es lo que permite el progreso.

Reiteramos que el clima de libertad es el más productivo para incentivar y abrir mentes creativas. A la inversa, el control de los aparatos estatales es el camino más seguro al achatamiento y a la regresión. El antes mencionado Peale en sus obras sobre el pensamiento positivo insiste en la necesidad de empujarse cada uno con proyectos que cuando se logran deben ser sustituidos por otros a los efectos de mantener las luces interiores encendidas al tiempo que otorga un sentido reforzado a la vida.

Madame Marie-Jeanne Roland antes de ser guillotinada el 8 de noviembre de 1793 fijó la vista en la estatua de la libertad en la Plaza de la Revolución (hoy Place Concorde) y exclamó “¡Oh libertad, cuántos crímenes se comenten en tu nombre!” Tal cual, hay cada pelafustán que recurre frívolamente a la expresión “libertad” para aludir a fantasías grotescas que nada tienen que ver con ese vocablo sagrado, con lo que se llevan a cabo las mayores barrabasadas en su nombre.

Como la ha definido el premio Nobel Hayek, “la libertad es la ausencia de coerción por parte de otros hombres”, se circunscribe a las relaciones sociales y no tiene que ver con oportunidades, ni con la biología y la física. No tiene que ver con grados de pobreza, con la dificultad de abandonar un vicio, con la imposibilidad de bajarse de un avión en pleno vuelo, ni con los nexos causales inherentes a la naturaleza. En esta instancia del proceso de evolución cultural se refiere a los abusos del poder político en forma directa o los permitidos por el Leviatán en forma indirecta a través de abusos de terceros.

En otros términos, remite a la lesión de derechos que son siempre anteriores y superiores a la existencia del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno. A su vez el derecho se traduce en la facultad de cada cual de usar y disponer de lo propio. Hoy vivimos en la era de los pseudoderechos, es decir, iniquidades camufladas en derechos: a la vivienda, a suficientes hidratos de carbono, al transporte, a la salud y, en última instancia a la felicidad. Todos estos pseudoderechos implican usar por la fuerza el fruto del trabajo ajeno con lo que se lesionan los derechos de los titulares que se ven saqueados por otros con el apoyo del aparato estatal.

La tradición de pensamiento liberal significa nada más y nada menos que el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros. La tolerancia se pone de manifiesto en la medida en que no se concuerda con las características de los proyectos de vida de terceros. De lo contrario, la intolerancia convierte en insoportable la vida en sociedad. El monopolio de la fuerza se constituye al efecto de brindar protección a los derechos de las personas. Desafortunadamente no son pocos los caso en los que los gobiernos en lugar de proteger y garantizar los derechos de los ciudadanos, los conculcan con lo que, entre muchas otras cosas, se aplasta la creatividad lo cual perjudica grandemente a todos los miembros de la sociedad. Carl Jung se detiene a explicar los estragos fenomenales que produce el poder estatal desbocado sobre el individuo al que se le coarta las posibilidades de desarrollar sus potencialidades que son únicas e irrepetibles.

Lógicamente los incentivos para la creatividad no son los mismos cuando se sabe de antemano que el usufructo de lo creado lo va a manotear otro prepotentemente con el apoyo del gobierno. Esto es lo que hemos dicho antes respecto del así denominado redistribucionismo ya que la guillotina horizontal hace que quienes se encuentran bajo la línea redistributiva no se esforzarán en ascender puesto que esperarán la redistribución mientras que los que se encuentran por encima de la marca no se esmerarán en mejorar si saben a ciencia cierta que les arrancarán la diferencia con lo que se tenderá a que nunca llegue la tan mentada redistribución a destino.

La contracara de la libertad es la responsabilidad. Constituye un estímulo a la creatividad el saber que lo producido podrá ser disfrutado por el creador y simultáneamente el proceso de generación de riqueza mejora la condición social de quienes no han producido a través de las tasas de capitalización que son la causa del incremento de salarios en ingresos en términos reales.

Sin duda que los empresarios prebendarios destruyen el proceso de producción de riqueza al vender sus productos y servicios a precios más altos, calidad inferior o las dos cosas al mismo tiempo debido a los mercados cautivos en los que operan con el apoyo logístico de los gobiernos. Abraham Maslow combate estereotipos y clichés respecto a la creatividad y muestra los distintos tipos de creación para lo cual sostiene se necesitan espíritus desinhibidos, seguros, espontáneos, contestatarios y curiosos frente a lo nuevo. Edward de Bono nos dice que “la creatividad implica romper patrones establecidos para mirar las cosas de otra forma”. Nos explica que no es productivo estar escarbando en el mismo agujero en lugar de explorar otros pozos. Por eso es que, por ejemplo, en no pocos brainstorming en el mundo de los negocios se incorporan historiadores y filósofos que formulan interrogantes desde ángulos distintos.

De allí la importancia de debates abiertos al efecto de escuchar otras campanas y no amedrentarse porque las propuestas sean nuevas, de lo contrario no hubiéramos pasado del garrote porque el arco y flecha eran distintos a lo habitual. John Stuart Mill ha escrito que “toda buena idea pasa indefectiblemente por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”.

Tal como puntualiza Virginia Postrel, el progreso implica cambio desde una posición a otra merced a la creatividad pero, paradójicamente, hay quienes pretenden progreso sin cambio por lo que se oponen a toda modificación con lo que deviene el estancamiento, cuando no el retroceso. Desde luego que hay siempre que estar dispuestos a pagar costos como consecuencia de internarse en facetas nuevas y por ende generalmente resistidas, “no pain, no gain” es un aforismo anglosajón que encierra una gran verdad.

Para desarrollar la creatividad nada mejor que emprender aventuras del pensamiento con mente abierta. Recordemos otro sabio aforismo: “La mente es como un paracaídas, funciona cuando se abre”. Los fanatismos, las ideologizaciones y la incapacidad de estar abiertos a debates no permiten reducir en algo nuestra colosal ignorancia para lo cual a veces es fértil salirse de la propia especialización y mirar otras áreas no solo para no limitarse a “saber cada vez más de menos y menos” sino en camino a descubrimientos que puedan surgir en otros campos.

En resumen, las características de sistemas educativos abiertos y competitivos tratando a cada uno como seres únicos e irrepetibles y abandonando las pesadas telarañas mentales del uniformismo ayuda decisivamente a la creatividad y al espíritu innovador.