Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
INFOBAE – En febrero pasado publiqué en este espacio la columna “No se olviden de los pobres”, cuyo título se motivaba en la carta que el papa Francisco dirigió a los líderes del Foro de Davos con tal petición. Mi columna ilustraba nuestra realidad al respecto, mediante una de las promesas de campaña del presidente Mauricio Macri: la futura implementación del denominado plan Primer Trabajo. En aquella nota sostuve que un plan de esas características abriría las puertas del mercado laboral a miles de jóvenes. Sin embargo, ello no facilitaría su adaptación y, por ende, un crecimiento exitoso. Así, proponía el sistema de educación dual alemán como potencial complemento ideal, que contribuiría en la generación del capital humano específico para incrementar significativamente la probabilidad de que los jóvenes se desarrollasen adecuadamente en las empresas contratantes.
Hoy, frente al lanzamiento del plan Primer Empleo, resulta de utilidad retomar el tema. Es claro que si se baja el costo laboral, se crearán más oportunidades de empleo para quienes ingresan al mercado laboral, ello es altamente positivo. Sin embargo, es necesario volver a subrayar que si quienes acceden a su primer empleo no cuentan con el capital humano necesario, el plan podría no incrementar significativamente la probabilidad de que los beneficiarios tengan éxito a lo largo de su vida profesional.
Educación, fundamentalmente técnica, y capacitación laboral, ese es el eslabón que nos falta construir. Veamos cronológicamente la opinión al respecto de cuatro premios Nobel.
Milton Friedman (Nobel de Economía, 1976) declaró alguna vez: “Una mejor educación ofrece una esperanza de reducir la brecha entre los trabajadores más y menos calificados, de defenderse de la perspectiva de una sociedad dividida entre los ricos y pobres, de una sociedad de clases en la que una élite educada mantiene a una clase permanente de desempleados”.
Hace ya 50 años, Theodore Schultz (Nobel de Economía, 1979) nos explicaba el porqué. En su visión, la educación es el principal motor de movilidad social, dado que las diferencias de ingresos entre las personas se relacionan con las diferencias en el acceso a la educación, la cual incrementa sus capacidades para realizar trabajos productivos.
Por su parte, Robert Lucas (Nobel de Economía, 1995) nos ha enseñado que una persona más educada no sólo es más productiva, sino que también incrementa la productividad del resto de los factores de producción. Un escaso nivel de capital humano genera que el capital físico sea menos productivo y si ambos son menores que los de otro país, su nivel de ingreso también lo será. Más razonable e intuitivo, imposible.
Pero, entonces, ¿cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad en el largo plazo? Eric Maskin (Nobel de Economía, 2007) nos provee la obvia respuesta: educación y entrenamiento laboral. En sus propias palabras: “La población debe tener los medios para ganarse su propio sustento y los programas sociales pueden ayudarles a llegar a ese punto dándoles asistencia, educación y capacitación laboral”.
A riesgo de ser reiterativo: educación y capacitación laboral son la condición suficiente para que un plan como Primer Empleo tenga tanto éxito como todos deseamos. Cuatros premios Nobel me dan sustento para esta afirmación y con muy poco esfuerzo sería factible encontrar varios otros que coincidan.
Ahora, ¿por qué sugiero el sistema de educación dual alemán como complemento ideal? En dicho sistema, el estudiante pasa muchas horas de su tiempo adquiriendo experiencia laboral en empresas, a veces antes de su graduación de la escuela secundaria. Conforme van pasando los años, el estudiante incrementa el tiempo en la empresa y reduce el tiempo en la escuela, con lo que logra incorporarse al proceso productivo con capital humano específico. Usualmente, los aprendices reciben durante este período un salario cercano a un tercio del que percibe un trabajador al inicio de su carrera. Por supuesto, las empresas que participan cuentan con incentivos financieros del Gobierno.
En la Unión Europea más de cinco millones de jóvenes de menos de 25 años se encuentran sin trabajo; la tasa de desempleo en España y Grecia alcanza al 50% de este grupo de edad. Tanto España como Grecia, al igual que Italia, Portugal, Letonia y Eslovaquia han buscado mejorar la transición desde la escuela secundaria al mundo profesional al centrar su atención en el sistema dual.
Una adaptación del sistema dual a nuestra realidad facilitaría no tan sólo la incorporación de miles de jóvenes a la sociedad productiva, como podría lograrse mediante los incentivos del plan Primer Trabajo, sino que también sería condición suficiente para que adquirieran el capital humano que les permita desarrollarse exitosamente.
Educación técnica y capacitación laboral: esa puede ser la llave del reino para enfrentar con éxito la pesada herencia recibida.