El Eternauta, héroe libertario

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
Doctor en Administración por la Universidad Católica de La Plata y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Sus investigaciones han sido recogidas internacionalmente y ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación. Se ha desempeñado como Rector de ESEADE y como consultor para la University of Manchester, Konrad Adenauer Stiftung, OEA, BID y G7Group, Inc. Ha recibido premios y becas, entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship y el Freedom Project de la John Templeton Foundation.

En la que fue una de las últimas apariciones públicas en vida de Néstor Kirchner, la Juventud Peronista convocó a un acto en el Luna Park el 14 de septiembre de 2010, en el que la única oradora fue la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Al margen de las connotaciones históricas que el acto, del cual se ha cumplido un año, pueda tener, resulta interesate considerar el contenido de la convocatoria. En un afiche que invitaba al evento aparecía la figura de Néstor Kirchner como el Eternauta, el conocido personaje de la famosa historieta creada por Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, de fines de los 50. ¿Qué llevaría a los jóvenes de La Cámpora a querer identificarlo con ese personaje? ¿Sería un tributo premonitorio y un deseo de perdurabilidad hacia una persona que ya mostraba serios problemas de salud, a tal punto que ese día apenas pudo participar del acto?

Hay varios aspectos de la vida del autor que podrían caber en el imaginario de dicha agrupación. Por un lado, Oesterheld es un desaparecido, secuestrado el 27 de abril de 1977 en La Plata, detenido en un centro clandestino y muerto probablemente en algún momento de 1978. Militante de la JP y Montoneros, para ese entonces su vida estaba enmarcada en sucesos trágicos: sus cuatro hijas ya habían desaparecido también. Por otro, al comienzo de El Eternauta se bosqueja una teoría que bien podría interpretarse como “kirchnerista”.

Pero antes de explicarla, será necesario introducir al lector que no conoce la historieta en su contenido. Cuatro amigos están jugando a las cartas en el altillo de una casa de Olivos cuando ven caer una nieve, suceso muy extraordinario para la ciudad de Buenos Aires, y comprenden que la nieve es letal. Juan Salvo -quien es el Eternauta, dueño de la casa donde también están su mujer y su hija- y Favalli, un profesor universitario con grandes conocimientos técnicos, comienzan primero a tratar de proteger y salvar sus vidas, y luego a defenderse y luchar contra un invasor extraterrestre que quiere ocupar el planeta, comenzando por Buenos Aires.

En los primeros pasajes, se describe una situación de tipo hobbesiana: ante la ausencia de la autoridad, se regresa al estado de naturaleza, en el que todos pelean contra todos para sobrevivir. Salvo y Favalli encuentran a los pocos sobrevivientes de una unidad del ejército y se suman al combate contra los invasores. Es decir, en términos “K”, la existencia de un enemigo común “une” a las fuerzas populares. Hasta allí lo poco de kirchnerismo que un lego en la materia puede encontrar en toda la historieta. Luego, la historia cobra un carácter más bien “libertario” o “individualista liberal”, como se explicará.

Es necesario tener en cuenta que, si bien Oesterheld fue montonero, era un gran admirador del escritor norteamericano de ciencia ficción Robert Heinlein, en quien se habría inspirado para desarrollar la serie. Así, de Amo de títeres rescata la idea de un parásito que ocupa la corteza cerebral de los humanos para dirigirlos como títeres, y de Tropas del e spacio, la de unos insectos gigantes que invaden la Tierra. En El Eternauta , a los sobrevivientes de la nieve letal que son capturados por los extraterrestres les colocan un “teledirector” en la nuca para dirigir sus movimientos, los llaman “hombres robot”, y el grupo de combatientes, entre los que están Salvo y Favalli, se enfrenta con unos escarabajos gigantes en la avenida General Paz.

Heinlein, uno de los tres grandes autores de ciencia ficción del siglo XX, junto con Isaac Asimov y Arthur C. Clarke, era un reconocido libertario o individualista liberal. Definiremos como “libertario” a quien considera la libertad individual como el valor más importante, del cual se desprenden los demás; alguien que cree en la absoluta libertad política, descree del Estado y prefiere la libertad de los mercados. A comienzos de los años 70, según un estudio realizado por la Sociedad Internacional para la Libertad Individual, uno de cada seis activistas libertarios había llegado a estas ideas a partir de la lectura de Heinlein. En La Luna es una cruel amante (1966), ganadora del premio Hugo al mejor libro de ciencia ficción de ese año, se describe una revolución libertaria en la Luna cuyo objetivo era liberarla de los controles políticos y burocráticos de la Tierra. Uno de los personajes, álter ego de Heinlein, es el profesor Bernardo de la Paz, quien dice: “El derecho humano más básico es el derecho a comerciar en el mercado libre”. De la Paz se autodenomina “anarquista racional”, definición que se escuchó muchas veces a Jorge Luis Borges.

