Martín Krause: “Borges era un anarcocapitalista”

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
Doctor en Administración por la Universidad Católica de La Plata y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Sus investigaciones han sido recogidas internacionalmente y ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación. Se ha desempeñado como Rector de ESEADE y como consultor para la University of Manchester, Konrad Adenauer Stiftung, OEA, BID y G7Group, Inc. Ha recibido premios y becas, entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship y el Freedom Project de la John Templeton Foundation.

Argentina tiene arreglo y existen otras soluciones a la crisis que no pasan por la salida del euro. Así de optimista se muestra Martín Krause, el economista más prestigioso de Argentina.

Toda una vida dedicada a la ciencia económica da para mucho. Martín Krause es, con diferencia, el mejor de los economistas argentinos y uno de los más reconocidos mundialmente. Es profesor de la Universidad de Buenos Aires, del prestigioso Eseade y del Swiss Management Center. Se encuentra actualmente en España impartiendo una serie de lecciones magistrales sobre economía en un momento en el que todo el país habla de eso.

Muchos comparan la situación de España actual con la de Argentina hace 50 años, ¿es acertada la comparación?

Son dos casos distintos. En España, con todos los problemas que tiene, hay un mayor grado de institucionalidad del que tenía Argentina. Hay una cierta limitación al populismo que proviene de pertenecer a la Unión Europea. La Argentina podía cometer cualquier descalabro sin ningún tipo de disciplina externa. Podía, por ejemplo, emitir la cantidad de dinero que quisiera emitir, y el país terminó en hiperinflación. España no puede salir de la crisis vía emisión de moneda.

Ahora bien, las raíces de la crisis son las mismas: crecimiento del gasto y endeudamiento. En nuestro caso la gran crisis del Estado bebía de tres factores: la quiebra del sistema público de pensiones, el déficit de las empresas estatales y la indisciplina absoluta de las provincias.

¿Debería salir España del euro?

Sería una salida que no ataca el problema central, que es el de exceso de gasto. Ocasionaría la monetización de la deuda, y eso es una forma artificial de solucionar el problema. Es una forma menos visible de abordar el ajuste, pero igualmente cruda. Hay formas de salir de la crisis que no implican salir del euro.

Los males que afligen a la zona euro son muchos, ¿cuál es para usted el peor de todos?

Todo empezó con esa licencia que todos creyeron tener para gastar, pensando en que luego llegaría para salvarte el quinto regimiento de la caballería, en el último momento, cuando estás rodeado por los indios como en las películas de cowboys. Y esto comenzó con los países más importantes, los primeros que incumplieron los límites fijados en Maastricht fueron Francia y Alemania generando poca credibilidad en las normas.

Es un problema de calidad institucional. Aunque pareciese que Europa tenía instituciones sólidas, la realidad es que no estaban. Si los grandes no lo cumplen, ¿por qué lo va a cumplir Grecia o cualquier otro? Y así empieza esa carrera de a mi lo que me interesa es gastar y endeudarme porque a la larga me van a rescatar. Y ahora hay que enfrentar el problema de que no hay para rescatarlos a todos.

Argentina, su país, siempre ha tenido grandes pensadores liberales que ha combinado con los peores políticos del mundo, ¿por qué esa dualidad?

Argentina ha tenido grandes intelectuales liberales, pero también grandes intelectuales socialistas. El progresismo intelectual siempre ha florecido en Argentina y controla el mundo cultural. El último gran liberal que tuvimos en ese campo, y que a la izquierda le costó muchísimo aceptar, fue Borges, que era un anarcocapitalista. Ellos no podían entender cómo la mayor estrella de la literatura nacional pudiera pensar de esa forma.

Pero, por regla general, el mundillo cultural argentino siempre ha estado influenciado por el progresismo, que siempre ha mirado a Europa. A este tipo de intelectual le encanta Francia y esos intelectuales franceses que, cuanto más complicado escriba y hable, mejor.

