En principio, esto debería ser perfectamente normal: desde las ingenieras hasta los albañiles, desde las cirujanas hasta los fontaneros, desde las ejecutivas hasta los camareros, los mejores profesionales en cada tipo de actividad no pueden cobrar lo mismo que los peores. ¿A qué tanto revuelo si aplicamos este razonamiento a los profesores?

La idea es que los políticos ganen las elecciones para cambiar el país, no para relatar cómo las restricciones políticas no lo permiten.