Iván Carrino
Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Recuperación económica: Lecciones del período posterior a la Segunda Guerra Mundial*
Por Cecil Bohanon. Traducido por Iván Carrino.**
La década que le siguió a la Segunda Guerra Mundial suele recordarse como un período de crecimiento económico y estabilidad cultural. Estados Unidos había ganado la guerra y había derrotado a las fuerzas del mal en el mundo. Las dificultades de la depresión fueron reemplazadas por un mejoramiento del nivel de vida, un incremento de las oportunidades y una cultura norteamericana que florecía y confiaba en su futuro lugar en el mundo. No sorprende que los políticos de todos los partidos rememoren esos días de felicidad para poder defender sus agendas. Pero un análisis más detenido de la realidad inmediatamente posterior al período de guerra nos muestra una imagen en contraste con la idea generalizada de que la intervención del gobierno es un ingrediente esencial para la prosperidad.
En el discurso del Estado de la Unión del año 2009, el presidente Obama comparó su plan de estímulo con iniciativas gubernamentales que habían sido populares en el pasado, utilizando referencias del período posterior a la Segunda Guerra Mundial: “En el despertar de la guerra y la depresión, la Ley ‘G.I.’[1] envió una generación a la universidad y creó la clase media más grande de la historia… el gobierno no reemplazó a la empresa privada: catalizó a la empresa privada”[i]. El ganador del premio Nobel y columnista liberal[2] del New York Times, Paul Krugman, también resaltó el rol del gobierno durante la Segunda Guerra Mundial y durante la recuperación posterior a ella al afirmar que “La Segunda Guerra Mundial fue, después de todo, una explosión de gasto público deficitario… [que] creó un período de auge económico… [que] sentó las bases para la prosperidad de largo plazo”[ii].
Tanto el presidente Obama como el profesor Krugman están utilizando períodos históricos muy amplios para defender el caso de que un gobierno federal activo es un ingrediente esencial para la prosperidad. Estos postulados tienen un aire de plausibilidad y contienen elementos ciertos. Pero un examen más detenido brinda una imagen diferente y contraria de la idea de que la intervención del gobierno es el ingrediente esencial de la prosperidad. El período de posguerra fue, de hecho, inaugurado con una gran contracción del gasto público debido a la victoria Aliada. Sin embargo, el fin del gasto deficitario no envió a los Estados Unidos a la depresión.
EL CRECIMIENTO ECONÓMICO POSTERIOR A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
El pensamiento generalizado de la época era que los Estados Unidos entrarían en una severa depresión al finalizar la guerra: Paul Samuelson, futuro premio nobel de economía escribió en 1943 que luego del cese de las hostilidades y el regreso de las tropas a casa “diez millones de hombres serían arrojados al mercado laboral”[iii]. Advirtió que, a menos que los controles de la guerra se prolongaran, tendría lugar “el mayor período de desempleo y dislocación industrial jamás enfrentado por alguna economía”[iv]. Otro futuro premio Nobel, Gunnar Myrdal, predijo que el colapso económico de posguerra sería tan grave que generaría una “epidemia de violencia”[v].
Esto, por supuesto, refleja una mirada del mundo que interpreta que la demanda agregada es el principal motor de la economía. Si el gobierno deja de emplear soldados y trabajadores de las empresas que fabrican armamento, su ingreso se evaporará y su gasto caerá. Esto deprimirá el consumo y el gasto en inversión, enviando a la economía hacia un espiral descendente de proporciones épicas. Pero nada de esto realmente sucedió luego de la Segunda Guerra Mundial.
En 1944, el gasto del gobierno en todos los niveles representaba el 55% del Producto Bruto Interno (PBI). Para 1947, el gasto público había caído un 75% en términos reales, o desde el 55% hasta el 16% del PBI[vi]. Durante casi el mismo período, los ingresos fiscales del gobierno federal solo cayeron cerca de 11%[vii]. Sin embargo, este “desestímulo” no resultó en un colapso del gasto en consumo o en inversión. El consumo real creció 22% entre 1944 y 1947 y el gasto en bienes durables creció hasta más que duplicarse en términos reales. La inversión bruta privada creció 223% en términos reales, con un enorme incremento real que se multiplicó por seis en el gasto destinado a viviendas residenciales[viii].