Esto ha generado un sistema político perverso, en el que los que llegan, por el mero hecho de llegar muestran que han dejado sus principios en la puerta.

Parafraseando al clásico, ¿en qué momento se jodió la Argentina?

Tuvo un papel preponderante en eso Perón, que accede al poder en 1945, pero yo creo que empezó antes, en la década del 30. La gran depresión golpeó mucho a Argentina y empezaron a predominar allí opiniones tomadas de Europa, especialmente de los nacionalismos que hubo en España e Italia. Hay algunos autores que plantean una tesis interesante y es que, fue tal el influjo de la inmigración basado en el éxito de la Argentina liberal, que llegó un momento a principios del siglo XX que la mitad de la población de Buenos Aires no hablaba castellano.

Esto despertó en la clase dirigente preocupaciones nacionalistas, porque ellos querían formar una nación que no existía, aquel era un país nuevo. Preocupados por este aluvión de extranjeros que ni siquiera hablaban la lengua, fueron implementando estructuras gubernamentales y educativas de tipo nacionalista y militarista. Estas estructuras llevaron a esta serie de golpes militares, Gobiernos nacionalistas, lo que, mezclado con el populismo, creo todo este invento criollo que es el peronismo.

¿Y a estas alturas tiene arreglo?

Por un lado los argentinos parece que siempre aprendemos luego de una crisis. Por otro, algunos de esos aprendizajes han calado hondo y otros no tanto, y ahí está la debilidad. El argentino ha aprendido, por ejemplo, que tiene que olvidarse de desórdenes institucionales de tipo golpe militar. La democracia podrá generar un gran número de problemas pero ya es algo que no se negocia.

Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con los temas económicos. Lo que estamos viviendo ahora es, en cierta forma, lo mismo que vivimos en los años 70 y 80, que terminó en crisis económica, hiperinflación y drásticos programas de ajuste. Pareciera que eso hay que volver a aprenderlo. Yo me doy cuenta que mis alumnos no vivieron la época de la hiperinflación y la época de economías reprimidas que explotaban. No vivieron eso y les cuesta comprenderlo.

Siempre se habla de que los alemanes no toleran la inflación por lo del año 23, pero, si lo piensas, no queda nadie vivo que recuerde aquello. Pero se les transmitió a los alemanes y siguen teniendo eso en el corazón. Nosotros también hemos pasado por una hiperinflación, pero, lamentablemente, no se transmitió de la misma forma. Vamos a tener que pasar de nuevo por lo mismo para que aprendamos que no había que hacer eso.

La otra que tendríamos que haber aprendido es la de 2001-2002. De ahí debimos aprender que no hay que endeudarse, porque después fíjate lo que te pasa. Sin embargo ahora el Gobierno vuelve nuevamente a endeudarse. ¿Otra vez tenemos que llegar a eso para entenderlo? Eso es lo que te frustra respecto al posible cambio de la Argentina.

¿Después de Kirchner qué?

No sé que puede venir, pero la demanda de la gente va a ser hacia alguien que sea amable, que respete la institucionalidad y un cierto grado de división de poderes y, especialmente, calma. No hay que implementar ningún modelo fantástico que se tenga en mente. Hay que generar algo de tranquilidad para que cada uno genere el modelo que quiera desarrollar. Esta visión mesiánica que tiene este Gobierno de vamos a por todo porque hay que profundizar en el modelo lleva a este cansancio general. La gente quiere que le dejen hacer su vida y le den ciertas normas fundamentales que le permitan vivir tranquilo.

El próximo Gobierno, a menos que la situación se vuelva demasiado dramática, no va a ser demasiado revolucionario, pero sí más institucional que este Gobierno, que ha sido un atropello constante en la división de poderes, la independencia de la Justicia, la prensa… La gente va a querer que todo eso se respete más.

*Publicado en La Gaceta, Madrid