Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
ÁMBITO.- A veces cuesta entender cómo es posible que, en épocas de inflación, también haya recesión. A menudo se cree que un aumento de los precios refleja un aumento de la demanda y un aumento de la demanda implica una mayor producción y un menor desempleo. En este contexto, las opciones son dos: o inflación, o recesión. Nunca inflación y recesión.
La realidad argentina actual, sin embargo, nos muestra que este último caso es perfectamente posible. Según el INDEC, en el segundo trimestre del año la economía se contrajo un 0,8% mientras que el trimestre anterior también lo hizo en un 0,5%. Además, también según el INDEC, las cifras de inflación ya llegan al 28,4% anualizado (43,6% para el Congreso), lo que deja en claro que Argentina convive no sólo con una economía que se contrae sino también con un elevado índice de inflación.
Este fenómeno no debería sorprendernos, ya que, como explicaremos a continuación, el único desenlace posible de la inflación es la recesión. Veamos por qué.
1) LAS TASAS DE INTERÉS
A medida que la emisión monetaria crece y el poder adquisitivo de la moneda cae, los precios de los bienes comienzan a subir. Frente a este aumento, la gente comienza a adelantar consumo (lo que no compro hoy, será más caro mañana), cambiando su “preferencia temporal” e inclinándose más hacia el presente. Cuando la inflación se vuelve demasiado elevada, la preferencia por consumo presente se hace muy alta y el monto que se le debe pagar a una persona para que posponga ese consumo también crece. La tasa de interés, entonces, debe subir. El Banco Central puede frenar la suba de la tasa emitiendo más moneda, pero eso solo terminará generando más inflación. Como consecuencia, llega un momento en que la tasa de interés debe subir para acomodarse a un nivel coherente con la preferencia temporal. En ese momento, aparece la recesión.
Debe advertirse, sin embargo, que no es que la culpa de la recesión la tenga la suba de la tasa de interés. En enero último, por ejemplo, lo único que hizo el Banco Central cuando decidió subir las tasas fue reconocer que su nivel estaba muy por debajo del nivel que debería prevalecer dada la preferencia temporal de los agentes.
2) EL DÓLAR
Otro camino por el cual la inflación lleva a la recesión es el de la demanda de dinero. Si el Banco Central emite una cantidad de pesos tal que genera un aumento de precios del 30%-40% anual, los agentes podrán comenzar a dejar de demandar pesos. Como consecuencia, comenzarán a demandar otras monedas para intentar preservar su poder de compra. Una vez que este proceso se pone en marcha, puede llegar un punto extremo en el que todos los pesos de la economía se dirijan a la compra de dólares (euros, oro, etc.) y nada vaya a parar al consumo o la inversión. El resultado es la inevitable caída del PBI. El Gobierno puede tomar medidas para evitar que esto suceda, como la imposición de un control de cambios. Sin embargo, esto no evitará la fuga de capitales pero sí desalentará la inversión y las exportaciones. Además, cuando el “cepo al dólar” se convierta en un “cepo a la importación”, también éstas caerán, lo que agrava más la recesión.
Como puede verse, la inflación, que al principio puede dar buenos resultados en cuanto al nivel de actividad y empleo, necesariamente termina con una nueva recesión, lo que vuelve a hacer subir el desempleo, justo aquello que se buscaba evitar en primer lugar.
La receta para que la economía crezca de manera sostenible, entonces, no es inyectarle dosis incesantes de nuevo dinero o “crédito barato”, sino todo lo contrario. Consiste en tener una moneda estable y reglas claras de largo plazo para que se pueda ahorrar e invertir. Sólo de esa forma crecen los países, generan empleo y reducen la pobreza.
Nota: Los datos fueron tomados del informe del INDEC del 23 de junio de 2014. Puede consultarse en este link.