Iván Carrino
Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
CONTRA ECONOMIA – El peso del estado representa el 63% de los ingresos de un empleado promedio.
Por suerte, y gracias al trabajo de muchos pensadores y organizaciones, la discusión sobre el rol del estado en Argentina está cada día más instalada.
Prendo la tele y aparece alguien pidiendo menos impuestos, bajar el gasto público y ajustar el déficit fiscal. La pregunta ahora pasa a ser por dónde se ajusta al sector público, en lugar de preguntarnos si eso es – o no – lo que hay que hacer.
El gobierno algo de nota también ha tomado. A partir de ayer, rigen los cambios al régimen de impuestos al trabajo, que establecen un mínimo no imponible a partir del cual se pagan aportes patronales. Por el lado del gasto, se conoció que Macri firmó hace días un decreto que habilita un plan de Retiros Voluntarios, con el objetivo de reducir la planta del estado.
Ambas medidas van en la dirección correcta. Bajar gasto e impuestos implica reducir el peso del estado sobre la sociedad.
Ahora bien: ¿cuál es ese peso?
De acuerdo con nuestros más recientes cálculos, éste asciende a $ 16.500 por mes para el trabajador promedio del sector privado.
63% de Impuestos al Trabajo
El año pasado, el sueldo promedio del trabajador del sector privado registrado fue, de acuerdo con estadísticas del Ministerio de Trabajo, de $ 26.216 en términos brutos.
A ese salario bruto hay que sumarle todos los conceptos que el empleador está obligado a destinar al PAMI, la ANSES, o el Fondo Nacional de Empleo. Sumando todos estos conceptos llegamos a un total aproximado de $ 8.400. Es decir que entre lo que cuesta contratar y el salario bruto de un trabajador hay una diferencia de 32%.
No obstante, la cosa no termina allí. De acuerdo con las leyes que rigen ene l país, el empleado también está obligado a hacer sus contribuciones. Para el trabajador promedio, esto significará otros $ 4.450.
Deduciendo esto de su sueldo bruto, llegamos a su salario de mano, que es de $ 18.092, un 37% menos de lo que paga el empleador por tenerlo en su empresa.
Ahora bien, si asumimos que este empleado destina el 80% de lo que ingresa a consumir y solo el 20% a ahorrar, entonces tendrá que pagar también un 21% de impuestos al consumo. Finalmente, su ingreso disponible después del pago de todos los impuestos será de $ 18.092,7.
Es decir, que el socio involuntario del trabajador –el estado- le rapiña nada menos que $ 16.499,2 todos los meses, para pagar por supuestos “servicios públicos”.
Menos estado, más libertad
El análisis expuesto acá arriba nos sirve para dar una idea del rol central que el gobierno tiene en la vida de la gente en nuestro país. Uno podría imaginar todo lo que podría hacer si no tuviera que aportar semejante cantidad de dinero al fisco por mes.
Claro, se podrá argumentar que, incluso si el estado no existiese, el trabajador igual tendría que pagar un seguro de salud, un seguro de retiro, y eventualmente un seguro de desempleo, algo que el gobierno da a cambio de estos aportes que exige.
Esto es sin duda posible, pero oculta que, en ese otro caso, cada individuo sería libre de decidir si hacerlo o no. Además, sería libre de elegir una empresa proveedora u otra.
Con el estado como intermediario, no hay libertad en cuando a los montos a aportar, y en el caso de la jubilación tampoco en cuando al proveedor a elegir. Se trata, entonces, de un liso y llano impuesto a trabajar.
Es obvio que en un sistema de libertad, algún individuo no preeverá para su vejez y tal vez ni siquiera para cuidar su salud, poniendo en riesgo su propia vida.
Es cierto, pero son riesgos que tenemo que asumir, porque el costo del status quo es demasiado grande: un estado sobredimensionado, que se queda con el 63% de lo que pagan las empresas a los trabajadores, y que producto de su tamaño reduce los incentivos y el crecimiento de la economía.
El peso del estado, en términos de carga tributaria, es uno de los más elevados de la región. Además, como los impuestos no son suficientes, el gobierno gasta de mas e incurre en déficits fiscales. Y estos déficits fiscales son los que, en última instancia, estuvieron detrás de las últimas grandes crisis de Argentina.
Es buen dato que el gobierno tome medidas que vayan en el sentido de curar esta enfermedad. Pero más importante aún es que despierte la sociedad y tome consciencia del potencial de daño que tiene el megasestado de Argentina.