Otra connotación poco kirchnerista de El Eternauta : en un argumento muy borgiano, al final de la historieta Juan Salvo hace funcionar una máquina de los extraterrestres que lo lleva a viajar en el tiempo; llega hasta quien le está contando la historia de su vida y la búsqueda de su mujer y su hija, para enterarse, al final, que está en Buenos Aires, cuatro años antes de la fecha de la primera invasión.

Luego, toda la historia de El Eternauta , en el mejor estilo heinleiniano, destaca el triunfo de la iniciativa individual contra la planificación centralizada.

El primer rival que enfrentan Salvo y Favelli son los escarabajos gigantes. Al principio parecen invencibles, pero al poco tiempo se dan cuenta de que son torpes, de que son manejados por otros, y como esos otros no pueden estar al tanto de todas las circunstancias de tiempo y lugar (en palabras de Hayek) son presa fácil de los combatientes emprendedores que pueden combinar esa información local con su propia capacidad de decisión para vencerlos (Hayek, El uso del conocimiento en la sociedad , 1945) y ocupar el estadio Monunental como base de defensa. Luego descubren a los ya mencionados “hombres robots”.

Ambos son controlados por los “Manos”, unos seres muy inteligentes con rasgos humanos, pero con manos de veinte dedos. Estas manos les permiten pulsar una gran cantidad de botones en máquinas, con las que controlan también a los “Gurbos”, unos potentes paquidermos de otro planeta. Pero los “Manos” son a su vez controlados por los “Ellos”, los verdaderos invasores (o al menos eso se supone, ya que nunca aparecen en la historieta). El control se hace efectivo a través de la “glándula del terror” que los “Ellos” implantan en los “Manos” y lleva a éstos a obedecer todas sus órdenes, porque tan sólo el temor de no hacerlo hace segregar un veneno a las glándulas que termina con su muerte.

El intento de “planificar” la invasión fracasa, a causa de unos pocos individuos que tomaron la iniciativa individual de juntarse y luchar contra el invasor. El fracaso de la planificación no es muy distinto del que se observaba en cualquier experimento de planificación socialista o, en otra medida, en la administración estatal centralizada de tanto servicio público.

Es más: los gobiernos del resto del planeta responden ante la invasión enviando misiles nucleares que pierden su efecto debido a un aparato extraterrestre que los neutraliza. Es decir, hasta ese momento, la respuesta de “otros Estados” ha sido inefectiva. Pero Salvo llega hasta el cuartel general de los invasores, lo toma y apaga el efecto neutralizador: los invasores tienen que huir, pero también los héroes, porque ahora los misiles van a llegar y explotarán, algo que efectivamente ocurre. Uno de ellos destruye el centro de la ciudad de Buenos Aires. Es cierto: la iniciativa individual no es perfecta, pero al menos termina haciendo huir a los invasores, quienes volverán a intentar con la nieve mortal.

Finalmente, Favalli y otros son capturados y convertidos en hombres robot, pero Salvo escapa al intentar conducir una nave de los invasores y disparar involuntariamente una máquina del tiempo que lo lleva a distintas dimensiones. Allí encuentra a un “Mano” que también logró escapar de los “Ellos”, y le dice: “Así como hay entre los hombres, por sobre los sentimientos de familia o de patria, un sentimiento de solidaridad hacia todos los demás seres humanos, descubrirás que también existe entre todos los seres inteligentes del universo, por más diferentes que sean, sentimientos de solidaridad, un apego a todo lo que sea espíritu, que une a los marcianos con los terrestres, a los “trípedos” de Ruma del quinto planeta Vega con los “glóbulos” de Laskaria, la patria de los “Gurbos”.”

Eso suena más a la “simpatía” del Adam Smith de Teoría de los s entimientos morales que a los usuales comentarios de 6,7,8 o de Carta Abierta. Coincide, además, con los últimos aportes de la psicología evolutiva, la teoría de los juegos repetidos y la economía experimental, que señalan la inclinación de los individuos a cooperar con otros, lo que explica la fortaleza de los intercambios voluntarios en mercados y el progreso de las sociedades que los aceptan y promueven. Suena más a la solidaridad voluntaria que a la impuesta obligatoriamente por los programas de ayuda social del Estado. Seguramente, Oesterheld imaginó en su personaje a un libertador, y es conocida su admiración por el Che Guevara. Pero a diferencia de éste, Salvo no busca el poder. Sólo defiende su libertad individual y la de su familia. En tal sentido, es más libertario que revolucionario.

*Publicado por La Nación, Buenos Aires.