Agustín Etchebarne
Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
IPROFESIONAL – El equipo económico tuvo un festejo por partida triple en mayo.
– Por un lado, la inflación se moderó, lo que le permitirá acercar la cifra final del año a la meta propuesta por Federico Sturzenegger.
– Por otro, el dólar subió casi el triple que el índice de precios, lo que contribuyó a reducir el tan mentado atraso cambiario.
– En tercer orden, el repunte del billete verde derribó las ganancias de la “bicicleta financiera”, que requiere de un tipo de cambio estable para sacar rédito de las tasas de interés en pesos.
Uno de los principales temas que se debaten en la City es si lo ocurrido en mayo fue un hecho aislado, por la reversión observada en los primeros días de junio, en el que el tipo de cambio ya descendió 20 centavos en el mes. O si puede volver a repetirse el salto, con el visto bueno del Banco Central en aras de mejorar la competitividad, por un lado, y castigar nuevamente a los especuladores, por otro.
Para fijar la banda de flotación del dólar (piso y techo), el equipo de Sturzenegger no sólo debe analizar lo que ocurre fronteras adentro. También tiene que mirar a Brasil –principal socio comercial– para ver cómo evoluciona su economía y su moneda.
Así, producto de la crisis que afecta al país vecino, en la Argentina el billete verde encontró terreno fértil para escalar hasta poco más de $16, lo que contribuyó a neutralizar la devaluación del real.
Sturzenegger suele afirmar que el precio de la divisa estadounidense ahora lo establece el mercado (oferta y demanda), y que el BCRA sólo interviene si se escapa de esa banda de flotación predeterminada.
Sin embargo, en la práctica, las intervenciones de la entidad no siempre responden a esta premisa.
Por lo pronto, en el arranque de mayo (en los días previos a que se desatara el escándalo de corrupción que involucra a Michel Temer), la cotización mayorista estaba en un preocupante mínimo de $15,30.
Es decir, casi en un nivel similar al de hace un año (julio 2016), mientras que el índice inflacionario en ese lapso se acercó al 30%.
Esto llevó al Banco Central a demandar billetes verdes para, de ese modo, inducir la suba de la cotización.
Lo hizo a razón de u$s100 millones diarios durante 11 ruedas consecutivas, lo que le permitió sumar u$s1.100 millones de reservas.
Con esas reiteradas compras no sólo pudo sostener el precio sino también elevarlo, evitando así los riesgos de incurrir en un mayor atraso cambiario.
Esa intervención contribuyó a que escale hasta los $15,60 a mediados de ese mes. A partir de entonces, comenzó la crisis brasileña y al BCRA ya no le resultó necesario volver a intervenir en el mercado.
El billete trepó rápidamente por encima de los $16 y este repunte lejos estuvo de incomodar a un Gobierno que, a diario, escucha las quejas de los directivos de varios sectores que piden un tipo de cambio más alto en pos de mejorar la competitividad.
¿Llegó para quedarse o es puntual?
Al desglosar las proyecciones anuales de devaluación previstas por las principales consultoras, queda claro que una cosa son los avatares del corto plazo y otra la perspectiva de largo aliento.
Por lo pronto, el factor político propio de un año electoral, en el que se trata de mantener quieto al billete verde para que no fogonee la inflación, lleva a pensar a los analistas que el repunte de mayo fue un hecho aislado. El arranque bajista de junio parece confirmar esta teoría.
Desde la City afirman que, con tasas de interés en pesos tan atractivas y la importante oferta de dólares, no se observanfactores que puedan impulsar al alza la cotización de la divisa estadounidense.
Facundo Martínez, economista jefe del estudio de Carlos Melconian, afirma que “se mantendrá en torno a los $16, ya que no estamos en momentos en que la demanda esté forzando ese valor al alza”.
“Por otro lado, la tasa de interés en pesos muestra que la expectativa de suba del tipo de cambio es baja“, completa.
El analista considera que luego de la recuperación cambiaria, traccionada en gran medida por la crisis en Brasil, no se observa para estos meses una dinámica similar a la de mayo.
“Más allá de si se ubica cerca de los $16 o de los $16,50, el peso argentino es una de las monedas más apreciadas de la región”, apunta Martínez.
En tanto, Gabriel Zelpo, economista Jefe de Elypsis, también considera que lo sucedido el mes anterior fue un hecho aislado.
“El escenario macro de la economía no se ha modificado, más allá de devaluación de mayo que, por otro lado, resultó escasa para resolver los problemas de competitividad cambiaria”.
Por el lado de los empresarios, tampoco auguran un nuevo empuje alcista que contribuya a reducir el atraso cambiario.
“El dólar está retrasado para el sector industrial”, sentencia el recién asumido presidente de la UIA, Miguel Acevedo, quien ya eligió a la pérdida de competitividad como uno de los principales ejes de reclamo a la actual gestión gubernamental.
