Otra vez se equivocó el FMI

Emilio Ocampo

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.

Profesor de Finanzas e Historia Económica, Director del Centro de Estudios de Historia Económica y miembro del Comité Académico del Máster de Finanzas de la Universidad del CEMA (UCEMA). Profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York (2013-14). Licenciado en Economía UBA (1985) Master of Business Administration (MBA) de la la Universidad de Chicago (1990). Autor de numerosos libros y artículos académicos sobre historia, economía y finanzas.

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Hace algunas semanas ocurrió algo inédito. Christine Lagarde, Directora General del Fondo Monetario Internacional, ofreció disculpas al gobierno de Gran Bretaña. “¿Me tengo que poner de rodillas?” contestó algo molesta ante la insistencia de un periodista. ¿La razón? A principios de 2013 el economista jefe del FMI, Oliver Blanchard, advirtió al gobierno conservador que estaba “jugando con fuego” al imponer medidas de austeridad fiscal y redujo las previsiones de crecimiento de la economía británica a sólo 0,7% para 2013.  Pero contrariamente a estos pronósticos, la economía creció 1,7% y el último World Economic Outlook estima que lo hará a una tasa del 2,9% anual este año. Esto quiere decir que en 2014 será la economía de mayor crecimiento en la Unión Europea y la que exhibe mejor desempeño desde 2012.

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Fuente: Elaboración propia en base a datos del FMI.

El sólido desempeño de la economía británica también ha sido un “cachetazo” para Paul Krugman y otros economistas que pronosticaban un futuro aun más sombrío que el FMI. La cruzada de Krugman en contra de las políticas del gobierno conservador de David Cameron comenzó en octubre de 2010 y se fue intensificando con el paso del tiempo. “Victima de la moda,” fue el título de uno de sus primeros artículos, en el que alertó que el plan de reducción de gasto público que proponía Cameron empujaría a la economía británica al estancamiento. Pocos meses después declaró que la experiencia de Gran Bretaña demostraba que la austeridad fiscal no era la manera de enfrentar la crisis sino que, por el contrario, había que aumentar el gasto público. Según Krugman, el plan de Cameron plan se basaba en la creencia de que el “hada de la confianza arreglaría todo.” Al poco tiempo aseguró que la performance de la economía inglesa bajo el gobierno conservador había sido peor que durante la crisis del treinta. En abril de 2012, se burló de sus “notables logros” y aseguró que Gran Bretaña continuaría en “una espiral de austeridad letal y autodestructiva.” En una conferencia que pronunció en Londres meses más tarde, volvió a criticar duramente la política de Cameron a la que calificó de “insensata” y además una política “que nunca a funcionado, que está basada en una noción de la prudencia que es totalmente contraria a toda la evidencia disponible.” A fines de 2013, cuando la economía británica mostraba obvios signos de dinamismo, Krugman se negó a admitir que quizás se había equivocado y dobló la apuesta: acusó al Secretario del Tesoro inglés de imitar a “Los tres chiflados”. Hace ya varios meses que no escribe sobre el tema. En vez utiliza su prosa incisiva para defender la tesis de su protegé, el economista francés Thomas Piketty.

No se trata de criticar a Krugman sino entender por qué, pese a todos los pronósticos agoreros (y algunos apocalípticos), la economía del Reino Unido hoy es una de las más dinámicas de Europa. Parte de la respuesta hay que buscarla en un informe de la consultora Ernst & Young publicado días atrás. Según este informe, Gran Bretaña ha desplazado a Alemanía del primer lugar en Europa como recipiente de inversión extranjera directa. Otro dato notable es que a nivel global hoy es sólo superada por los BRICs y por Estados Unidos. Este importante flujo de inversiones contribuyó decisivamente a la recuperación económica. Ernst & Young destaca que la solidez y la estabilidad de la economía y el marco institucional del Reino Unido son los factores claves que atraen la inversión extranjera, seguidos por el alto estándar de vida, la calidad de la infraestructura de comunicaciones y tecnología y la estabilidad social.

Además, como destaca esta semana Jeremy Warner en el Daily Telegraph, Gran Bretaña hoy tiene la tasa de impuesto a las ganancias más baja de Europa (20%) y una de las más bajas del G-20. El gobierno inglés también adoptó medidas que facilitan el planeamiento de las empresas bajo un marco de estabilidad impositiva que ofrecen muy pocos países en el mundo. Todo esto contribuye a aumentar la competitividad del sector privado inglés.

Por más que nos cueste (ya que se ha demonizado todo lo que está relacionado con el Reino Unido) podemos sacar de todo esto algunas valiosas lecciones para la Argentina. Para crecer es necesaria la inversión y para que haya inversión son necesarias la estabilidad en las reglas de juego, la seguridad jurídica, la previsibilidad impositiva, una infraestructura de alta calidad y una población bien educada. Los países que ignoran estas verdades elementales están condenados a la decadencia.

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