El desafío del desarrollo

Artículo de Aldo Abram en Porfolio Personal

Lo más importante es que el gobierno asuma que el principal problema de la Argentina es el gasto público exorbitante, origen del enorme déficit total y de una presión tributaria asfixiante. Esto implica que no basta con bajar el desequilibrio negativo de las cuentas públicas, sino que hay que abocarse a reducir el peso del Estado sobre la producción. Por Aldo Abram, Director Ejecutivo de Libertad y Progreso.

El gobierno identifica al déficit primario como el principal problema de la Argentina y, por ello, ha propuesto una meta gradual para reducirlo. Sin embargo, esta lenta reducción hace que los niveles de endeudamiento crezcan rápido junto con los intereses que habrá que pagar a futuro. Los mismos están incluidos en el resultado negativo total que el gobierno debería financiar más adelante. Así, resulta que, si bien se cumplen las metas para el desequilibrio primario, la merma del total de créditos a conseguir avanza lentamente por el aumento de los intereses.Reforma impositiva, gasto público

Lamentablemente, no es posible prever que el actual contexto de gran disponibilidad de financiamiento se sostenga en el tiempo; en el mejor de los casos, crecerá cada vez más lentamente. Por lo tanto, será necesario que el gobierno haga algo para incrementar su porción de la torta y, de esa forma, evitar pagar cada vez más tasa de interés por el crédito.

Lo más importante es que el gobierno asuma que el principal problema de la Argentina es el gasto público exorbitante, origen del enorme déficit total y de una presión tributaria asfixiante. Esto implica que no basta con bajar el desequilibrio negativo de las cuentas públicas, sino que hay que abocarse a reducir el peso del Estado sobre la producción. De lo contrario, deberemos acostumbrarnos a crecer muy por debajo de nuestras verdaderas posibilidades. Licuarlo por el aumento de la producción no puede ser la única solución, ya que postergaría por mucho tiempo el camino al desarrollo y a una contundente reducción de la pobreza.

Por eso, hay que hacer una inmediata reforma del Estado (Nacional, provinciales y municipales) para que le sirva a los ciudadanos y sea pagable. Donde hay que ser gradualistas es en la etapa de reconversión de aquellos empleados públicos cuya tarea no era útil o incluso, era un trámite que complicaba al ciudadano. Sobre esto hemos realizado un video entretenido y didáctico que explica cómo se hace la reforma (Ver https://goo.gl/QfPHCw). Así se podría encarar una reducción de la presión tributaria argentina que hoy asfixia la producción de riqueza, tanto a los trabajadores como a los empresarios.

Otra forma de incrementar la credibilidad del gobierno y, por ende su crédito, es removiendo el otro gran problema: una arcaica legislación laboral y gremial que se han transformado en un fuerte desincentivo a la inversión y a la creación de puestos de trabajo formales. Pensar que la solución pasa por la negociación sectorial es ignorar la cantidad de mesas de diálogo que habría que abrir, lo que implica un ejercicio de discriminación sobre quién se beneficia primero. Con todo, un proceder de este tipo prolongaría el problema en el tiempo para la mayor parte de la economía.

Por otro lado, urge avanzar pronto en el proceso de facilitar la inclusión de la gente joven al mercado de trabajo. Hoy el porcentaje de desempleo en esa franja es el doble que el del total de la población y se debe a una legislación desastrosa que no permite esquemas razonables de entrenamiento. Además, una reforma integral de la actual normativa debería prever las modalidades de empleo para el SXXI, como por ejemplo para los sectores de alta tecnología que –dadas las restricciones vigentes- operan al borde de la ilegalidad.

Un problema en el que hay que avanzar aún más rápido es en el de la apertura de la economía, ya que es la mejor forma de aumentar la demanda interna de divisas y, por lo tanto, no tener un tipo de cambio tan barato. Esto último es consecuencia de un Estado que gasta de más y busca financiamiento en el exterior, inundando de oferta de divisas el mercado local.

Muchos piensan que antes de desmantelar el enorme proteccionismo actual hay que resolver el problema del “costo argentino”. Lo que no tienen en cuenta es que éste afecta a toda la economía. Cuando uno protege a un sector lo que hace es permitirle trasladar su porción del esfuerzo a los consumidores y a los otros productores, que ya pagan su parte. Menos importaciones es menos demanda de divisas.

En consecuencia, el tipo de cambio más bajo perjudica y hace que se reduzca la producción y el empleo en los sectores que compiten con los importables. Perjudica a los que no obtuvieron esa misma prebenda y a los exportadores, quienes son los agentes de mayor productividad de la economía. No existe ningún país que pueda pretender desarrollarse y brindarle el máximo nivel de bienestar económico a su población incentivando a los sectores ineficientes a costa de perjudicar a los eficientes.

La política está cómoda con la actual situación. Por ejemplo, durante décadas han construido un Estado monstruoso que le sirve a los políticos y se sirve de los ciudadanos. En síntesis, esto no va a cambiar hasta que asumamos nuestra condición de ciudadanos y aprendamos a exigirles a los políticos que hagan las reformas que beneficien al conjunto de la población y no a ciertas corporaciones privilegiadas como hasta ahora.