Trump, los argentinos y el blanqueo

Director General en

Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 

LA NACIÓN – Distintos analistas coinciden en que el ascenso de Donald Trump reduce las probabilidades de que las autoridades de los Estados Unidos intercambien información fiscal con otros países, incluida la Argentina, por lo que el acuerdo bilateral que el gobierno de Mauricio Macri venía negociando para acceder a listados de bienes de argentinos en el país del Norte encontraría dificultades para avanzar en el corto plazo. No resultaría algo dramático para el futuro del blanqueo de capitales, cuyo éxito estaría asegurado, aunque podría alentar a algunos argentinos con inversiones en los Estados Unidos no declaradas al fisco argentino a no apurarse a ingresar al sinceramiento fiscal.

El espíritu nacionalista y antiglobalizador que animaría a Trump podría derivar, a juicio de algunos especialistas, en una mayor resistencia de su gobierno a intercambiar información financiera, con el objetivo de seguir atrayendo recursos del resto del mundo hacia los Estados Unidos. Recursos que, necesariamente, este país requerirá si, efectivamente, su futuro presidente cumple con sus promesas de bajar impuestos y lanzar al mismo tiempo uno de los más ambiciosos planes de obras públicas de los últimos tiempos.

Según el economista Miguel Angel Boggiano, cuyo currículum revela un master en la Universidad de Chicago, el propósito del futuro gobierno norteamericano es “aumentar la captación de dinero no declarado del mundo” y “consolidar aún más la posición de los Estados Unidos como paraíso fiscal” del planeta.

Cabe recordar que numerosos países han suscripto, bajo el impulso de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un convenio multilateral sobre asistencia mutua en materia fiscal, que apunta al intercambio automático de información entre los firmantes a partir de 2017. Países donde los argentinos han invertido su dinero muchas veces a espaldas de las autoridades fiscales de su país, como Suiza o Uruguay, han adherido a ese convenio. No así Estados Unidos.

“Aquellos que estaban en la duda acerca de cuánto tiempo permanecería Estados Unidos ajeno al intercambio de información internacional, hoy pueden estar seguros de que la cuestión está muy lejos de ser una prioridad para la Casa Blanca”, añadió.

Trump también ha prometido durante su campaña electoral modificar la legislación que, desde la crisis financiera de 2008, ha limitado la flexibilidad operativa de las entidades bancarias estadounidenses. Efectivamente, los bancos han sufrido una fuerte presión regulatoria a partir de la llamada ley Dodd-Frank, promulgada por el gobierno de Barack Obama en 2010, para evitar que se repitieran casos como los derivados de la burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas.

Claro que la cuestión que más preocupa a los economistas argentinos no guarda tanta relación con un blanqueo de capitales que, con ayuda o sin ayuda de los Estados Unidos, alcanzará niveles muy elevados, sino con dos problemas que insinúan las posibles políticas de Trump: el proteccionismo y el alza de las tasas de interés internacionales.

“Si el gobierno de Mauricio Macri quiere salir de la recesión con un elevado nivel de gasto público y emitiendo más deuda, cuando el año próximo tenga que tomar deuda por unos 35 mil millones de dólares se encontrará con tasas más altas”, afirmó Agustín Etchebarne, director de la Fundación Libertad y Progreso.

El economista José Luis Espert, en tanto, advierte que el mercado ya descuenta una suba en las tasas de interés y que “si la economía argentina no arranca en breve, no descartaría que nuestras autoridades relajen la meta inflacionaria (del 17% para 2017) y emitan más moneda para no endeudarse tanto”.

Planteó, así, un potencial dilema para el gobierno de Macri en 2017, para el caso de que, en un año electoral, exista incluso menos disposición que ahora a achicar el gasto público: seguir financiándolo con cada vez mayor endeudamiento a tasas de interés probablemente crecientes, o bien aflojar los objetivos de inflación y aumentar los niveles de emisión monetaria para financiar el déficit fiscal.