Competencia populista y política tributaria

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.

La pregunta a formularse es: ¿por qué la gente vota populismo? ¿Por qué durante décadas sigue votando un populismo u otro?

Explicar la decadencia económica argentina no luce tan difícil. Luego de haber crecido generando un gran flujo de inversiones en el sector real de la economía de y haber sido uno de los países más prósperos del mundo, entró en una larga decadencia a partir de la década del 40.

Las políticas distributivas, el proteccionismo, el aumento de la burocracia estatal, el incremento de la carga tributaria, los controles de precios y salarios y demás medidas demagógicas generaron un fenomenal gasto público que hubo y hay que financiarlo con impuestos, endeudamientos que terminaban en defaults y emisión monetaria con los correspondientes procesos inflacionarios. Sencillamente pasamos de reglas de juego que permitían sostener una senda de crecimiento de largo plazo a reglas de juego que desestimulan la inversión y la producción.

La pregunta a formularse es: ¿por qué la gente vota populismo? ¿Por qué durante décadas sigue votando un populismo u otro? Con diferentes modales, pero populismo al fin.

En principio uno tiende a pensar que la contrapartida de tanto gasto público es la carga tributaria que tiene que soportar la población, la cual podría llevar a rechazar las propuestas populistas, sin embargo los populistas son populistas pero no estúpidos, saben qué hacer para sostenerse en el poder.

En primer lugar es importante resaltar que la democracia se convirtió en una carrera populista en la que cada partido político trata de llegar al poder prometiendo la mayor cantidad de redistribución posible. A más promesas de “repartir” riqueza, más votos. Sin embargo, si a todos los votantes tuvieran que cobrarles más impuestos para repartir, entonces perderían la carrera populista el político populista.

¿Cómo resuelve el problema el populista? Simplemente aplica la mayor carga tributaria sobre los sectores más reducidos de la población para transferírselos a sectores más amplios. Así, el populista pierde el voto de un sector de la sociedad pero gana una mayor porción de votos del electorado que es al que beneficia con lo que le “roba” a los sectores más reducidos. Es solo explotar a sectores de ingresos altos y medios para dárselos a sectores de ingresos más bajos. El balance del aumento de la presión tributaria versus los votos ganados por el populismo es lo que hace la diferencia a favor del político populista.

Claro que a mayor redistribución mayor carga tributaria, por lo tanto el populista tiene que buscar sectores más amplios de la sociedad para ampliar la base imponible, lo cual lo lleva a generar descontento en sectores de la población que antes no expoliaba, perdiendo caudal de votos.

El punto es muy evidente. En su carrera populista los políticos primero aplican una feroz carga impositiva sobre los sectores que generan puestos de trabajo. Esto desestimula la inversión, baja la productividad y disminuye la riqueza a distribuir (ver lo que hoy le pasa al chavismo en Venezuela). Cuánto menor riqueza hay, menos para repartir y se buscan otros sectores a los que castigar con impuestos hasta que la carga tributaria abarca a tantos sectores que, finalmente, la trampa original de cobrarle mucho a pocos para distribuir entre muchos se desdibuja y tienen que cobrarle mucho a muchos. Eso es el fin del proceso populista más feroz. En algún punto comienza un proceso más prudente o se termina en una terrible dictadura que tiene que reprimir el descontento popular como, insisto, ocurre actualmente en Venezuela. A modo de ejemplo veamos el caso argentino.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. implementó el plan Marshall para ayudar a sus aliados e incluso sus enemigos a reconstruir sus economías. De acuerdo a datos de Nicolás Cachanosky, el plan Marshall contó con U$S 13.000 millones de ese momento que serían unos U$S 120.000 millones actuales, que dividido entre varios países, uno de ellos Alemania.
Entre 2003 y 2015, los k recaudaron U$S 1,2 billones (millones de millones), es decir, 10 veces más que lo que fue el plan Marshall
Los K contaron con 10 veces más recursos tributarios que lo que recibió toda Europa con el plan Marshall.
Lo dramático es que Europa se reconstruyó. Los caminos, puentes, sistema energético, agua potable, etc. que habían quedado sepultados bajo los escombros de la guerra fueron reconstruidos y la economía europea creció entre 1948 y 1951 al 2,2% anual (datos Nicolás Cachanosky)
¿Qué dejaron los K con 10 veces más recursos que toda Europa?
El sistema energético destruido, al igual que las rutas, el agua potable, los trenes, etc. y encima el país en recesión y con 30% de pobres.
Con 10 veces más recursos que el plan Marshall o el equivalente a un plan Marshall por año, los k dejaron destruida la infraestructura del país al igual que Europa ni bien terminada la guerra, y encima en recesión y con una tasa de pobreza nunca vista en Argentina.
Pero llegar a recaudar el equivalente a U$S 166.000 millones en 2015, 7 veces más que en 2003, el kirchnerismo tuvo que aplicarle impuestos directos a sectores que nunca había pagado directamente un impuesto. Me refiero al impuesto a las ganancias y bienes personales. Eso generó un descontento popular que terminó con el gobierno k en las elecciones de 2015.

En síntesis, el populismo lleva dentro su de ser el virus de su autodestrucción o de las dictaduras más violentas que conocieron la historia para poder dominar el descontento popular. Se sabe cómo comienza el populismo, lo que no se sabe es cómo termina: si en una dictadura asesina o perdiendo el poder en las urnas. La única certeza es que sabemos cómo deja el país: destruido.