La economía argentina luego de 30 años de democracia

Emilio Ocampo

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.

Profesor de Finanzas e Historia Económica, Director del Centro de Estudios de Historia Económica y miembro del Comité Académico del Máster de Finanzas de la Universidad del CEMA (UCEMA). Profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York (2013-14). Licenciado en Economía UBA (1985) Master of Business Administration (MBA) de la la Universidad de Chicago (1990). Autor de numerosos libros y artículos académicos sobre historia, economía y finanzas.

Se cumplen treinta años desde que la sociedad argentina recuperó la democracia. Mas allá de las lógicas celebraciones es una buena ocasión para preguntarse como gestionaron la economía nuestros dirigentes políticos durante casi veintitrés años de peronismo y siete de radicalismo. El tema da para mucho más que un artículo pero vale la pena hacer una evaluación preliminar. Una manera es comparando la evolución de la economía argentina con las de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela

El análisis de las estadísticas de crecimiento económico de estos ocho países muestra una clara división en dos grupos. El primero incluye a Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela. El segundo a Brasil, Chile, Colombia y Perú. Según cifras del FMI, en 1983 el PBI del primer grupo sumaba US$203 mil millones y el del segundo US$241 mil millones. En estos últimos treinta años las economías del primer grupo se multiplicaron por 4,8 mientras que las del segundo se multiplicaron por 12,7. En cuanto al PBI per cápita, en el segundo grupo se multiplicó 7,3 veces mientras que en el primero 3,3 veces. Las cifras de Argentina son muy similares a la del primer grupo.

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Hay quienes querrán argumentar que la deuda externa limitó nuestra capacidad de crecimiento pero las estadísticas sugieren lo contrario. En 1983 la deuda externa del segundo grupo era superior a la del primer grupo tanto en términos absolutos como en relación al PBI. Mientras que la deuda externa del primer grupo casi se duplicó en los últimos treinta años (la de Argentina creció 150%) la del segundo grupo se cuadruplicó pero actualmente es inferior en relación al PBI (19% vs. 24%). Ni el monto absoluto ni el peso relativo de la deuda externa explican las diferencias en el desempeño económico de ambos grupos.

Dado que las condiciones externas fueron similares para ambos grupos (incluso mejores en la última década para Venezuela y Ecuador cuyas economías dependen de las exportaciones de crudo) el enorme diferencial en el desempeño económico sólo se explica por factores domésticos. Los dos más importantes son la calidad institucional y la política económica, ambos bajo el control de quienes gobernaron durante ese período.

De los seis indicadores de buena gobernabilidad que prepara el Banco Mundial, Argentina compara favorablemente al resto de estos siete países en sólo dos: estabilidad política y respeto por los derechos humanos, civiles y políticos. En los índices de efectividad gubernamental, control de la corrupción, estado de derecho y calidad de las regulaciones nuestro país se encuentra entre los tres o cuatro peores. Según el índice que elabora la Fundación Libertad y Progreso, Argentina es uno de los seis países del continente con peor calidad institucional. Y entre de los ochos países comparados fue el que más volatilidad tuvo en su tasa de crecimiento del PBI en dólares desde 1983.

En 1983 la economía argentina era 5 veces la de Chile, 2 veces la de Colombia y 5,4 veces la de Perú. En 2013 el FMI estima que será 1,7 veces la de Chile, 1,3 veces la de Colombia y 2,3 veces la de Perú. En menos de un siglo pasamos de ser la primera economía al sur de EE.UU. a ser la tercera y, si sigue esta tendencia, pronto seremos la cuarta o la quinta. Un triste destino que nunca hubiera imaginado la generación que logró que en 1910 Argentina fuera una de las diez naciones más prósperas del planeta.

En términos de crecimiento, más que de una década perdida hay que hablar de una generación perdida. En estos últimos treinta años los dirigentes políticos argentinos han sido los protagonistas de un drama cuyo principal resultado ha sido la decadencia económica. Es un drama que se repite década tras década en el que los actores son casi siempre los mismos (aunque veces interpretan roles distintos), el desenlace es el mismo y la puesta en escena es cada vez peor. El público no es ajeno a este estado de cosas, ya que lo ha validado a través de sucesivas elecciones (aunque hay que reconocer que graves distorsiones en el sistema electoral contribuyen a mantener el status quo). Desde el punto de vista económico, la sociedad argentina parece un perro que trata de morderse la cola. Mientras tanto, algunos de nuestros vecinos y el resto del mundo avanzan. Para alcanzarlos son necesarios un cambio de mentalidad en los dirigentes y una toma de conciencia en el electorado.

*PUBLICADO EN LA ERA DE LA BURBUJA, MARTES 10 DE DICIEMBRE DE 2013
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