El sector privado explotó a medida que el sector público dejaba de comprar armamento y contratar soldados. Las fábricas que alguna vez se dedicaron a fabricar bombas, ahora hacían tostadoras, y la venta de tostadores estaba en alza. En los papeles, el PBI sí cayó luego de la guerra. Fue 13% menor en 1946 que en 1944. Pero esta es una rareza contable del PBI y no un indicador de una economía privada ahogada o de las dificultades económicas. Una empresa de electrodomésticos durante el período de preguerra, vendida al gobierno por 10 millones en 1944, le agregaba 10 millones de dólares a la medición del PBI. La misma fábrica convertida en una fábrica de tostadoras podía fabricar en 1947 un millón de tostadoras que se podían vender por 8 dólares – sumándole solo 8 millones al PBI. Con seguridad los norteamericanos necesitaron fabricar bombas en 1944, pero con la misma seguridad puede decirse que los norteamericanos están mejor cuando esos recursos se usan para fabricar tostadoras. Más concretamente, el crecimiento de la inversión privada continuó sin pausas a pesar de la caída estadística del PBI.
Como muestra el cuadro 1, entre 1944 y 1947 el gasto privado creció rápidamente a medida que el público se desplomaba. Tuvo lugar un gran cambio desde una economía de guerra hacia una prosperidad propia de los tiempos de paz: los recursos fluyeron rápidamente desde el uso público hacia el uso privado.
Igual de importante, las tasas de desempleo de dos dígitos, que habían predominado durante el período previo a la guerra, no regresaron. Entre mediados de 1945 y mediados de 1947, más de 20 millones de personas fueron liberadas del empleo militar y demás empleos relacionados, pero el empleo civil no relacionado con el ámbito militar creció en 16 millones. Esto fue descripto por el presidente Truman como “el más rápido y más gigantesco cambio que una nación ha hecho de la guerra a la paz”[ix]. La tasa de desempleo subió desde 1,9% hasta solo el 3,9%. Como señala el economista Robert Higgs, “No fue un milagro arrear a 12 millones de hombres a las fuerzas armadas y atraer a millones de hombres y mujeres para que trabajaran en las fábricas de municiones durante la guerra. El verdadero milagro fue que solo tomó dos años relocalizar a un tercio del total de la fuerza de trabajo en lugares que sirvieran a los inversores y consumidores privados”[x].
LOS MOTIVOS DEL MILAGRO DE LA POSGUERRA
Si bien seguramente la ley G.I. tuvo un efecto positivo en el nivel educativo del trabajador norteamericano de los años 50, la ley tuvo un rol muy menor en mantener la tasa de desempleo tan baja luego de la guerra. En su pico, durante el otoño de 1946, la ley solo sacó al 8% de los ex combatientes de la fuerza de trabajo al llevarlos a los campus de las universidades[xi]. Antes de la guerra, un número de programas gubernamentales intentó ubicar a trabajadores desempleados en la fuerza de trabajo pero con poco éxito. En los años bajo análisis, sin embargo, ningún programa facilitaba la transición; de hecho, se trató del fin de la dirección estatal de la economía la que facilitó el auge del empleo privado posterior a la guerra.
La economía de guerra de los Estados Unidos desde 1942 a 1945 puede describirse como una economía de comando y control[xii]. Una extensa red de controles de precios impedía que el mecanismo de los precios llevara los recursos hacia sus usos más valorados. Una variedad de burocracias federales, que incluían la Oficina de Administración de los Precios, el Comité de Producción de Guerra, la Oficina de Requerimientos Civiles y la Comisión de Personal de Guerra se encargó de dirigir los recursos con el objetivo de armar y equipar a los millones de soldados estadounidenses y aliados en la batalla contra las fuerzas del eje. Los fabricantes de armas podían obtener materias primas sin que los precios de estas subieran dado que el gobierno por decreto les enviaba estos insumos[xiii].
Si bien estos esfuerzos fueron apoyados de manera uniforme por el público de entonces, redujeron inevitablemente los recursos disponibles para asignarse a la producción de bienes de consumo e inversión privados. Además, los controles de precios y las directivas burocráticas eran ubicuos. Algunos bienes de consumo como los automóviles y otros bienes durables simplemente dejaron de producirse durante la guerra. Hubo periódicas escaseces de bienes que iban desde la leche hasta los piyamas de hombre. La calidad de los bienes se deterioró a medida que los productores intentaron evadir los precios máximos, y los mercados ilegales proliferaron por doquier. El gobierno tomó, de hecho, el control de las firmas y pasó a dirigir sus operaciones[xiv].