¿Qué tanto debería acelerarse la tasa devaluatoria para solucionar los problemas que aducen las empresas? No son muchos los economistas que se animan a ponerle un precio “ideal” al billete verde.
Aquellos que sí lo han hecho, tras haber analizado la evolución de otras monedas y variables internas, afirman que debería ubicarse en torno a los $20.
No obstante, descartan que ello vaya a ocurrir. Más bien, ven al dólar cotizando hacia fin de año entre los $17,7 y $18, en línea con el sondeo realizado por el Banco Central entre 50 consultoras (REM).
De ocurrir, la divisa estadounidense subiría la mitad que la inflación, lo que agravará el atraso cambiario.
Tipo de cambio bajo sospecha
Por lo pronto, el mercado considera que el incremento del dólar en mayo fue producto del efecto Brasil, y que ese incremento resultó escaso frente al repunte del resto de los precios de la economía.
Desde que comenzó el año hasta fin de mayo, la devaluación acumulada fue de apenas 1,4%, mientras que la inflación acumuló 11% en igual lapso.
Según un informe de Ecolatina, “la apreciación del peso en términos reales en los primeros cinco meses, nos hace menos competitivos frente a Brasil”.
Más allá de que el tipo de cambio actual luzca atrasado, el problema de fondo que diagnostican los expertos no pasa tanto por un simple ajuste numérico, sino por lo ocurrido con otras variables que agudizan los inconvenientes.
“El gasto público es muy elevado, sobre todo en materia previsional, de subsidios y recursos para la provincia. Ojo porque se puede ir todo a la mierda”, habría sentenciado el economista Carlos Melconian, si bien luego salió a aclarar que nunca se expresó en esos términos.
Más allá de si lo dijo o no, sus colegas coinciden en resaltar los inconvenientes que acarrea el elevado déficit en las cuentas públicas.
“El problema de Argentina no es el atraso cambiario, sino su origen, que es un déficit fiscal financiado con deuda externa“, resume Agustín Etchebarne, director general de la Fundación Libertad y Progreso.
A esto se suma “la falta de competitividad del país, producto de los elevados impuestos, los altos costos laborales y de logística”, completa.
Zelpo considera que el déficit de la cuenta corriente es el gran tema a resolver y que “sólo se mantiene estable porque es financiado con deuda“.
Para los próximos meses, en la previa a las elecciones, Zelpo ve como probable que los ahorristas incrementen sus posiciones en dólares, pero que esto no generará mayores tensiones.
Por lo pronto, un nivel apenas por encima de los $16 parece ser la nueva zona de confort en la que descansará la divisa.
Zelpo, prevé que llegará a los $17,40 para fin de año y que la inflación volverá a ganarle a tasa de devaluación.
¿Y las tasas?
Tal como diera cuenta iProfesional, la abultada cantidad de Lebac emitidas le quita al Banco Central margen de maniobra que reducir los tipos de interés.
Dólar quieto en la previa electoral y altas tasas son el condimento ideal para que los inversores sigan pedaleando la “bicicleta financiera” (los funcionarios prefieren hablar de carry trade).
Tienen, al menos, cuatro fundamentos para seguir subidos a ella:
1 – Dólar: la reciente suba “depuró” el mercado. Tras haberse corregido (un poco) el atraso cambiario, de haber nuevas alzas del billete verde ya no serán tan pronunciadas.
2 – Stock: el total de Lebac y pases supera la friolera de $900.000 millones. Se estima que terminará el año bien arriba de los $1,3 billones. Semejante cantidad le quita al BCRA margen de maniobra para torcer voluntades.
3 – Tasa: de no pagar intereses muy altos, difícilmente el Banco Central logre conseguir la suficiente cantidad de compradores de estos títulos. En otras palabras, el crecimiento exponencial hace cada vez más necesario su refinanciamiento.
4 – Vencimientos: existe un riesgo de muy corto plazo, vinculado con el cronograma de cancelaciones. Es que el 85% de ese abultado stock tiene un horizonte de apenas sesenta días de plazo.
Por estas cuatro razones, en el mercado apuestan a que Sturzenegger no podrá bajar mucho las tasas, si es que quiere asegurarse un roll-over de la deuda. Es decir, ir “pedaleando” las cancelaciones.
Mientras, el ingreso de dólares al país para apostar por activos en pesos está en niveles récord.
En el mes de abril ingresaron u$s3.600 millones provenientes de fondos del exterior para inversiones en moneda local.
El monto es aún más impactante si amplía el lapso de tiempo: desde mayo de 2016 hasta abril, esa entrada fue nada menos que de u$s22.600 millones.
Mientras los políticos dan su pelea electoral y el dólar se encuentra estanco, los inversores en la City siguen de festejo: apuestan por las Lebac y se hacen de ganancias imposibles de lograr en otras latitudes.