Carlos Alberto Montaner
Miembro del Consejo Académico, Libertad y Progreso
El presidente Nicolás Maduro lo contó estremecido por la emoción. Hugo Chávez se les apareció a los obreros que excavaban el Metro de Caracas. Hay muchas incógnitas. Se discute si fue un fenómeno paranormal o para anormales. Su rostro se dibujó misteriosa e inesperadamente en una pared. Luego se esfumó. Fue sólo una visita fugaz, pero hubo tiempo de retratar al aparecido. Le enviaron la foto a Maduro. No está claro si la mandó el mismo Chávez o si fue un detalle del proletariado. Ahí estaban los ojos vigilantes del bolivariano, acaso asombrados de que haya venezolanos que todavía trabajen en el país.
Chávez, como Dios, está en todas partes. Maduro lo dijo. Chávez somos todos. Como se sabe, Chávez habla con Maduro a través de los pájaros. Tal vez se consiga que a partir de ahora las paredes participen del diálogo. ¿Por qué no? ¿Qué le cuesta a Chávez, si va a salir en una pared, decir unas cuantas palabras? Las paredes oyen, aseguraba Ruiz de Alarcón. Maduro espera que, además, hablen. Y que lo hagan claro.
En todo caso, es muy probable que, en el futuro, Maduro incorpore a los gatos entre sus interlocutores con el más allá. Los gatos se adaptan muy bien al mundo esotérico. Los egipcios los consideraban animales sagrados y decapitaban a quienes los maltrataran. Cuando las comunicaciones extrasensoriales lleguen a ese punto, sin embargo, será conveniente separar a los gatos parlanchines de los pájaros conversadores para que los felinos no se los coman. Los instintos son los instintos.
No es factible, en cambio, que Chávez le hable a Maduro por medio de los perros. Chávez y Maduro se llevan muy bien con los islamistas y los perros no son muy queridos por la tribu de Mahoma. Los perros no son interlocutores fiables. Mienten mucho. Salvo los San Bernardo, tal vez por respeto al santo que le da nombre a la raza, el resto dice cualquier cosa. ¿Quién puede confiar en un mensaje transmitido por un cocker spaniel? Se les ve la doblez, la banal intención de conquistar a quienes les transmiten el mensaje mientras mueven la cola aviesamente.
Es posible, sin embargo, que todo se trate de una broma. La aparición de Chávez en la pared milagrosa ocurrió la víspera de la fiesta de Halloween. Chávez, en vida, fue un bromista infatigable. Trick or treat. Dulce o truco. Chávez nombró sucesor a Maduro y canciller a Jaua, más o menos como Calígula, que también disfrutaba del humor negro, hizo Cónsul a su caballo Incitato. Ni a Groucho Marx, el nieto de Karl, se le hubiera ocurrido algo así.
Tampoco puede descartarse que todo esto sea una maniobra del Demonio encaminada a confundir a Maduro y a sus huestes. Belcebú es capaz de todo. Belcebú, también, somos todos. Tiene una mala leche legendaria, como atestiguan Adán y Eva. (Adán Chávez no, sino el legítimo, el de la manzana, la serpiente y la pudorosa hojita de parra). Este año se cumplen cuatro décadas del estreno de “El exorcista” y tal vez el Diablo quiere vengarse del jesuita que extrajo al demonio Pazuzu de las entrañas de la malhablada niña Regan McNeal, la criatura con el pescuezo más flexible de la historia de las vías repiratorias.
En ese caso habrá que exorcizar a Maduro. Uno de los conjuros más eficaces es colocarse a la altura de su boca (es conveniente, antes, darle una pastilla de menta) y gritarle la oración de San Miguel Arcángel, invocando los nombres de los 5 demonios más dañinos: Satán, Lucifer, Belcebú, Belial y Meridiano (no consta que Diosdado Cabello forme parte del grupo): “O príncipe de la multitud celestial, arrojar al infierno a todos los malos espíritus que rondan por el mundo buscando la ruina de las almas”. Amén.
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