La economía K está en su momento más difícil

 POR JORGE OVIEDO

[C]omo al inicio de su primer mandato, el auge económico que la llevó al triunfo electoral se le ha esfumado a Cristina Kirchner. Su discurso de anoche reconoce las enormes restricciones de divisas, la falta de inversiones, la ausencia de clima de negocios, la desconfianza de los empresarios, las demandas de los sindicatos frente a una inflación que no se detiene, la apremiante situación fiscal de la provincia de Santa Cruz. Todo ello acumulado en un momento en que, como bien dijo la Presidenta, el escenario internacional continúa siendo favorable para los países emergentes.

La gran pregunta es por qué a la Argentina se le van los dólares, mientras que otros países de la región, como Chile y Brasil, no saben qué hacer para que no entren más divisas que les aprecian la moneda. Insólitamente, mientras Cristina Kirchner pone toda clase de restricciones para la salida de divisas y reclama inversiones, subsiste el control sobre la entrada de capitales, con la esterilización que se implantó en épocas de Roberto Lavagna, cuando el superávit comercial era suficiente para financiar todo el pago de deudas, la remisión de utilidades, la acumulación de reservas y hasta la dolarización de carteras, y todavía sobraban dólares.

OTRO PANORAMA

Las cosas son bien distintas hoy, pero la Presidenta no quiere cambiar de políticas, sino imponerle todo el ajuste necesario al sector privado. Los ahorristas y viajeros no pueden comprar moneda extranjera o se les autoriza mucho menos de lo que desean o necesitan. Las empresas tienen fuertemente restringidas las exportaciones. Los exportadores tienen un plazo muy reducido para liquidar sus ventas y entregar los dólares al Banco Central.

Los sindicalistas tienen que moderar sus reclamos, no hacer paros y aceptar incrementos salariales para sus representados que no compensen la inflación, al contrario de lo que ocurría hasta hace poco en varios gremios.

La Presidenta parecía a fines de diciembre último dispuesta a hacer un ajuste. Pero como triunfó la postura de Guillermo Moreno de no volver a los mercados y tomar algo de deuda para financiar parte del esfuerzo, el recorte debía ser más profundo. Aparentemente el vicepresidente Amado Boudou era partidario de la moderación de los recortes con financiamiento externo, pero públicamente Moreno llamó “pajarones” a quienes sostenían esa postura, que está expresada en el presupuesto 2012. Hace poco el viceministro Axel Kicillof sostuvo algo parecido. Pero la explosión de graves protestas en Río Gallegos ante el intento de recortes a apenas dos meses de que triunfó allí con el 64% de los votos pareció convencer a Cristina Kirchner de intentar otro camino. Con la apropiación de las reservas, como reconoció la presidenta del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, se intentó evitar un “ajuste salvaje” como el ensayado en Santa Cruz.

Pero las medidas que se tomaron han llevado al enfriamiento de la economía. El corralito cambiario está relacionado con la caída de las operaciones inmobiliarias, las restricciones a las importaciones están afectando la actividad industrial, han creado un clima poco propicio para invertir y aumentar la producción y han reducido ventas en el comercio.

Además, dos factores que no controla el Gobierno pasaron de muy favorables a desfavorables. Uno es la fuerte caída de cosecha gruesa por la sequía, que parece haber generado más daños que los inicialmente esperados en la soja. En maíz, que al problema climático suma las intervenciones del Estado, las pérdidas son más grandes todavía. El otro es Brasil, cuya economía no logra recuperar los niveles de actividad de 2010 y demanda menos.

Cristina Kirchner no apuesta a moderar el déficit fiscal y la inflación. Necesita entonces que los próximos meses sean inusualmente cálidos para moderar el déficit energético y que la próxima cosecha gruesa marque récords de precios y cantidades. Pareció querer decir que “hay que pasar el invierno”.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires.