Gabriel Zanotti
Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
Últimamente he visto que el tema de la creatividad intelectual se está debatiendo mucho. O, por lo menos, esa es la impresión que me dio viendo este video que ha circulado mucho: http://www.youtube.com/watch?v=17Ye368aQVk Por supuesto, estoy de acuerdo con casi todo lo que dice y con cómo lo dice. Pero el asunto es: vemos el video, nos reímos un poco, decimos que sí, que ok, ¿y después qué?
Yo he luchado toda la vida por fomentar la creatividad en mis alumnos. Pero me he enfrentado con la perplejidad de ellos mismos, de autoridades, especialmente, y remotamente de algunos padres. Porque el sistema escolar formal, desde la primaria hasta casi incluso el doctorado, parece estar diseñado especialmente para penar la creatividad intelectual. Se premia la repetición del paradigma.
Pero, ¿qué salida hay? ¿Vamos a hacer un sistema donde cada uno “cree” su propia lecto/escritura, su matemática, su física, su teología, su lógica?
En cierta medida, si uno está muy influenciado por autores como Popper o Feyerabend, uno se inclina por propuestas educativas innovadoras, que traten de incentivar el diálogo, la crítica, el debate, la creación de hipótesis. Pero todo lo que se haga al respecto parece siempre como “alrededor” del sistema formal, que parece intocable. Esto es, allí donde se tiene que “fijar” el paradigma, con todos sus espantosos hábitos: el profesor en posición dictatorial, el conocimiento como repetir pasivamente lo “recibido”, el premio a esto último con el 10, el castigo de nuevas ideas, preguntas, todo aquello que se “salga del paradigma”. Se pena la copia pero en realidad lo que el alumno aprende es a copiar el paradigma y repetirlo. Eso sí, de memoria, “sin copiar” del papel. Pero, oh sorpresa, la memoria no incluye el aprendizaje (sí al revés) y finalmente ese pobre niño llega a adulto, tiene que hacer una tesis de doctorado, se le “ordena” que sea creativo y, claro, eso no se “copia”……
De vuelta: ¿qué hacer?
Lo primero, que creo que no se dice demasiado, es comprender, junto con T. Kuhn, la función de los paradigmas. Una de ellas es esa “tensión esencial” que hay en todo filósofo y científico. Corremos el peligro de “aferrarnos al paradigma”, pero el paradigma es precisamente lo que permite compararlo con otro y, en ese caso, optar por otro. El paradigma nos permite, paradójicamente, la creación, nunca en el ser humano es creación desde cero, sino desde el paradigma anterior. Sí, es muy difícil, son muy pocos los que lo hacen, pero si no, te quedas en Leonardo y no en Copérnico. Copérnico era un humilde y tímido Ptolemaico al cual “se le ocurrió” cambiar una cosita de lugar y…. Produjo una de las revoluciones científicas más clásicas de la historia de la ciencia. Leonardo fue un genio absoluto, más que Copérnico, pero no manejaba el paradigma de la época, o al menos no mostró manejarlo, y todo lo que inventó se lo llevó a la tumba. Y no me refiero a los artefactos. Aún no sabemos cómo hacía para calcular la trayectoria de las balas militares que le hacía a los Medici.
Lo que quiero decir es: los paradigmas cumplen un rol necesario. Son “aquello desde dónde” la creatividad es posible. Son condición necesaria, pero no suficiente. Y esa es la clave: el drama de los sistemas educativos formales es que han endiosado a los paradigmas y han olvidado las condiciones adicionales, que el paradigma no da, para que el conocimiento sea conocimiento y además en progreso. La revolución educativa sería un proceso donde el paradigma sea aprendido, sí, pero precisamente porque puede ser libremente pensado y criticado, ¿Es posible? No sólo posible, es condición necesaria del aprendizaje. Pero no es fácil. Hay que formar a profesores en la historicidad de los autores que manejan, en el arte del diálogo, en la disposición a la escucha, y sistemas que incentiven la mutua crítica, donde cambie radicalmente el sistema de evaluación. ¿Es todo ello posible? Sí, pero no en el sistema educativo formal actual, y en todo caso lo único que salva la situación son sanas y santas trampitas al sistema. Pero la verdadera educación está hoy en la re-sistencia. Hoy la educación, el real conocimiento, la formación profunda en valores y en creatividad, y en el manejo concomitante del paradigma, pasa por secretas catacumbas. Mientras tanto seguimos habitando un castillo de ruinas invisibles, la vida se nos pasa y los futuros Newtons y Descartes mueren a los 3 años para convertirse en habitantes de la Matrix.