El país, vecino de Libia, Cuba, Ecuador, Venezuela… ¿por qué?

Se publicó el Índice de Libertad Económica que elabora la Fundación Heritage para 179 países del mundo. La Argentina fue el tercer Estado que más cayó en el ranking, ya que perdió 20 posiciones, desde la 138ª a la 158ª. Una verdadera debacle del respeto del derecho y la seguridad jurídica que implicó pasar, en una década, de ser un país moderadamente libre, en el puesto 34º, a bajar 124 lugares. El año pasado todavía estábamos en el grupo de los «mayormente poco libres». Lamentablemente, ahora estamos entre los que son más «represivos de la libertad económica». Un vecindario que compartimos con naciones como Bielorrusia, Venezuela, Ecuador, Corea del Norte, Cuba, Libia y una buena cantidad de países africanos.

Sin embargo, en la Argentina no parece importar este rumbo que, incluso, sumó un importante apoyo electoral. Por supuesto, luego nos quejamos de los resultados. Por ejemplo, si tenemos que pedirle permiso a un organismo público para hacer una operación comercial legal como es comprar divisas en un banco o una casa de cambio, cuando constitucionalmente no se puede prohibir ejercer una actividad lícita o lo que la ley no prohíbe. En una palabra, permitimos que un funcionario público decida por nosotros en qué ahorramos lo que ganamos legalmente con nuestro esfuerzo.

También despotricamos porque no conseguimos algunos productos, como electrodomésticos, que mayoritariamente vienen de afuera. O cuando tenemos que comprar más caros sus equivalentes nacionales, a veces de menor calidad. Así, aceptamos que el Gobierno «redistribuya» nuestros ingresos al bolsillo de empresarios locales ineficientes que ganan plata sin hacer el esfuerzo ni invertir para ser competitivos.

La pregunta es por qué el argentino busca poner sus ahorros en activos externos, existiendo posibilidades de invertirlos en el país. La respuesta está a la vista: en cuanto se instrumentaron las restricciones cambiarias se inició una fuga de depósitos en dólares. Saben que cuando el Gobierno «redistribuye riqueza» a alguien se la tienen que sacar y que si le faltan dólares, los que están en los bancos son bastante apetecibles. Mientras uno esté del lado de los que reciben, conviene este «modelo». Sin embargo, nunca sabremos cuándo algún funcionario nos apuntará con su dedo «redistribucionista» para aportar los recursos necesarios para repartir. Conclusión, votamos por el Gobierno, pero protegemos lo que es nuestro de la «garra» oficial.

Nadie puede creer que los empresarios harán cola para invertir en un país donde un funcionario de segunda línea puede llamarlos telefónicamente y ordenarles a cuánto y a quién tienen que vender lo que producen. Esto sucede en la Argentina y no porque haya una norma que lo permita. Lo que ocurre es que hemos dejado que el Gobierno ostente un poder hegemónico que le permite amenazar con graves perjuicios económicos a quien se rebele; por lo que es más «barato» obedecer. Ante este tipo de hechos, cualquiera de nosotros sacaría su patrimonio del país y se quejaría, pero como se violentan los derechos de otros, para qué meterse. Eso habla de nuestra falta de dignidad y de responsabilidad ciudadana; pero, también, de nuestra estupidez, inmadurez o ingenuidad (cada uno elija la que prefiera). Si hoy no defendemos los derechos de otros, ¿quién defenderá los nuestros cuando sean los avasallados?

Además, todo llega, ¿o la historia se repite? Se compraron perros para que olfateen los dólares que llevan en el bolsillo quienes viajan al exterior, porque esas divisas son de la «Argentina» (¿?) o, hablando más claro, son para que las disponga el Gobierno. ¿Estos canes podrán oler lo que hay en las cajas de seguridad o en nuestras casas? No sería la primera vez que en el país se prohíbe tener dólares. De hecho, un funcionario K llegó a afirmar que podría aplicarse la ley antiterrorista ante una corrida cambiaria. Los errores históricos se repiten en los pueblos inmaduros, que no aprenden de ellos.

Hace unos años un periodista venezolano contaba que, en su país, cuando empezó el Gobierno de Hugo Chávez, muchos decían que Venezuela no iba a llegar a ser como Cuba. Esto justificó la comodidad y la irresponsabilidad cívica de una dirigencia profesional, económica e intelectual que, por omisión u acción, dejó que el «chavismo» los llevara hacia una nueva Cuba, el socialismo del siglo XXI. Por ello, hoy me preocupa cuando escucho a muchos argentinos decir que aquí no puede pasar lo que en Venezuela. Esperemos que no sea el justificativo de nuestra comodidad e inmadurez ciudadana presente que nos termine llevando a un futuro del que nos vamos a arrepentir y que nos va a costar mucho corregir.

*Publicado en Ámbito Financiero, Buenos Aires.