Cuando la guerra terminó, sin embargo, la economía dirigida se desmanteló. Para fines de 1946, la asignación directa de recursos por parte del gobierno – por decreto, a través de controles de precios o de sistemas de racionamiento – fue esencialmente eliminada[xv]. También se recortaron los impuestos, aunque para los estándares actuales permanecieron elevados. Desde cualquier punto de vista, la economía se liberó de la dirección gubernamental. A pesar del pesimismo de los economistas profesionales, los recursos que previamente se hubieran dirigido a la producción de bienes para la guerra, encontraron rápidamente otros usos. La comunidad empresarial no avaló la desazón de los economistas. Una encuesta a ejecutivos de empresa en 1944 y 1945 reveló que solo el 8,5% de ellos creía que las perspectivas para su compañía habían empeorado durante el período de posguerra. Un cronista contemporáneo destacó que en 1945-1946 las empresas “tenían un grande y creciente volumen de órdenes de compra para productos aptos para el período de paz”[xvi]. En concreto, la eliminación de los controles de la guerra coincidió con uno de los períodos de prosperidad más prolongados de la historia de los Estados Unidos[xvii].
CONCLUSIÓN
Es importante no exagerar las generalizaciones; cada período histórico refleja circunstancias únicas. Nadie recomendaría embarcarse en un conflicto destructivo y someter a la economía a regulaciones draconianas típicas de la guerra con el objetivo de curar cierto malestar económico. No obstante, este evento histórico indica que es posible que economías altamente reguladas reduzcan el gasto público sin generar un colapso en el gasto privado. Sin embargo, existe un factor clave en todo esto: el sistema de precios debe dejarse libre para que funcione de manera eficiente y pueda dirigir los recursos hacia los usos más valorados. Esto implica, entonces, que las regulaciones que impiden este proceso de mercado deben eliminarse a medida que el gasto público se reduce. Irónicamente, se ve que la prosperidad que gozaron los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial no fue consecuencia de una agenda política cuidadosamente elaborada, sino más bien un producto colateral de lo que el gobierno dejó de hacer.
* Artículo publicado por el Mercatus Center de la Universidad George Mason de Washington. Traducido del inglés por Iván Carrino. La versión original se encuentra disponible aquí http://mercatus.org/publication/economic-recovery-lessons-post-world-war-ii-period.
** Cecil Bohanon es profesor de economía en la Universidad de Ball State en Muncie, Indiana. Es autor de numerosos artículos académicos y comentarios sobre temas de economía y política económica. Fue el ganador del premio Stavros a la enseñanza en 2007 y productor de una película sobre empresarialidad llamada Increasing the Odds, que ganó el premio Emmy a la mejor película.
[1] Es la ley de reajuste de lo shombres que prestaron servicio durante la guerra. Fue una ley que brindó una serie de beneficios para los veteranos de la Segunda Guerra. Los beneficios incluían bajas tasas hipotecarias, bajos tipos de interés para comenzar negocios, pagos en efectivo y pagos de matrículas para comenzar la Universidad o el colegio, así como un año de compensación por desempleo.
[2] “Liberal” en el sentido estadounidense del término. Es decir, socialdemócrata o progresista, tal como se entiende en Latinoamérica.
[i] Brack Obama: “Address by the President to the Joint Session of Congress” (speech, Washington, D.C., February 24, 2009), http://legacy.cspan.org/Transcripts/SOTU-2009-0224.aspx
[ii] Paul Krugman, “1938 in 2010,” New York Times, September 5, 2010.
[iii] Paul Samuelson, “Full Employment After the War” in Postwar Economic Problems, edited by S.E. Harris (New York: 1943).
[iv] Ibid.
[v] David R. Henderson, “U.S. Post-War Miracle” (working paper, Mercatus Center at George Mason University, 2010).
[vi] Ibid.
[vii] “National Income and Product Accounts Tables, 1940″1947” (GDP accounts in billions of chained 1937 dollars), Bureau of Economic Analysis, U.S. Department of Commerce, http://bea.gov/iTable/iTable.cfm?ReqID=9&step=1