Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
CRONISTA.- A nadie puede extrañar que la Argentina siga derrapando en una comparación internacional sobre las libertades económicas, dado que el objetivo explícito del gobierno es profundizar el modelo populista. El Índice Internacional sobre Libertades Económicas publicado recientemente por la Fundación Heritage, de Estados Unidos, confirma que el gobierno está logrando su objetivo a paso redoblado. Pero la sorpresa, y el dolor, aparecen cuando observamos que ya no estamos dentro de los países Moderadamente Libres donde figuran Uruguay, Corea del Sur, España o Israel. Ni siquiera estamos en el sector de países Mayormente No-libres, como Brasil, Camboya, Vietnam, Grecia, Rusia o Haití. No, el Índice de Libertades Económicas nos ubica en el puesto 158 sobre 179 países. Es decir, que hemos caído al último segmento donde se encuentran los países Reprimidos, espacio que compartimos con Ecuador, Burundí, Sierra Leona, Venezuela, Congo, Irán, Lesoto, Cuba, Zimbawe, Corea del Norte.
Si bien el modelo populista hace sentir muy bien a las personas como demuestran los indicadores de confianza de los consumidores y explica que el gobierno haya triunfado con el 54% de los votos en noviembre pasado. Lamentablemente, este bienestar siempre es efímero. A la larga, indefectiblemente la economía será cada vez más ineficiente. Como demostró el premio Nobel de Economía, Fiedrich Hayek. El planificador central -en nuestro caso, Moreno o De Vido- no tiene ninguna posibilidad de saber lo suficiente como para reemplazar al mercado libre. Cuando pone altos impuestos a las industrias eficientes y subsidia a las ineficientes, puede pensar que está ayudando a las industrias infantes hasta tanto logren competir en el mercado internacional. Pero los incentivos son perversos y los empresarios actúan en consecuencia. En lugar de esforzarse por mejorar la productividad, inventar nuevos productos y procesos, se concentran en buscar la protección estatal que le permita obtener ganancias rápidamente.
Los controles de cambios y la falta de respeto al derecho de propiedad incentivan únicamente la inversión con ganancias de corto plazo. La inversión extranjera huye, con la excepción de las empresas acostumbradas a negociar con gobiernos omnipotentes y corruptos. Si leemos a Tolkien o a Lord Acton o a los clásicos, comprenderemos que gobierno omnipotente y gobierno corrupto son hermanos gemelos, inseparables.
Las libertades económicas y el gobierno limitado son esenciales para el crecimiento económico a largo plazo como lo demuestra la fuerte correlación del PBI per capita con la calificación en el Índice de Libertad Económica. Es así porque el derecho de propiedad y la justicia independiente son indispensables para generar un ambiente favorable para el desarrollo de las empresas, el aumento de la productividad, de los salarios de las personas y la rápida superación de la pobreza. Esto fue lo que descubrió el profesor de ética, Adam Smith, cuando se dedicó a hacer una Investigación acerca de la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones. Smith descubrió que los hombres libres a través del intercambio voluntario, lograrían generar una división del trabajo que los llevaría a multiplicar fenomenalmente los bienes y servicios. Las instituciones de la libertad guían a las personas como una mano invisible para que al buscar su propio interés alcancen simultáneamente el bienestar general.
Basta mostrar quiénes son los países que lideran el índice de libertades económicas para comprender que la libertad y el desarrollo económico van de la mano:
Los países más libres, Hong Kong, Singapur, Australia, Nueva Zelandia, Suiza son seguidos por Canadá, Taiwán y Chile, y un poco más abajo por Irlanda, Suecia, EE.UU., Japón, Dinamarca, Reino Unido, Alemania y Holanda. En suma, todos países desarrollados, o bien, como en el caso de Chile, países que se liberaron más tarde pero que ya se encaminan rápidamente hacia el desarrollo.
Además, el informe de la Fundación Heritage se encarga de destacar que las libertades económicas no sólo son el alma del desarrollo y el progreso económico, sino que son inescindibles del resto de las libertades. Un hombre no puede ser libre si no puede disponer del fruto de su trabajo y elegir cómo ahorrar y en qué gastar sus ahorros. Un periódico no puede ser libre si depende de un funcionario para obtener su papel de impresión. Una persona no es libre si dos tercios de sus ingresos van a parar a los cofres estatales sin su consentimiento voluntario.
Aún si el resultado fuera que se pudiera crecer más rápido bajo una economía planificada; un país donde hay que pedir permiso al gobierno para comprar dólares, importar bienes, para invertir o imprimir periódicos, ha dejado de ser un país libre. Y dada la ausencia de reacción ciudadana frente a la pérdida de libertades, en cualquier momento tendremos que pedir permiso hasta para entrar o salir del país, tal como ocurre en Cuba, modelo admirado por el gobierno.
La pregunta que debemos hacernos los argentinos es ¿qué queremos, un país de siervos del Estado o un país de hombres y mujeres libres y responsables de su propio destino?