ÁMBITO FINANCIERO.- Recientemente, el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, habló de un supuesto “efecto contagio” de precios que implicaría que, si la leche u otros bienes suben, el peluquero tiende a ajustar en la misma medida lo que le cobra a sus clientes. Tengo una mala noticia para los peluqueros: esto no siempre es así y no lo será en el futuro inmediato.
Los pesos son un bien como cualquier otro y, por ende, tienen oferentes (que en este acaso es el monopólico BCRA) y demandantes, todos nosotros, que los usamos porque nos son útiles como medio de pago, reserva de valor y unidad de medida. Por lo tanto, si el BCRA produce pesos más de lo que la gente demanda, como con cualquier otro bien, su precio cae. También, sucederá lo mismo si baja la demanda (por ej. porque no sirve para ahorrar) sin que se reduzca la oferta. Pero resulta que el peso es el metro con el que valuamos todos los bienes y servicios; por lo que, al achicarse, todo aumenta respecto a él. Eso es inflación.
Desde principios de año, el Banco Central (BCRA) ha mantenido una política monetaria mucho más austera que en los períodos anteriores. Sin embargo, se encontró con una novedad, la gente empezó a reducir el ritmo en el que aumenta su atesoramiento de pesos más rápido que lo que se desaceleraba la oferta. Seguramente, esto sucede porque está cada vez más cansada de que la estafen con el impuesto inflacionario que le cobra el BCRA para financiar el exceso de gasto del gobierno. Por lo tanto, el peso siguió depreciándose y más rápido que antes, adicionando un par de puntos porcentuales más al alza de precios.
Ahora la pregunta es qué pasará en 2014. Algunos temen que el incremento del ritmo de devaluación oficial aumente la inflación pero eso no necesariamente va a ser así. Por ejemplo, si el BCRA mantuviera el ritmo de expansión de los pesos y la gente no cambiara la tasa de incremento de su demanda, la inflación sería similar; aunque el dólar “cepo” suba más rápido. El verdadero resultado de esto será un cambio de precios relativos.
Hasta ahora, el BCRA no reconocía en su tipo de cambio la verdadera pérdida de valor de la moneda local. Por lo tanto, todos los bienes que se exportan o importan, y dependen de dicho precio de las divisas extranjeras, subieron a un ritmo menor del que debieron hacerlo. Esto significó un beneficio para los consumidores que pudieron gastar una mayor proporción de sus ingresos en otras cosas, generalmente servicios domésticos. Por lo tanto, estos últimos aumentaron su valor más de lo que hubiera correspondido a un mercado sin dicha distorsión cambiaria.
A esto hay que agregarle que, demagógicamente, el gobierno mantuvo subsidios indiscriminados a través del congelamiento de las tarifas públicas, lo que permitió consumir mucho más aún de servicios domésticos no controlados. Estos sectores fueron los grandes beneficiarios; ya que pudieron aumentar sus precios con fuerza. Califican como tal, por ejemplo, el servicio de comercialización de bienes; por lo que no extraña que los productores se quejen de que han incrementado su participación en el precio final. También, tiene esta característica el salario de los trabajadores, justificándose así buena parte de la ganancia de poder adquisitivo que tuvieron en estos años.
Sin embargo, si mantenemos el cepo como hasta ahora, la pérdida de reservas se agravará ya que los sectores exportadores se ven asfixiado por el dólar barato y, a su vez, se incentiva la demanda para gastos en el exterior. Conclusión, vamos derecho a una “macrodevaluación oficial”. Por eso, el BCRA parece haber optado por darle un mayor realismo al incremento del valor de la divisa oficial. En la medida que esto continúe, habrá un nuevo cambio de precios relativos. Primero, los bienes tenderán a subir más rápido; ya que dependen del tipo de cambio “cepo”; por lo que no debería extrañarnos que nos asustemos cada vez que vamos al supermercado. Esto dejará menos dinero en el bolsillo de la gente para comprar otras cosas, en general, servicios; por lo que estos sectores no podrán aumentar tanto sus precios o perderán a sus clientes. Es decir, habrá un cambio fuerte de precios relativos en favor de los bienes, que es en lo que más gastan los sectores de menores ingresos.
Un problema adicional se daría si, como se espera, empiezan a quitar los subsidios a las tarifas; lo que incrementará lo que hay que pagar por dichas prestaciones. Esto implica que se reducirá mucho más lo que quedará disponible para gastar en el resto de los servicios que no tienen precios subsidiados; por lo que serán éstos los que deberán reducir sus pretensiones para que sigamos demandando lo que producen. Por lo tanto, se equivoca el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich cuando dice que los peluqueros incrementarán sus precios porque aumenta la leche. Eso significaría que sus clientes no consumen leche o que tienen ingresos infinitos; lo cual no es real. Todos tenemos lo que se llama “restricción presupuestaria” o sea capacidad de gasto limitada.
Una mala noticia adicional es que los salarios califican como un servicio cuyo valor no está subsidiado. Es decir que su precio relativo deberá bajar mucho respecto a los de los bienes y el de los servicios con tarifas controladas. Dicho en criollo, su poder adquisitivo tendrá una gran reducción.
Conclusión, las distorsiones económicas, como el cepo o los subsidios indiscriminados de tarifas, generan una sensación de bienestar económica artificial. Como dichas malas políticas económicas no son sustentables en el tiempo, hay que corregirlas; lo que termina degenerando en una fuerte caída del nivel de vida de los argentinos. Sin embargo, todavía hay un escenario posible peor. Es cuando los gobiernos se empeñan en mantener sus erradas estrategias y es la realidad la que se termina imponiendo; ya que eso deriva en las históricas crisis que ha vivido nuestro país, con sus altos costos sociales y económicos.
*PUBLICADO EN ÁMBITO FINANCIERO, VIERNES 20 DE DICIEMBRE DE 2013
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