Dolarizar para tener una moneda sana para los próximos 50 años

Director General en

Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 

ÁMBITO FINANCIERO Argentina padece de un mal poco común: una inflación galopante y crónica que erosiona el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones desde la década del 40, a pesar de haber experimentado distintos tipos de gobiernos. Exceptuando el período de la Ley de Convertibilidad que mantuvo la inflación en cero durante una década, la tasa promedio anual de inflación desde la creación del Banco Central en 1935 ha sido del 53%, lo que se traduce en una pérdida anual del poder adquisitivo de la moneda del 35%.

Este fenómeno es inmoral y constituye la principal causa del aumento de la pobreza en el país. La inflación no es simplemente un aumento generalizado de precios, sino un incremento en la cantidad de moneda, según la antigua definición de la Real Academia Española. Al crecer la cantidad de moneda más rápido que su demanda, su valor disminuye, generando una transferencia de riqueza de pobres a ricos, afectando principalmente a aquellos que dependen de salarios o jubilaciones.

Desafortunadamente, el actual gobierno argentino parece encaminarse hacia un cuarto período de hiperinflación en la historia del país. Recordemos que el primero fue el “Rodrigazo” en 1975, seguido por la hiperinflación de 1989 bajo la presidencia de Raúl Alfonsín y, finalmente, la tercera hiperinflación en 1990. En los dos primeros casos los gobiernos no pudieron terminar su mandato. En cambio, la Ley de Convertibilidad, implementada en 1991 por el ministro de Economía de Menem, Domingo Cavallo, logró reducir la inflación a un dígito en 18 meses y mantenerla cercana a cero por una década y simultáneamente redujo la pobreza a la mitad en dos años.

Argentina necesita soluciones poco convencionales pero efectivas para enfrentar este problema profundo y atípico. Todos podemos coincidir en la necesidad de una moneda estable en los próximos 50 años. Hace unos años, junto a Nicolás Cachanosky, propusimos una nueva Ley de Convertibilidad para crear el dólar argentino, respaldado por una canasta de monedas de países productores de commodities. Sin embargo, más tarde nos convencimos de que la dolarización es una opción superior debido a su difícil reversión política una vez que la población se acostumbre a recibir salarios en dólares.

Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky han estudiado en profundidad cómo se podría realizar una dolarización en Argentina, y demuestran que es perfectamente factible, aunque los detalles solo podrán conocerse en el momento en que se implemente, debido a que no sabemos cómo será la situación del balance del Banco Central y la situación de los precios relativos. Consideran que el escollo de los dólares necesarios no es de ningún modo insuperable porque el grado de monetización de la economía argentina es mínimo. Posiblemente requiera la capitalización del BCRA y la securitización de sus activos; y un período previo de liberación de precios, salarios y tarifas.

Dicho esto, las ventajas de un programa de dolarización que elimine el curso forzoso del peso e implemente la libertad de monedas en Argentina, son numerosas:

1- Disminuirá rápidamente la inflación, beneficiando a los asalariados y jubilados que empezarán a recibir ingresos en moneda más estable.

2- Reducirá simultáneamente las tasas de interés y expandirá el crédito, impulsando la economía y disminuyendo la pobreza. Esto contrasta con cualquier programa de metas de inflación, que suele ser largo y doloroso.

3- Provocará un inmediato salto en la productividad al liberar a los argentinos de una enorme cantidad de tiempo y disminuir el estrés ocasionado por la constante renegociación de todo tipo de contratos y la permanente remarcación de precios y cambio de reglas de juego.

4- La expansión económica resultante facilitará el avance del resto de las reformas económicas, como las propuestas por la Fundación Libertad y Progreso, las cuales son indispensables para que Argentina se convierta en un país desarrollado.

5- Disminuirá la volatilidad cambiaria y las fluctuaciones en las tasas de interés, aumentando la confianza de inversores argentinos y extranjeros al eliminar el riesgo cambiario y proporcionar un entorno más estable para las inversiones. Esto generará un aumento significativo en la inversión extranjera directa y un impulso al crecimiento económico.

6- Facilitará el comercio y las transacciones de servicios, otros motores de expansión de la economía.

7- Contribuirá a reducir el riesgo país al disminuir el costo del endeudamiento y mejorar el acceso a los mercados financieros internacionales.

8- Fortalecerá la disciplina fiscal y la responsabilidad en la gestión de las finanzas públicas, ya que la dolarización limitaría la capacidad del gobierno para financiar déficits mediante la emisión de moneda. Esto impulsaría a los gobiernos a buscar un manejo más eficiente y sostenible de sus recursos y gastos.

9- Mejorará la competitividad de las empresas argentinas en el mercado internacional, al eliminar las fluctuaciones del tipo de cambio y facilitar la planificación a largo plazo. Con una moneda estable, las empresas podrán concentrarse en mejorar su eficiencia y competitividad sin preocuparse por la inestabilidad cambiaria y las consecuencias que ello conlleva en sus operaciones y costos.

10- La supresión del curso forzoso y la liberalización de monedas allanarán el camino para la eventual introducción de nuevas criptomonedas estables y descentralizadas, resistentes a la manipulación por parte de políticos o economistas.

La supuesta pérdida de las ventajas de tener una moneda propia, como el manejo de la política monetaria para amortiguar recesiones y shocks externos, no es aplicable a la Argentina, según la experiencia de los últimos 80 años. Posiblemente porque el peso no cumple plenamente con ninguna de las principales funciones de una moneda: ser reserva de valor, unidad de cuenta y método generalizado de cambio. En ese sentido, el peso argentino es una moneda falsa.

Es importante tener en cuenta que, aunque la dolarización puede ofrecer grandes ventajas, la pérdida de control sobre la política monetaria puede generar rigideces en la economía que deben ser compensadas con una mayor flexibilidad del resto de las variables. Damos la bienvenida a un debate serio porque la decisión de dolarizar debe ser evaluada cuidadosamente, teniendo en cuenta las particularidades y necesidades específicas de nuestro querido país.