¿Realmente Europa previno a España de un “momento Minsky”?

Director en Iván Carrino y Asoc. | Website

Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

Dos recientes artículos publicados en el reputado diario Ámbito Financiero (aquí y aquí) y reproducidos por Libertad y Progreso reflotan la “financial instability hypothesis” desarrollada por el teórico Hyman Misnky a mediados de los ’70.

Como bien explica el autor del artículo para Minsky la “moderna economía capitalista es inherentemente inestable e inevitablemente desemboca en una crisis”. Sobre esta base, el economista postula que en el mercado existen tres tipos de deudores: los de cobertura – que pueden pagar sus deudas con su flujo de caja –, los especulativos – que deben endeudarse para pagar viejas deudas –, y los Ponzi – que deben tomar créditos hasta para pagar los intereses de obligaciones previas.

Dado este esquema, “si las unidades neutras son dominantes, la economía permanecerá estable” pero “cuanto mayor sea el peso relativo de las unidades especulativas y ponzi, mayor será la probabilidad de que la economía sea inestable”

Ahora bien, hasta aquí tenemos una interesante descripción pero poco de explicación. De hecho, intriga saber qué hace que en una economía predominen las “unidades estables” o por qué, en un momento dado, la mayoría se convierte en “unidades ponzi”.

Según la visión minskyana en las épocas de vacas gordas, acaso por exceso de optimismo, “la estructura financiera del sistema capitalista tiende a estar dominada por unidades de tipo ponzi. Es decir que la estabilidad lleva inexorablemente a la inestabilidad”.

¿Pero por qué esto debe ser necesariamente así? ¿Es esta una descripción fehaciente del progreso capitalista?

Para los teóricos no misnkyanos, la respuesta es negativa. De hecho, la época de “vacas gordas” en una economía verdaderamente capitalista es la consecuencia de un largo proceso que implica ahorro real, inversión en bienes de capital y aumento de la producción de bienes y servicios deseados por los consumidores. En las economías verdaderamente capitalistas, el empresario no invierte porque está de buen humor, sino porque cree que su producto va a estar en línea con el deseo del cliente.

Y por supuesto que los empresarios pueden equivocarse y endeudarse en exceso para financiar sus producciones, pero el sistema de pérdidas y ganancias dominante precisamente en el sistema capitalista es el más eficiente para llevar la producción a buen puerto. No tenemos por qué suponer a priori que todos los empresarios van a cometer errores al mismo tiempo. De hecho, es más lógica la idea de que la existencia de un error empresarial acciona inmediatamente la creatividad de otro para subsanarlo y hacerse con las ganancias que su competidor no pudo capitalizar.

En el sistema capitalista, el empresario descubre las oportunidades de ganancias que son las necesidades o deseos insatisfechos de sus clientes e inician proyectos productivos con el objeto de satisfacerlos. La competencia entre estos garantiza que el error de uno sea la oportunidad de mejora del otro y que el sistema, muy al contrario de lo planteado por Minsky, tienda a ser cada vez más estable.

El segundo artículo del economista Emilio Ocampo al que hacemos referencia no hace más que exponer la lógica conclusión que se extrae luego de abrazar el enfoque minskiano: si el capitalismo es inherentemente inestable, entonces una intervención estratégica del gobierno en determinados momentos (como por ejemplo, un rescate de 100000 millones de euros para España) es algo deseable.

Sin embargo, como hemos visto, la premisa esencial de la teoría de la inestabilidad financiera es altamente cuestionable. La hipótesis es, a lo sumo, una buena descripción de lo que sucede, pero al no ser una teoría explicativa, no debería ser tomada en cuenta para evaluar las políticas económicas a tomar.

Es posible que España haya atravesado un “momento Minsky”, es decir, un momento de inestabilidad máxima. Pero al no reconocer el verdadero origen de este momento y al actuar por puro prejuicio contra el capitalismo, no hay motivos para creer que estas circunstancias no vayan a repetirse nuevamente en el futuro.