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¿Puede Argentina dejar atrás el corporativismo?

06 Mayo 2025
Por Juan Vicente Sola, Consejero Académico de Lyp para Clarín El estancamiento económico argentino es el resultado de un modelo que privilegia el control y penaliza la innovación. Apostar por la libertad, la competencia y la imaginación es el único camino hacia una sociedad más dinámica y próspera. ¿Dónde está el origen de las miserias argentinas? La respuesta es el corporativismo, un sistema social y económico que impide la competencia política y económica, promoviendo una estructura rígida bajo el ambiguo ideal de la “armonía social” y la “unidad nacional” frente a supuestos enemigos externos e internos. El corporativismo reemplaza el pluralismo político y castiga la competencia económica, proponiéndose como una supuesta “rectificación” de las dinámicas de una economía abierta y pluralista. Inspirado en las antiguas corporaciones medievales, el corporativismo plantea sustituir los contratos libres por reglamentos y estatutos, e imponer jerarquías rígidas en la sociedad. Bajo esta lógica, se busca la unidad sindical para evitar el “desorden” en las empresas, y con empresarios, movidos por el deseo de paliar las cargas de la competencia, solicitan regulaciones que terminan frenando el mercado. Así, se pretende frenar “el egoísmo del capitalismo”. La estructura del corporativismo económico es sencilla: los empleadores ofrecen mejores salarios y estabilidad laboral, castigando los despidos, a cambio de protecciones arancelarias que bloquean la competencia de productos más eficientes y económicos. Esto derivó en décadas de sustitución de importaciones y en el eslogan de “vivir con lo nuestro”, acompañado de regulaciones que desincentivan la aparición de nuevas empresas. El exceso de costos laborales y la sustitución de la autonomía contractual por regulaciones impuestas bajo doctrinas como “el equilibrio de prestaciones” niegan la capacidad de las personas para decidir sobre su propio destino económico. La economía regulada suple la voluntad individual y consolida el estancamiento. Una economía regulada: el precio del corporativismo. El corporativismo propone combatir la “anarquía” del mercado mediante un número limitado de organizaciones monopólicas que negocian con el Estado y los sindicatos la dirección de las políticas públicas. Esta concepción resucita la vieja “Carta del Lavoro” de Mussolini, basada en sindicatos centralizados y economías controladas. ¿Cómo salir del estancamiento? El primer paso es asumir los valores del dinamismo económico: promover la innovación, la libertad económica y la competencia de ideas. Para ello, es imprescindible eliminar la maraña de regulaciones que frena la iniciativa privada y la transformación de ideas en nuevos productos y servicios. Esta tarea no es sencilla, dado que muchas regulaciones protegen intereses creados beneficiados por el por el orden existente. Este es el lado oscuro de la regulación: frenar la innovación para proteger privilegios. La mala regulación generalmente está oculta en una maraña legislativa, basta recordar las normas de ejercicios profesionales, un sistema tributario caótico y que excede el mandato constitucional de la no confiscatoriedad, la apropiación regulatoria que limita seriamente la libertad contractual y la vigencia del derecho de propiedad. Una administración pública con procedimientos inquisitivos y contrarios al debido proceso, y procedimientos judiciales costosos y lentos. Todas son rémoras a la capacidad de innovación, de desarrollo de bienes y servicios, y finalmente del crecimiento económico. Ronald Coase señalaba la disminución de costos de transacción en sí misma cómo una estrategia de desarrollo. Valores modernos. Las economías modernas no fueron necesariamente el resultado de grandes inversiones en ciencia, sino del ingenio de personas comunes, trabajando en distintos negocios, movidos por su imaginación y juicio. Allí donde predominó el dinamismo, no solo aumentó la innovación, sino también la satisfacción laboral y la felicidad, vinculadas a la sensación de logro, la creatividad y la superación de desafíos. La disposición a tomar la iniciativa, el deseo de alcanzar logros, fomentar la independencia de los hijos y aceptar la competencia son factores que contribuyen decisivamente al crecimiento económico. Hoy los costos de haber perdido ese impulso son graves: el estancamiento salarial frustra a generaciones que esperaban vivir mejor que sus padres. Además, ante rendimientos de capital cada vez menores y un freno en el avance tecnológico, la inversión y la formación de capital han disminuido. El declive de la innovación, lejos de ser un fenómeno inevitable, es resultado de la pérdida de esos valores modernos que alimentaron el dinamismo de las sociedades más prósperas y de la persistencia de regulaciones que obstaculizan a los innovadores. Superar el corporativismo y abrazar el dinamismo económico es un desafío urgente si queremos salir del estancamiento de décadas .
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